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Creada en 1984 por la familia del poeta granadino, tiene el mayor legado de obras originales suyas y una biblioteca.La Fundación gestiona el Centro García Lorca de Granada, un vanguardista edificio que albergará su archivo. Estos días, los auditores han confirmado un ‘agujero’ de 3,8 millones. El legado sigue en Madrid y el edificio está vacío.
Legados al borde de la desaparición

Legados al borde de la desaparición

La de Félix Rodríguez de la Fuente echa el cierre. La crisis, la falta de fondos y problemas de gestión han puesto en peligro a entidades que buscaban extender la obra de sus nombres

Antonio Corbillón

Miércoles, 16 de noviembre 2016, 20:10

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Al final, las cargas de profundidad que destila la filosofía Trump van a llegar más lejos de lo que el propio Donald va soltando aquí y allá como escopetazos de feria. Hasta el mismo día de las elecciones norteamericanas reclamó el cierre inmediato de la Fundación Clinton, a la que definió como «la empresa más corrupta de la historia». También en España, las fundaciones vinculadas a los grupos políticos y subvencionadas con dinero público se han visto salpicadas de sospechas por el uso de un dinero que casi siempre iba más allá de alimentar a sus contenedores de ideas y de creación de opinión. Asimismo, detrás del modelo de fundación, grandes empresas y fortunas privadas han buscado refugio a sus fondos o la captura de ayudas que incluían un trato fiscal ventajoso.

Pero los coletazos finales de la crisis también han derribado a instituciones de enorme calado cultural y social surgidas bajo el paraguas de grandes personalidades públicas. Proyectos que nacieron para extender una obra humana más allá de su vida y que, a la postre, solo la han llenado de lodo.

«Me sabe mal este final para algo que lleva el nombre de mi padre». La voz de Odile Rodríguez de la Fuente no puede disimular el derrotismo del callejón sin salida. Estos días echa el cierre la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, que nació hace doce años para honrar la obra del gran arquitecto del medio ambiente español (Poza de la Sal, Burgos, 1928-Alaska, 1980). Doce años de trabajo pulverizados, en peligro de extinción como sus queridos linces ibéricos u osos del Cantábrico. Llegaron a tener hasta 25 empleados y ser un interlocutor del ambientalismo español. ERE tras ERE, ahora solo queda un trabajador, la propia Odile, que admite no tener argumentos para responder a la deuda de 1,1 millones de un contrato-préstamo firmado con el Ministerio de Industria. Ya no tienen ni sede. Ella misma hace una gestión básica de la web desde su casa. «Los únicos que no quieren darse de baja son los del Club de Amigos», afirma con agradecimiento pero sin esperanza.

Marcelle Parmentier, viuda de Félix, y su hija Odile pensaron en algo que ensanchara aún más el legado que se perdió en aquel accidente de avioneta en Alaska. Todo iba sobre ruedas y los proyectos con sello ecoambiental y educativo se multiplicaban. El tsunami de la crisis tardó en llegar a las entidades no lucrativas. Pero lo hizo con toda crudeza. «Fue a partir de 2010 cuando los planes plurianuales de ayudas se hunden», recuerda la presidenta de la Fundación Lealtad, auditora del sector.

«En los últimos seis años nos hemos reorientado para lograr proyectos de negocio y diversificarnos. Todo en vano. Y además somos una fundación sin patrimonio», confirma la hija del creador del serial El Hombre y la Tierra». Pero solo comenzaron a cavar su actual entierro. En 2009, el ahora muy imputado expresidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, firmó con Odile un contrato de colaboración. Comenzaron ambiciosas iniciativas como el Observatorio sobre Árboles Singulares y Monumentales o EnArbolar (BigTrees4Life), un gran proyecto con fondos europeos que el Gobierno autonómico debía financiar con más de 558.000 euros a través de su empresa Imelsa. Una sociedad que después sería intervenida al demostrarse que también era una tapadera para justificar pagos sin contrato alguno. Al menos, las auditorías concursales realizadas hasta ahora no han demostrado que la fundación ambiental tenga implicación alguna en operaciones irregulares.

Zapatero, a tus zapatos

En su huida hacia adelante, la Rodríguez de la Fuente acudió en 2010 a los Planes Avanza del Ministerio de Industria, que ofrecían ayudas mitad subvención, mitad préstamo a largo plazo. La ficción contable aguantó en difícil equilibrio hasta 2014, cuando todas las mechas de la mascletá política valenciana explotaron a la vez. Imelsa fue intervenida y todos sus pagos paralizados.

La falta de fluidez impidió responder al Ministerio de Industria. Ni siquiera el nombre que había detrás ablandó al entonces ministro José Manuel Soria, ni a su sucesor. «No tenemos por qué ser más que nadie, pero solo hemos recibido silencio y avisos de cuánto debemos a Hacienda», admite la hija de Félix. La cifra final supera el millón de euros, que deberían saldarse en un máximo de diez años. Ni siquiera hay consuelo en el hecho de que, cuando baje la persiana del todo en su céntrica calle de Fuencarral de Madrid, no estará en juego nada del legado cultural de quien le da nombre y señas de identidad. «No, lo que creó mi padre en vida no está en juego. Su nombre era más grande que todo eso. Y éramos una fundación sin patrimonio alguno», concluye Odile. El acto que compartió con la Reina Sofía hace tres semanas podría ser el último de su agenda.

Seguramente, la suerte ya echada de esta entidad tiene que ver con que ha incumplido el abc de la supervivencia del sector. «Mayor profesionalización, transparencia, buen gobierno, colaboración y una estrategia clara. Cuando más te falta de todo esto, más posibilidades tienes de fracasar», advierte el director general de la Asociación Española de Fundaciones, Silverio Agea.

Esta organización representa a mil de las ocho mil fundaciones de todo tipo que hay en España. Pero entre ellas están las más destacadas. Hace un par de años presentó una radiografía general en la que el catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha Juan José Rubio concluía que «con menos se ha hecho más, pero se vislumbra un agotamiento del sector». Los dientes de sierra de ese cansancio explican la brevedad de muchos proyectos. Entre 2006 y 2009 se crearon tantas entidades que la cifra aumentó un 22,5% y colocó a España en segundo lugar, después de Alemania. En 2014 ya habían desaparecido más de un millar.

El capítulo cultural fue pionero. No hay gran prohombre (en mucha menor medida mujer) de las letras, las artes o las ciencias que no tenga un lugar en el que cultivar su legado. Como la de Félix, muchas nacieron con el nuevo milenio. Pero hace falta más que familia y leyenda para crear una senda por la que transitar. Agea no quiere hablar de las que sufren por «diferencias o peleas familiares», pero suele recetar a todas las que llaman a su puerta para pedir ayuda que sean «originarias y originales. Originario quiere decir zapatero a tus zapatos. Haz lo que sabes. Y original para responder a viejos problemas con fórmulas diferentes».

No han sabido hacerlo fundaciones como la de Rafael Alberti, Miguel Hernández, Francisco Ayala, Antonio Gala o Juan Ramón Jiménez, nombres claves en la cultura del último siglo y cuya voz se ha ido agotando a medida que el grifo de la financiación pública se iba cerrando sin remisión.

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