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Theresa May, primera ministra de Gran Bretaña.
Ahora les toca a ellas

Ahora les toca a ellas

¿Nuevo orden mundial femenino? Si Trump no lo impide, la primera potencia del mundo y las dos principales economías europeas estarán dirigidas por mujeres

IRMA CUESTA

Viernes, 22 de julio 2016, 20:28

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Theresa May tenía 17 años cuando le dijo por primera vez a sus amigos que algún día sería primera ministra. Casi medio siglo después, con las palabras de Isabel II encargándole que tome las riendas del país aún resonando en sus oídos, la hija del vicario de Oxfordshire es la prueba irrefutable de que existe gente capaz de conseguir lo que se propone.

A punto de enfrentarse al gran reto de su carrera, poner orden en una más que complicada Gran Bretaña, esta mujer recta y austera -solo ha confesado una irrefrenable debilidad por los zapatos- acaba de entrar por méritos propios en el selecto club de mujeres presidentas de un país poderoso. Una suerte de liga femenina de la que, hasta ahora, Angela Merkel era el máximo exponente. Sin embargo, si a la vuelta de unos meses soplan vientos favorables para los demócratas, y Hillary Clinton cumple el sueño de convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos, tres de las principales potencias del mundo estarán lideradas por señoras. ¿Se avista una era de mujeres poderosas? ¿Estamos ante el amanecer de un orden mundial femenino? El debate es intenso, aunque son numerosos los expertos que recuerdan que aún hay muchas más princesas Disney que heroínas, más reinas de la belleza que jefas de Estado.

Pau Canaletas, director del Centro Catalán de Análisis e Información Internacional, certifica que el peso de la mujer en la política sigue creciendo y que asistimos a un cambio sustancial en la manera de hacer política. «Occidente se está feminizando. Complicidad, capacidad para llegar a acuerdos y mostrarse receptivo son valores tradicionalmente femeninos a los que esta parte del mundo tiende cada vez con mayor fuerza», asegura, al tiempo que aporta pruebas indiscutibles: «Cuando Obama y Hillary se enfrentaron en las primarias de 2008, ella adoptó el papel masculino y él el femenino. Más dulce, más cercano, Barack hizo llegar su mensaje a los electores con mucha más facilidad y, a pesar de que la candidata era más capaz y estaba más preparada, fue él quien lo logró».

Las tres mujeres protagonistas de este reportaje son muy diferentes entre sí, pero coinciden en que ninguna de ellas ha hecho de su condición femenina un elemento diferenciador. En cualquier caso, según Canaleta, los ejemplos de Merkel, May y Clinton no sirven para proclamar el desembarco generalizado de la mujer a los más altos niveles de la política mundial.

De los 194 países soberanos reconocidos por la ONU, solo 22 tienen una jefa de Gobierno o de Estado. Y la cosa no mejora demasiado en la segunda línea: el número de parlamentarios del planeta que visten falda no llega al 23%. Solo en Ruanda (56%), Andorra (50%), Cuba (49%) y Suecia (47%) ellas son tantas, o casi tantas, como ellos.

El empujón de Merkel

Lo que nadie discute es que las mujeres habrán dado un paso de proporciones estratosféricas si finalmente Hillary Clinton accede a la Casa Blanca. Esta abogada ha vivido por y para la política desde que tuvo uso de razón, ha sido capaz de aguantar lo que la mayoría habría considerado intolerable, como la infidelidad de su esposo con una becaria, para conseguir su objetivo. Según los analistas, la importancia reside no tanto en el número como en la magnitud del país que está llamada a dirigir. Y es que, ¿quién conoce a la presidenta de Lituania, de Liberia, Malta, Nepal o Corea del Sur?

Silvia Claveria, investigadora en la Universidad Carlos III y miembro de Politikon -uno de los blogs políticos de referencia en España-, destaca su importancia por su valor simbólico. «Está demostrado que una mujer al frente de un organismo poderoso hace que el resto se involucre más. Ocurrió en Alemania con Merkel. Que una mujer se hiciera con las riendas del Gobierno, y que además se comprometiera en un momento complicado, ha hecho que con el tiempo la sociedad observe esa realidad con naturalidad. Y que muchas congéneres, que quizá de otra manera no lo habrían hecho, se hayan interesado por la política».

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  • Suiza. A pesar de que Suiza fue el anteúltimo país de Europa en reconocer el derecho al voto de las mujeres (febrero de 1971), actualmente tienen una presidenta. Simonetta Sommaruga ocupa el cargo desde 2015.

  • Noruega. Erna Solbergcing (1961) gobierna su país desde 2013. Ella no es, en cualquier caso, la primera que lo hace Gro Harlem Brutdland ya estuvo al frente del parlamento de un país que sigue a pies juntillas la regla no escrita de equilibrio de género.

  • Croacia. Kolinda Grabar Kitarovic, una diplomática que ejerció diferentes cargos de responsabilidad como embajadora en Estados Unidos y Ministra de Exteriores, es desde hace un año la presidenta de su país. Tiene 47 años y es la primera mujer en alcanzar semejante estatus.

