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Amputaciones como la que muestra este perro serán erradicadas.
El perro de Ramón Rodríguez no tiene rabo

El perro de Ramón Rodríguez no tiene rabo

El Parlamento prohíbe amputar la cola de las mascotas. «No hay ninguna razón que lo justifique», dicen los veterinarios. Los cazadores, sin embargo, piden una excepción

antonio paniagua

Viernes, 12 de mayo 2017, 21:36

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Andan los cazadores estos días con un humor de perros. La prohibición de amputar el rabo al mejor amigo del hombre disgusta a los monteros. Ya ni cuentan con el que era su mejor aliado parlamentario, el PP, que hasta hace poco defendía que se pudiera seguir rebanando la cola a algunos canes de presa. Los criadores tampoco aplauden la iniciativa y andan apesadumbrados. Pese a que guillotinar el apéndice canino estaba ya prohibido en algunas comunidades autónomas desde 1993, temen que cuando se generalice la medida sus clientes compren menos perros de seguridad. Quienes velan por la salud animal lo tienen claro. «No hay razones que justifiquen esta costumbre», asegura el presidente del Colegio de Veterinarios de Cádiz, Federico Vilaplana.

El pleno del Senado aprobó el pasado miércoles por unanimidad ratificar el convenio europeo sobre protección de animales de compañía. Lo hace con treinta años de retraso, eso sí, pues el acuerdo data de 1987. Su incorporación al derecho español supone decir adiós a prácticas que ofenden a los defensores de los derechos de las mascotas. No se trata sólo de dejar en paz a los chuchos para que muevan el rabo a su antojo. Tampoco se podrá seccionar las cuerdas vocales de los podencos, extirparles las uñas y dientes o recortarles las orejas, como se hace en muchos casos con los doberman y los dogos.

Algunos criadores de perros muestran las orejas gachas. Están molestos con la iniciativa y recelan de las nuevas exigencias. «Cada vez hay más prohibiciones», se queja José Luis Cardo, que se dedica de la crianza de perros en la Comunidad Valenciana. El convenio que refrendó ayer la Cámara Alta obligará a quienes se dediquen a la cría y custodia de animales a declarar su actividad a la autoridad. En un sector con una pata dentro de la economía sumergida y otra fuera, la regulación no deja de ser un incordio añadido. «No es verdad que se corte el rabo por razones estéticas, sino por la propia defensa del animal. Si la mascota carece de rabo y tiene las orejas recortadas, es más difícil que sea mordida», argumenta Cardo.

El rabo, sin embargo, no es un elemento decorativo en la anatomía de un perro. «Lo usan para su equilibrio y como instrumento de lenguaje. Si están contentos lo mueven y si están asustados lo esconden entre las patas», aduce Vilaplana, para quien la extirpación no está justificada ni siquiera para los perros de agua, tradicionalmente dedicados al pastoreo. «Es un anacronismo volver a cortar el rabo; todo se reduce a una cuestión estética y de costumbres», subraya.

La cola está integrada por vértebras caudales y es un elemento fundamental para que el perro mantenga el equilibrio, gire y efectúe muchos movimientos. Quitarla de en medio, según algunos estudios, puede conducir a que el animal padezca un dolor crónico y problemas de locomoción. Por añadidura, no es descartable que, a raíz de la intervención, la mascota sufra infecciones o dificultades de cicatrización.

«¿Mutilar no, esterilizar sí?»

No son razonamientos que convenzan a la Federación Española de Caza, una organización que se siente agraviada por la incorporación al ordenamiento jurídico español del convenio. Los cazadores se creen víctimas de las acechanzas de los animalistas. «Se oponen a la amputación del rabo y no a la esterilización del perro. Es una forma de ir contra la caza», denuncia un portavoz de la organización. «La amputación libra al perro de laceraciones e infecciones, originadas cuando se mete entre zarzas y arbustos. Creemos que la cirugía la han de realizar veterinarios colegiados, por supuesto, y con anestesia», arguye el representante de la federación.

Si se hace a los pocos días de nacer y con anestesia local, amputar el rabo no debería ser una operación dolorosa. Con todo, Vilaplana aconseja no realizarla por puro capricho. Algunas veces él mismo ha llevado a cabo este tipo de cirugía, pero porque el animal se había pillado la cola con la puerta de un vehículo o del ascensor. En tales casos, la intervención reviste cierta complejidad, dado que se seccionan cartílagos, nervios, vasos sanguíneos y todo tipo de tejidos.

Óscar, que tiene como afición la cría de perros en La Coruña, ha decidido que ya no cortará la cola a sus cachorros. «Yo ya no me complico la vida. Además en Galicia está prohibido y se ha puesto alguna que otra multa elevada». Óscar es partidario de recortar las orejas a sus doberman, por cuanto favorece la higiene y ayuda a evitar la otitis. Está seguro de que las nuevas restricciones harán mella en el negocio y retraerán a los compradores. «La gente a la que no le importa mucho la salud de su perro seguirá haciendo amputaciones por su cuenta, prescindiendo del veterinario», alega.

Hasta ahora, los cazadores habían encontrado en el PP cariño. Pero hasta los populares han dado la espalda a los monteros. Pensaban dilatar el trámite parlamentario presentando en el Senado una reserva, un procedimiento al que no se recurría desde los años ochenta y que hubiera supuesto una demora en la aplicación del convenio. Si el partido en el Gobierno hubiera perseverado en su empeño, se tendría que haber creado una comisión mixta de diputados y senadores en aras de lograr un consenso. Para Juan López de Uralde, diputado y fundador de Equo, habría sido un esfuerzo vano, porque el Congreso, que tiene la última palabra, habría tumbado la iniciativa. ¿Por qué la formación de Mariano Rajoy no ha tirado antes la toalla? «En el PP está muy presente la larga mano del lobby de los cazadores. No hay semana en que los populares no presenten una iniciativa a favor de la caza en la Comisión de Medio Ambiente y Agricultura del Congreso», apostilla López de Uralde, que dirigió la organización ecologista Greenpeace en España.

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