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Los visitantes contemplan la figura del rey Juan I.
Restauración entre vértigos

Restauración entre vértigos

Comienzan las visitas guiadas a los trabajos de restauración de la fachada de la Universidad de Valladolid, que permiten contemplar a ras de piedra un monumento histórico único

Antonio G. Encinas

Jueves, 25 de diciembre 2014, 10:16

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Es difícil superar el vértigo . Por muy irracional que sea, que es como son los miedos. No mirar al hueco, pensar que otros muchos han subido por esas mismas escaleras, y lo seguirán haciendo, y que no ha pasado nada, buscar el horizonte con la mirada y la barandilla con el tacto. Trucos para avanzar, porque esta vez la recompensa está arriba, a unos doce metros sobre el suelo.

A tres alturas, justo antes de los reyes que coronan la fachada de la Universidad, un querubín sopla con el moflete henchido una flauta de madera. Aún están limpiando, con precisión quirúrgica y mucho temple, las volutas en las que hasta hace poco anidaban las dañinas palomas. La piedra está tan cerca que se podría tocar solo con alargar la mano. Deja a la vista su textura rugosa en las piezas quebradas, la superficie suavizada por el paso del tiempo.

Y entonces, mientras la restauradora explica y los visitantes atienden, ataca otro vértigo. El del tiempo. El de la historia . El que recuerda que nadie debería estar allí, a esa altura, mirando a los ojos el gesto firme de la Sabiduría mientras aplasta a la Ignorancia -«sapientia aedificavit sibi domum»-. Más arriba posan altivos los reyes que contribuyeron al esplendor de esta universidad histórica, elaborados con un detalle impensable para unas figuras que se crearon para ser expuestas a muchos metros de altura sobre la realidad del día a día.

Desde allí arriba se contempla otro vértigo más, el de la rutina, que hace que un emblema monumental cargado de significados, consagrado a las ciencias que marcan la historia de la Humanidad, pase inadvertido a los ojos de sus vecinos. A sus pies, un cartel sencillito informa con discreción de su origen, de algunos de sus secretos. Difícil reparar en ello. Complicado fijarse en las maravillas que se ocultan a plena vista camuflados por el día a día, como el Acueducto de un segoviano o la Muralla de un abulense.

Las visitas durarán tres meses más, cuatro todo lo más. Entonces se retirarán los andamios y el trampantojo, se eliminará la valla que protege la fachada. La piedra lucirá más blanca, más limpia, pero también, de nuevo, más inalcanzable. Y llegará, de nuevo, el vértigo. El de saber que, salvo por otra restauración, no habrá posibilidad de volver a contemplar la obra a su mismo nivel. De mirar a los ojos a la Sabiduría mientras ejecuta la labor para la que está llamada la universidad que la cobija: humillar a la Ignorancia.

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