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Acción con voluntarios en México.
Un vallisoletano teje una red solidaria que reparte al día 400 kilos de ropa y comida

Un vallisoletano teje una red solidaria que reparte al día 400 kilos de ropa y comida

Carlos de la Fuente lleva medio siglo poniendo en contacto empresas con organizaciones religiosas para cubrir las necesidades de los más desfavorecidos de España y del mundo

Teresa de Lapuerta

Jueves, 11 de diciembre 2014, 19:18

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Cuando acabe el año serán más de 500 los palés y furgonetas que habrán pasado, literalmente, por sus manos, porque a Carlos de la Fuente le gusta embalar en persona la mercancía y, siempre que puede, desembalarla en destino. Esto último cada vez se vuelve más complicado, porque solo en este 2014 ha tramitado envíos a Perú, Chile, Sierra Leona, Bolivia, República Dominicana, Marruecos, Angola y Sudán.

En total son 400 kilos diarios de alimentos y ropa, así como también de otros artículos de lo más variopinto. Los donan personas para quienes no son demasiado necesarios y los reciben otras para las que son imprescindibles. Todo ello gracias a la intercesión de este vallisoletano de 1942, que lleva cerca de medio siglo haciendo de ONG unipersonal. Desde Valladolid, al resto del mundo. «Me da tanta satisfacción que es difícil de explicar. Es mi pasión desde que empecé, en 1965, es mi única ocupación desde hace quince años y, desde que murió mi esposa y mis hijos dejaron de necesitarme, es el motor de mi vida», explica, emocionado.

Todo empezó desde su puesto en el departamento de Logística de Renault, que le dio la posibilidad de hacer amistad con empresarios del transporte y de las aseguradoras. Comenzó a adquirir a bajo precio a las agencias de transporte los excedentes: bultos abandonados, mercancías desechadas, o perdidas y a ofrecérsela a las organizaciones religiosas de Valladolid. Más tarde vino el pescado (el pescadero Luis Arias fue uno de sus primeros colaboradores y sigue entregando producto todos los sábados a las Clarisas de Cigales) y luego llegó el boca a boca. Una cosa llevó a la otra... y hasta hoy. Su sola presencia es su mejor carta de presentación, aunque desde hace unos años canaliza también su actividad a través del blog diseloacarlos.wordpress.com

La entrega, dedicación y altruismo de Carlos de la Fuente no solo fueron reconocidas por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales con el Premio Nacional de Voluntariado en el año 2000, sino que son también las claves del éxito de su empeño y de la fidelidad que le profesan sus compañeros de viaje. A lo largo de toda su vida, este extrabajador de Fasa ha ido tejiendo un entramado de solidaridad, en el que participan de forma constante más de una veintena de empresas (la mayoría de ellas vallisoletanas) y una decena de congregaciones religiosas. Las primeras donan o transportan productos y las segundas, los hacen llegar a los más necesitados, ya se encuentren en España, o en sus misiones repartidas por el mundo.

«Es un hombre puesto por Dios, profético, para ayudar a los más necesitados. Alguien bueno para todo el mundo, que echa una mano al que se lo pide, siempre sin preguntar». Sor Gloria, hermana clarisa de Astudillo, recibe desde hace treinta años los envíos que Carlos embala para las misiones de la congregación en Angola o Mozambique, pero su relación va más allá. «Es un hermano; él mismo dice bromeando que hemos nacido el uno para el otro, y es verdad. Todos sus amigos son ya también nuestros amigos», reconoce la religiosa.

Firmas de transportes como Azkar, DHL o Fitotrans, o empresas como Helios, Panrico, Sipecusa, Zarzuela, Guerro Papelería, Farmatec Ortopedia, Coca Cola, Arias Cal, Recarolid, Saludiet, Talleres Ríos o Rubí-5 son algunas de las que integran esa red solidaria, a las que se suman particulares como Luis Carlos, Mariano Colomo, Ismael o el que fue director de comunicación de Renault, Enrique Espinel, comprometido con De la Fuente casi desde los inicios. En el otro lado de la malla, sor Isabel, sor Paloma, sor Dori, el padre Juan Luis o José Miguel, de Cáritas, porque en este barco lo importante son los nombres propios y, fundamentalmente, los de los miles de beneficiarios de su compromiso silencioso.

