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Colegas por un día

Colegas por un día

El Regimiento Farnesio orienta a dos alumnos del IES Condesa Eylo sobre las salidas de la profesión militar

Jorge Moreno

Lunes, 30 de marzo 2015, 17:15

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Adrián Sánchez y Ángel L. Samaniego son los dos únicos estudiantes de 2º de Bachillerato del Instituto de Secundaria Condesa Eylo que se sumado a una iniciativa, con la que responsables educativos y de la Delegación de Defensa en Valladolid pretenden orientar a jóvenes vallisoletanos sobre la posibilidades de escoger la carrera militar como salida de futuro.

Al igual que otros de sus 58 compañeros de Ciencias y Humanidades, cuando concluya junio, pasen o no la selectividad, deberán de escoger hacia donde dirigen su salida laboral. Por ello, ayer pasaron cinco horas en el Regimiento de Caballería Farnesio 12, de Santovenia de Pisuerga, escuchando a soldados, suboficiales y oficiales sobre cuáles son las virtudes, riesgos y sacrificios de la milicia profesional, una experiencia en la que castrenses y adolescentes civiles se convirtieron en Colegas por un día, como así se ha bautizado este programa del Área de Reclutamiento.

En este caso, su anfitrión fue el teniente José Ignacio de Castro, de 35 años, antiguo estudiante del IES Leopoldo Cano que, con la licenciatura en Filosofía, ingresó en el 2003 en las Fuerzas Armadas.

«Este programa pretende que dos personas que han expresado su deseo de ser militares puedan ver qué es lo que hacemos en una base como la del Empecinado», dice De Castro, que acumula misiones internacionales en Bosnia, Kosovo y Líbano.

Adrián, con 18 años recién cumplidos, residente en Tudela de Duero, dice que su interés nace porque su abuelo era militar y «siempre me ha atraído esta profesión».

Su compañero, Ángel, tiene claro que su objetivo es ser piloto aéreo. «Pero antes has de descubrir que no te mareas cuando subes a un helicóptero», ironiza el teniente sin tratar de romper su sueño. «Mi abuela me anima, porque piensa que es un trabajo seguro», apostilla.

Los dos subieron ayer a carros de combate Leopard, Vehículos de Exploración de Caballería, como los que hay en el Líbano, y a un Vamtac. Tocaron ametralladoras, pistolas y fusiles con mira telescópica, capaces de alcanzar un blanco a 1.600 metros de distancia.

Dentro de uno de los tanques, el oficial de Caballería les explica los equipos electrónicos instalados, que dan estabilidad a sus 60 toneladas de peso, fijan su posición con mapas y GPS, o les protege en su interior contra ataques de armas químicas y bacteriológicas.

En las salas de simulación del Regimiento, los dos bachilleres observaron cómo los escuadrones practican con pantallas los ataques y respuestas en zonas de conflicto, sin gastar munición ni combustible.

¿Y el horario de trabajo? «Entras a las ocho de la mañana y sales a las tres, pero si tienes que hacer maniobras de cinco o más días las jornadas se alargan», dice De Castro. El capitán Santamaría, su superior, les apostilla: «Hacer planes en Ejército, a veces, es difícil, porque tenemos una profesión muy especial».

Eugenio Crespo, profesor de Economía del Condesa Eylo, recuerda que tanto Adrián como Ángel «habían expresado su intención de presentarse a las plazas de oficiales. Con la crisis económica, la demanda para este tipo de salidas laborales se ha incrementado. Los profesores tenemos claro que desde el Ejército no tratan de convencer a nadie, sino de informarles sobre sus opciones de futuro. Y ello es positivo», señala el docente, que hizo el servicio militar obligatorio al final de la carrera.

Al igual que otros de sus 58 compañeros de Ciencias y Humanidades, cuando concluya junio, pasen o no la selectividad, deberán de escoger hacia donde dirigen su salida laboral. Por ello, ayer pasaron cinco horas en el Regimiento de Caballería Farnesio 12, de Santovenia de Pisuerga, escuchando a soldados, suboficiales y oficiales sobre cuáles son las virtudes, riesgos y sacrificios de la milicia profesional, una experiencia en la que castrenses y adolescentes civiles se convirtieron en Colegas por un día, como así se ha bautizado este programa del Área de Reclutamiento.

En este caso, su anfitrión fue el teniente José Ignacio de Pedro, de 35 años, antiguo estudiante del IES Leopoldo Cano que, con la licenciatura en Filosofía, ingresó en el 2003 en las Fuerzas Armadas.

«Este programa pretende que dos personas que han expresado su deseo de ser militares puedan ver qué es lo que hacemos en una base como la del Empecinado», dice De Pedro, que acumula misiones internacionales en Bosnia, Kosovo y Líbano.

Adrián, con 18 años recién cumplidos, residente en Tudela de Duero, dice que su interés nace porque su abuelo era militar y «siempre me ha atraído esta profesión».

Su compañero, Ángel, tiene claro que su objetivo es ser piloto aéreo. «Pero antes has de descubrir que no te mareas cuando subes a un helicóptero», ironiza el teniente sin tratar de romper su sueño. «Mi abuela me anima, porque piensa que es un trabajo seguro», apostilla.

Los dos subieron ayer a carros de combate Leopard, Vehículos de Exploración de Caballería, como los que hay en el Líbano, y a un Vamtac. Tocaron ametralladoras, pistolas y fusiles con mira telescópica, capaces de alcanzar un blanco a 1.600 metros de distancia.

Dentro de uno de los tanques, el oficial de Caballería les explica los equipos electrónicos instalados, que dan estabilidad a sus 60 toneladas de peso, fijan su posición con mapas y GPS, o les protege en su interior contra ataques de armas químicas y bacteriológicas.

En las salas de simulación del Regimiento, los dos bachilleres observaron cómo los escuadrones practican con pantallas los ataques y respuestas en zonas de conflicto, sin gastar munición ni combustible.

¿Y el horario de trabajo? «Entras a las ocho de la mañana y sales a las tres, pero si tienes que hacer maniobras de cinco o más días las jornadas se alargan», dice De Pedro. El capitán Santamaría, su superior, les apostilla: «Hacer planes en Ejército, a veces, es difícil, porque tenemos una profesión muy especial».

Eugenio Crespo, profesor de Economía del Condesa Eylo, recuerda que tanto Adrián como Ángel «habían expresado su intención de presentarse a las plazas de oficiales. Con la crisis económica, la demanda para este tipo de salidas laborales se ha incrementado. Los profesores tenemos claro que desde el Ejército no tratan de convencer a nadie, sino de informarles sobre sus opciones de futuro. Y ello es positivo», señala el docente, que hizo el servicio militar obligatorio al final de la carrera.

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