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Nube con las emisiones de una planta térmica de carbón en Neurath (Alemania). Ina Fassbender (Reuters)
El C02, la amenaza del mar que viaja por el aire

El C02, la amenaza del mar que viaja por el aire

El incremento de la acidez es cien veces más rápido que cualquier otro cambio ocurrido en los océanos en 50 millones de años

J. LUIS ALVAREZ

Madrid

Lunes, 27 de noviembre 2017, 01:55

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Todo el mundo sabe que las emisiones de CO2 van a la atmósfera. Lo menos conocido es que el 25% de estas emisiones acaban en los océanos. Allí ponen en peligro de extinción los ecosistemas marinos mediante el fenómeno denominado acidificación. El asunto no es menor y fue uno de los temas que se abordaron dentro del apartado de la conservación de los océanos en la conferencia mundial sobre el clima COP23, en Bonn (Alemania).

La concentración media mundial de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzó durante 2016 un nivel nunca conocido hasta ahora, según el 'Boletín sobre los gases de efecto invernadero' de la Organización Meteorológica Mundial, al llegar a las 403,3 partes por millón, frente a las 280 que había de la época preindustrial (referencia para determinar el cambio climático).

El CO2 cuenta con 'sumideros' naturales, según recuerda la agencia meteorológica dependiente de Naciones Unidas, como son los bosques, la vegetación o los océanos. «Esos sumideros absorben actualmente alrededor de la mitad de las emisiones de CO2, pero existe el riesgo de que se saturen, lo cual aumentaría la fracción de las emisiones de dióxido de carbono que permanece en la atmósfera», añade. El problema es que este gas «permanece en la atmósfera durante miles de años y en el océano aún mucho más tiempo».

Andrew Hudson, jefe del Programa de Gobernabilidad del Agua y los Océanos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), explica que debido a la alta capacidad que tiene el mar para absorber estas emisiones «hay aproximadamente 60 veces más CO2 en los océanos que en la atmósfera». «Esto mitiga el ritmo y el impacto del cambio climático; pero hay una parte negativa, el CO2 reacciona inmediatamente con el agua salada y se forma ácido carbónico. Si bien este se considera un ácido débil, de hecho da lugar a una mayor acidez en el medio marino», añade.

Durante los cerca de 150 años transcurridos desde la revolución industrial, el pH promedio en la superficie de los océanos ha descendido alrededor de 0,1 unidad. «Este cambio, aparentemente insignificante, representa un aumento del 30% en la acidez de los océanos en comparación con la época preindustrial», apunta Hudson. Y es que cuanto mayor sea el nivel de hidrógeno, más ácida es la solución. De manera que un pH inferior a 7 es ácido, uno de 7 es neutro y mayor es básico. Los océanos tienen un pH de entre 8,0 y 8,3. Según este experto de la ONU, si continúa la quema de combustibles fósiles el pH del mar disminuirá 0,3 y 0,4 unidades para quedar en 7,6 o 7,7, acidificándose.

El fin de las especies

Andrew Hudson destaca que las consecuencias de la acidificación de los océanos afectarán a una parte considerable de la vida vegetal y animal, desde el fitoplancton -que es la base de la cadena alimenticia marina- hasta los arrecifes de coral y una variedad de mariscos y moluscos que forman sus conchas fijando calcio y carbonato del agua marina.

En la medida en que disminuye el pH del agua del mar cae drásticamente la disponibilidad de carbonato. «Por debajo de ciertos niveles de pH se hace prácticamente imposible para estos organismos formar sus conchas y esqueletos». Además, la acidificación de los océanos «puede debilitar una serie de procesos metabólicos de distintos organismos, desde la alimentación hasta la respiración, e incluso la reproducción».

En septiembre de 2015, la Conferencia de Naciones Unidas para la Consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible aprobó 17 Objetivos. El 14 se titulaba 'Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible'. Estos objetivos se incorporaron en 2016 al Acuerdo de París contra el cambio climático.

El apartado 14.3 de los objetivos aborda la acidificación del océano y recoge que esta «podrá controlarse a largo plazo si se reducen las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera». Por todo esto, los expertos llaman a la aplicación «eficaz» del Acuerdo de París, porque «en la actualidad no existe ningún instrumento internacional mundial que se ocupe específicamente de contrarrestar la acidificación de los océanos y sus efectos sobre ellos».

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