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Nube de desarrollo vertical
Nuevas nubes en el cielo

Nuevas nubes en el cielo

Los meteorólogos catalogan doce nuevos tipos de formaciones nubosas. Entre ellas figura la estela que dejan los aviones

aNTONIO PANIAGUA

Sábado, 25 de marzo 2017, 11:58

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Las nubes anuncian nublados y chubascos, pespuntean el sol, descargan agua y granizo. Las hay deshilachadas y algodonosas, doradas y violáceas. Unas imitan plumones y otras semejan rabos. Pueden adquirir el contorno de un filamento o la hechura de un copo de nieve. Tienen colores y tamaños tan distintos que su estudio es una ciencia. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) acaba de presentar el Atlas Internacional de las Nubes, un compendio de cientos de imágenes en el que se disecciona el linaje de lo que se mueve en las alturas. La publicación, que no se revisaba desde 1987, incluye doce nuevas categorías de nubes, entre ellas las generadas por las actividades del hombre, como las que se forman por el rastro que dejan los aviones. La obra contiene además valiosa información sobre otros fenómenos meteorológicos como el arcoíris, los halos, los remolinos de nieve o el pedrisco.

Aristóteles fue uno de los pioneros en escudriñar las nubes. Hace más de dos milenios escribió un tratado en el que abordada su papel en el ciclo hidrológico. Muchos años después, los humanos han seguido intentando descifrar el sentido de esos penachos blancos que se desplazan sobre sus cabezas. Más allá de las divagaciones que inspiren, la nubosidad sirve para algo más que para componer versos. «Si queremos predecir el tiempo, debemos entender las nubes. Si queremos modelizar el sistema climático, debemos entender las nubes. Y si queremos predecir la disponibilidad de recursos hídricos, debemos entender las nubes», aseguró ayer el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. Para celebrar el Día Meteorológico Mundial, que este año lleva por lema Entendiendo las nubes, la organización ha publicado en formato digital el nuevo y ansiado atlas, una referencia obligada para los científicos.

La gran novedad de la presente edición son las antroponubes, las causadas por la acción del hombre. Entre ellas destacan las que se originan cerca de las centrales térmicas a partir de la emisión de agua o las que se producen después de un gran incendio forestal. A tal estirpe pertenece la homogenitus, que se forma por los gases que expulsan los aviones.

Meteorólogos, fotógrafos y quienes aman tanto las nubes que pasan la vida en ellas han enviado imágenes para que la OMM enriquezca su archivo. Su estudio es similar al del biólogo que clasifica especies animales. Tanta es su variedad que se ordenan por géneros, especies y otras categorías inferiores, al tiempo que su nombre se expresa en latín. En este flamante inventario cobra carta de naturaleza la volutus o nube enrollada, que se enrosca sobre un eje horizontal como un rodillo. También llamada Morning Glory, es frecuente verla en Australia y puede desplazarse a 60 kilómetros por hora.

Como el mar

La que entra en el mapa por aclamación popular es la asperitas. Como el fervor por las nubes ya no es sólo cosa de meteorólogos, sino que también incumbe a los aficionados, la OMM se ha rendido a la petición de la asociación británica Cloud Appreciation Society, que ha hecho campaña por el reconocimiento de la asperitas. Su aspecto fluctuante, que evoca el movimiento de las olas vistas desde los fondos abisales, ha conquistado el imaginario popular. «Gracias a los teléfonos móviles, cada persona es un fotógrafo que puede capturar una nube. Ahora es cuando algunas se han incorporado al atlas con carácter oficial, debido en parte a la presión ciudadana y la comunidad científica», asegura Rubén del Campo, portavoz de la Asociación Española de Meteorología (Aemet).

Debutan en el catálogo una nube accesoria, la denominada flumen o cola de castor, que anuncia tormentas; la generada por cascadas (cataractagenitus); por el calor de los incendios forestales (flammagenitus); y las que crecen al abrigo de los bosques húmedos (silvagenitus). Las que parecen un agujero dentro de una nube reciben el nombre de cavum. Las que encierra mucho arte dentro son las fluctus, que adquieren un contorno muy similar a las que inmortalizó Van Gogh en sus cuadros. Estas últimas se crean en días ventosos y su emergencia acontece en días de inestabilidad atmosférica.

Frente a lo que se cree, las nubes no son blancas. Como sucede con la nieve, son transparentes. Si se ven del color de la leche es porque las partículas de hielo proyectan su luz en todas las direcciones. Tampoco están formadas por vapor de agua, que por naturaleza es invisible. «Con su actividad industrial, el hombre crea y destruye nubes», aduce Rubén del Campo. «Gracias a esta última revisión, están catalogadas en el atlas la mayoría de las nubes que se pueden ver en cualquier lugar del mundo». Del Campo puede jactarse de que una de sus fotografías, la de un cirrus castellanus, ha sido incorporada al amplísimo álbum.

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