Borrar
David Torres abandonó ayer la que ha sido su casa durante más de treinta días.
Y el rebelde David cedió a la presión

Y el rebelde David cedió a la presión

Un veterano sin techo acepta el ingreso en un centro de Aranda tras un mes a los pies del Clínico en un estado deplorable

J. Asua

Miércoles, 30 de julio 2014, 09:17

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Le ha costado decidirse, a pesar de haber recibido una paliza constante en las últimas semanas. «¡Así no puedes estar, así vas mal!». Una y otra vez. Como un mantra. Los amigos, los conocidos, el personal del hospital... David Torres se arrancó ayer de la fachada del Clínico después de haber ejercido como conserje a pie de calle durante un mes. Ni su clavícula rota ni la incómoda sonda para la orina, ni el enfisema pulmonar podían más que su cabezonería, una testarudez amable, que había cautivado a muchos de los habituales de la zona.

Sin embargo, llevaba algunos días barruntando entre la mugre, el olor a pis desparramado de una bolsa pinchada y las reprimendas constantes de los que le veían con posibilidades de remontar. «Así no puedo seguir». La presión había hecho mella. Por fin. El lunes la asistenta del Clínico volvía a bajar a verle. Estaba todo preparado. Faltaba su decisión. Una plaza en la residencia La Luz de Aranda de Duero le esperaba. Una cama, cuidados y un poco de orden en una vida zurrada. Ayer le subían a primera hora de la mañana para asearle y darle de comer en una de las plantas del centro médico, que este «rebelde con causa», como se define, ha custodiado a su manera durante el inestable arranque del verano.

Al cierre de esta edición ¬«con él nunca se sabe», advierten los voluntarios de Cáritas y los asistentes sociales¬ se suponía que ya descansaba en el municipio burgalés tras más de treinta días atrincherado en la calle y en una situación higiénico sanitaria deplorable. De la que ha sido su casa ya no queda nada. Los operarios de Limpieza dejaban como la patena el esquinazo donde este buen tipo, bregado en mil batallas, había acodado su existencia.

Preparando la mudanza

Y es que a David es difícil domarle. Veinte años a la intemperie marcan carácter. Sabía que estaba muy tocado, pero no quería perder la libertad. A sus 61 años es su único patrimonio, junto con los 350 euros que le ingresan mensualmente tras una jubilación demasiado temprana, la pérdida de su compañera y los tumbos que provoca vivir sin techo. «Si en Aranda no me dejan fumar ni beber en una temporada casi mejor», comentaba el pasado lunes mientras se echaba un Winston y tomaba un café solo sin azúcar.

A principios de semana ya estaba a puntito de decir que sí. Antes tenía que poner la cartilla al día. «Saco cincuenta euros para tener algo y punto», anunciaba después de quejarse por enésima vez de que le habían «guindado» el dinero. «Unos conocidos». Malos conocidos.

Entonces planificaba la mudanza. «Meto en el carro la radio, la ropa esa y los papeles y para allá que me voy, ¡que sí!», recalcaba ante la incredulidad del interlocutor. El Ayuntamiento había puesto su caso en conocimiento de la Fiscalía, después de haber intentado convencerle por activa y por pasiva para que durmiese en el albergue, unas instalaciones que no le gustan «ni un pelo». Ni esas, ni otras que se le habían ofrecido. Pero en esta ocasión, el marcaje al hombre ha dado resultado. Bien. Ojalá que el eco del mantra perdure. «Así no podía estar». David, que te vaya muy bien.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios