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Un anciano contempla junto a su nieto el amanecer en la playa de Isumi (Japón). Efe
Ancianos para el siglo XXI

Ancianos para el siglo XXI

Japón plantea distinguir entre los mayores de 65 años debido al envejecimiento de su población y a su longevidad, la más alta del mundo 84 años

Dori Ayllón

Madrid

Lunes, 4 de septiembre 2017, 00:10

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Las condiciones de vida de los mayores son hoy infinitamente mejores que en el pasado. Cada vez cuentan con una mejor forma física y mentalmente a edades avanzadas. En Japón esto supone un problema, ya que es el país con más personas mayores del mundo -34 millones de los 127 totales- y las muertes superan a los nacimientos. Para que la economía no se estanque y las pensiones se puedan pagar, la Sociedad Gerontológica japonesa (SGJ) apuesta por aumentar la edad de jubilación a los 75 años, actualmente situada en los 65.

Para ello proponen hacer tres distinciones entre los ancianos. Los denominados los «preancianos», de entre 65 y 75 años; los «ancianos», mayores de 75; y los «súperancianos», las personas de más de 90. Así, los primeros podrían trabajar «si la salud se lo permite», dicen desde la SGJ. Y su tasa de longevidad es la más alta del mundo, 84 años de media.

Por otro lado, el 2,3% de los trabajadores japoneses tienen a su cargo a un pensionista. En 2065, cuando los ancianos sean el 38% de la población, por cada pensionista habrá 1,3 trabajadores. Es tal el problema que supone una sociedad envejecida para Japón que hace unos años el actual viceprimer ministro, Taro Aso, pidió a los mayores que se «muriesen pronto» y «dejasen de utilizar el dinero del Gobierno para sus tratamientos». Sin embargo, más de la mitad de los mayores de 65 años trabaja.

Para Alberto del Rey, profesor del Departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca, el caso del país nipón es muy particular, ya que en las naciones desarrolladas el envejecimiento de la población ha sido mitigado por la llegada de inmigrantes, que presentan una fecundidad más elevada. Aunque dice que «se pueden extraer algunas conclusiones para países envejecidos como España».

     Luis García Tojar, profesor de Sociología y Comunicación Política de la Universidad Complutense, explica que la mayoría de las sociedades occidentales sufren el problema de Japón; el aumento de la longevidad. Esto es un triunfo de las sociedades desarrolladas, pero cada vez los sueldos son más bajos y las contrataciones temporales «convirtiendo a la longevidad en un problema». «Así se cotiza menos y por lo tanto los recursos para pensiones, sanidad, educación y dependencia se reducen, poniendo en riesgo el modelo de bienestar», asegura Tojar. Para intentar paliar esto «los países optan por retrasar la edad de jubilación y que estos cobren menos», dice.

Etapas de la vida

En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 18,4% de la población tiene más de 65 años, es decir, más de 8,6 millones de personas son adultos mayores. Además, España es uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo con 80,1 años los hombres y 85,5 las mujeres, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud. Y los trabajadores de entre 65 a 69 años son pocos, 140.000. Los empleados mayores de 75 años se sitúan en casi 43.000.

Del Rey cree que «es evidente que el incremento de la esperanza de vida conlleve un cambio en las diferentes etapa de la vida de las personas». También opina que si no se modifican las edades de jubilación y los periodos de trabajo, el actual Estado de Bienestar sería «insostenible». «No se pueden trabajar 30 años para luego vivir del Estado otros 30 años más», añade.

Y no es sólo que la sociedad española sea una de las más envejecidas del mundo, sino que también su tasa de natalidad es baja -del 8,8% por cada mil habitantes- y el número de hijos por mujer no supera el 1,33. Mientras, en el mundo de la geriatría se habla de persona anciana cuando esta tiene una «edad altísima y vive una situación de fragilidad física o mental y necesita cuidados especiales». Así lo asegura Lourdes Bermejo, miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

Para Bermejo, la edad de jubilación no debe regirse por un número. «Hay personas mayores competentes y deseosas de poder seguir trabajando. España debería desarrollar un sistema de jubilación flexible». Además sugiere que los trabajos sean con horarios adecuados a las características de cada persona. «No podemos desperdiciar el capital humano que supone una jubilación a los 65 años», sentencia la gerontóloga.

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