A ellos se suman otros donantes o receptores ocasionales esta cadena ha llegado a tramitar el envío de colchones del Ejército al tercer mundo, pero unos y otros tienen las mismas dos cosas en común: la voluntad de echar una mano a los más desfavorecidos y la intermediación del vallisoletano. El pasado mes de septiembre, un médico de Marbella se puso en contacto con él para hacerle entrega de todo el aparataje y mobiliario de su clínica ginecológica. Hoy, gracias al apoyo de la empresa de transportes Azkar y a la coordinación de los jesuitas, la clínica está en uso en la selva de Perú.

«Yo nunca pido. No soy un mendicante. Llamo, me acerco, saludo... Me entero de los que necesitan algo y de lo que pueden hacer mis amigos para cubrir esas necesidades». Los gastos, cuando los hay, los afronta de su bolsillo. No quiere dar cifras, pero se calcula que dedica a esto «es mi hobby y, además, me hace tremendamente feliz» unos 600 euros mensuales. No acepta subvenciones, ni cheques. «Siempre me he negado a convertirme en una ONG. No quiero depender de nadie, ni sufrir las trabas burocráticas que eso conlleva», apostilla.

«Carlos ha conseguido ganarse la confianza de todos nosotros. Sabes que lo que donas no se va a quedar en el camino, ni abandonado en un almacén. Ha ido tejiendo una red solidaria en la que cada uno aportamos nuestro granito de arena. Además, su cordialidad y amabilidad no le impiden ser absolutamente metódico». Quien habla es María José Díaz, responsable de Atención al Cliente de Sipecusa (empresa que colabora con textil, juguetes o regalos), pero lo hace en nombre del gerente, Carlos Espeso.

Comidas de hermandad

Y es que Espeso es uno de los hermanos, como se denominan a sí mismos los colaboradores habituales y amigos personales de Carlos, la mayoría de los cuales han coincidido en las comidas que el patriarca organiza periódicamente en alguno de los convenios. «Nadie cobra nada, nadie quiere salir en la fotografía. Él hace el bien a mucha gente y a nosotros nos basta con colaborar en esa empresa. La suya es también nuestra gratificación», explica el director de operaciones de DHL, Miguel Ballinas, que lleva 35 años comprometido con el proyecto y que no solo transporta gratuitamente los envíos por toda la Península, sino que ha puesto a disposición del almacenaje de las mercancías benéficas parte de la nave de la empresa.

En el caso de Panrico, entre Carlos de la Fuente y el responsable de logística de la firma en Valladolid, Bernardino Pérez, se encargan de hacer llegar a los más necesitados fundamentalmente a los usuarios de los comedores sociales de Cáritas los productos que no cumplen los estándares de calidad de la empresa (muchas veces por deficiencias en el embalaje y otras porque lo ajustado de la fecha de caducidad impide la comercialización), pero que son perfectamente aptos para el consumo. La media es un envío semanal de bollería durante los últimos nueve años, pero en ocasiones se alcanzan los tres. «Es una persona encantadora y desinteresada califica Pérez a De la Fuente que se ofrece a hacer de nexo de unión, a facilitarnos las cosas para echar una mano a los demás. Es muy gratificante poder trabajar con él».

En la actualidad, Carlos de la Fuente tramita la entrega de una media de diez palés semanales, de los cuales el 45% se nutren de alimentos y, el resto, de ropa y artículos diversos (colchones, material escolar, pañales, juguetes, artículos de oficina o de higiene, etc). El 70% se reparte en Valladolid (Cáritas, Hermanitas de la Cruz, Hermanitas de los Pobres, Hermanas Clarisas...) o en el resto de España (Logroño, Sevilla, Málaga, Barcelona...) y el 30% se envía a países en vías de desarrollo, utilizando para ello la infraestructura de diferentes organizaciones religiosas.

La Comunidad de Las Clarisas de Astudillo (Palencia), por ejemplo, tramita envíos a sus misiones de Angola o Mozambique; el colegio San Agustín de Valladolid a Sierra Leona; los Misioneros Consolatos de Málaga a Kenia; las Misioneras de Jesús de Logroño a Mozambique; el centro de distribución misionero de los jesuitas en Cabezón de la Sal (Cantabria) a sus misiones Bolivia, Chile, Perú y Nicaragua; la Fundación de Mujeres Ucranianas de Málaga a Ucrania y las misioneras del Carmelo de Barcelona a Guinea.

Y acomañándoles, siempre que puede, va Carlos, que no encuentra mejor manera de emplear su pensión que comprando billetes de avión que «siempre, siempre, me garantizan sonrisas».

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