  • Lituania. Dalia Grybauskaite tiene 60 años, es cinturón negro de kárate, habla cuatro idiomas (inglés, francés, polaco y lituano) y tiene en Margaret Thatcher su referente político. Es presidenta desde 2009.

  • Nepal. Bidhya Devi Bhandari es la primera mujer en ocupar ese cargo en el país del Himalaya. Activista desde era una adolescente -es marxista-leninista-, se hizo muy popular en 1993, cuando su marido, el líder comunista Madan Bhandari, murió en un accidente.

  • Corea del Sur. Hija del antiguo dictador Park Chung Hee (1961-1979), la sonriente pero implacable Park Geun Hye ganó las elecciones presidenciales de 2012. Su victoria agrandó la larga lista de países asiáticos en los que el gobierno ha quedado en manos de huérfanas o viudas de políticos y estadistas.

  • Liberia. Ellen Johnson Sirleaf va ya por su segundo mandato. La primera mujer elegida jefe de Estado en África, reconocida con el premio Nobel de la Paz, ha logrado incrementar el PIB de su país en un 7%.

  • Chile. Michelle Bachelet, que no pasa por su mejor momento, va por su segunda legislatura.

  • Brasil. Dilma Rousseff gobierna desde 2010 el país más poblado de América Latina.

  • Polonia. La conservadora Beata Szydlo, miembro del partido Ley y Justicia, es la primera ministra de Polonia desde 2015. Etnóloga, de 52 años, está considerada la cara amable de la derecha polaca. Es hija de un minero y tiene un hijo seminarista.

Angela Merkel se convirtió en 205 en la primera mujer canciller de la república alemana. Desde entonces, además de las de casa, ha gestionado crisis globales de la envergadura del crack de 2008, la bancarrota de Grecia o la ola de refugiados. Ahora, mientras elabora un plan que permita la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea con el menor número de traumas posible, la mujer que asumió la responsabilidad de liderar Europa cuando nadie parecía dispuesto a hacerlo, se prepara para su cuarto mandato quinquenal.

Los analistas opinan que ella, considerada el año pasado por la revista Forbes la mujer más poderosa del mundo, a diferencia de Clinton y May, nunca tuvo ambición política. «La señora Merkel llegó al poder por pura responsabilidad. Marcada por sus circunstancias personales -es hija de un pastor luterano y nació cuando Alemania aún estaba partida en dos-, asumió con resignación el encargo de manejar el barco en un momento en el que la tempestad arreciaba», recuerda Canaleta, convencido de que, con el tiempo, se la valorará como corresponde.

Lo que nadie discute es que, de momento, la relación y la relevancia de hombres y mujeres con el poder político sigue siendo desigual. Un dato: aunque ellas son prácticamente tantos como ellos -un 50,4% frente a un 49,6%, según datos de 2015-, representan solo el 11% del poder presidencial.

Marta García Lastra, profesora de Sociología en la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria, tiene una explicación a semejante desajuste. «Somos herederos de una cultura en la que el mundo de lo público recaía en manos de los varones; un mundo cuya representación más clara puede ser precisamente el ámbito de la política».

En España, complicado

Y, en su opinión, son muchos los datos que apuntan a que el proceso es lento y aún queda por hacer. «Si Hillary Clinton gana las elecciones norteamericanas resultará muy significativo. Aún consiguiéndolo, en un país como Estados Unidos, una de las cunas del feminismo, habríamos tenido que esperar a la segunda década del siglo XXI para ver a una mujer ocupar la Casa Blanca». La socióloga mantiene que la novedad radicará en la fuerza de los países que tendrán al frente a mujeres: «El hecho de que ocupen estas posiciones contribuirá al fortalecimiento de nuevos modelos de identidad para las más jóvenes».

En España, de momento, va a estar complicado que una mujer se mude a La Moncloa en calidad de presidenta. Salvo que dos de los cuatro candidatos en liza, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, den un paso atrás y Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz aprovechen la coyuntura. Habrá que conformarse con que las dos grandes ciudades del país estén en sus manos. Manuela Carmena y Ada Colau sostienen el bastón de mando en los ayuntamientos de Madrid y Barcelona desde 2015. Y otra mujer, Cristina Cifuentes, ocupa el despacho presidencial de la Comunidad de Madrid desde entonces. Van escalando puestos, pero cuesta: solo el 34% de los cargos ejecutivos de los siete grandes partidos españoles son mujeres y la representación femenina en el Congreso no supera el 36%.

Aún así, es verdad que de un tiempo a esta parte hay muchas más mujeres visibles. Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del PP; Inés Arrimadas, presidenta del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña; Meritxell Batet, secretaria de Estudios y Programas del PSOE; Mónica Oltra, vicepresidenta de Valencia; y Carolina Bescansa, la mujer más poderosa dentro de Podemos, son la prueba de que algo está pasando, aunque aún quede darle un empujón al asunto. Sin duda, ver convertido en primera dama a Bill Clinton podría resultar el golpe de efecto definitivo.

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