Borrar
Pioz, en Guadalajara, con su piscina municipal sin pagar y su castillo al fondo.
Empeñado hasta el año 10000

Empeñado hasta el año 10000

Antes de que la burbuja inmobiliaria le estallara en la cara, Pioz era un pueblo rico

IRMA CUESTA

Lunes, 15 de febrero 2016, 21:10

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En Pioz aún recuerdan cuando vivían como si no hubiera mañana. Las fiestas en las que los conciertos de Medina Azahara se alternaban con los de Celtas Cortos; las verbenas hasta el amanecer y la plaza de toros a reventar con carteles que no tenían nada que envidiar a Las Ventas.

Hace poco más de una década, antes de que la burbuja inmobiliaria les estallara en la cara, este municipio de Guadalajara sin nada de particular más allá de la iglesia de San Sebastián y el imponente castillo del Cardenal Mendoza, era una juerga. Y no solo porque había trabajo para dar y tomar y el dinero entraba a espuertas, sino porque lo mejor pensaban estaba aún por llegar.

En realidad, solo hacía falta esperar a que todas aquellas casas de las flamantes urbanizaciones de Trascastillo, El Bosque del Henares, Valcastillo, Las Suertes, Montealto, La Arboleda, Los Charquillos... se llenaran de inquilinos. El pueblo pasaría entonces de poco más de tres mil a 25.000 habitantes más o menos, los que entraban en las siete mil viviendas que en su mayor parte hoy languidecen a los pies de la fortaleza y, definitivamente, la fortuna habría llegado a Pioz para quedarse.

El problema surgió cuando, allá por 2007, los chalets dejaron de venderse y muchos promotores, presas del pánico, huyeron del pueblo dejando aquello abandonado a su suerte y al Ayuntamiento endeudado hasta las cejas. En poco tiempo, Pioz abandonó la senda de la prosperidad para colocarse a la cabeza de los pueblos más endeudados de España: 10 millones unos 3.000 euros por vecino, en un municipio con unos ingresos de poco más de dos que no llegan ni para pagar los intereses. «Hemos pasado de ver torear a Iván Fandiño a no tener ni para cambiar las bombillas del alumbrado público», cuenta Elena, una joven del pueblo que de vez en cuando echa una mano en la cafetería de su padre y que sueña con buscarse algo fuera en cuanto pueda.

La historia habría terminado con unas cuantas casas a medio hacer en las afueras del pueblo si no fuera porque los responsables municipales entendieron que todo aquello había que acompañarlo de un plan de infraestructuras a la altura de las circunstancias: depuradora, colectores, luces, calles y aceras, rotondas, señalización... y, por supuesto, piscina, centro cultural y ambulatorio. «Aquí todo el mundo tuvo claro que no era el momento de escatimar: había que adecuar los servicios a la futura población cuanto antes», recuerda Rafa que, creyendo que el pueblo se haría rico, se sacó una licencia de taxi y se preparó para prosperar.

«No sé cómo saldremos»

Desde luego, Pioz no es el único ayuntamiento de España que con el boom del ladrillo empeñó hasta los calzoncillos, pero sí al que más se le fue de las manos. Diez años después es el municipio de su tamaño más endeudado porque, incapaces de pagar los intereses, la deuda no ha dejado de aumentar. Ricardo García, un catedrático de la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares que las últimas elecciones encabezó la candidatura de Podemos, es ahora el alcalde. Cuando se le pregunta cómo se le ocurrió meterse en ese tinglado, contesta sonriendo que alguien tenía que hacerlo. Aunque la verdadera cuestión es cómo piensa salir de ésta. «Lo cierto es que no lo sé. De momento estamos a punto de lograr que la depuradora, que quedó a medio hacer y costó once millones de los que aún debemos más de cinco, comience a funcionar. Porque, por si fuera poco, se nos acumulan las multas de la Confederación del Tajo por los vertidos. Luego tendré que presentarme en la Junta de Castilla-La Mancha y plantear el problema. Esta deuda tiene que declararse ilegítima, de otro modo no creo que haya salida». Y debe ser cierto porque ya hay quien ha echado cuentas y asegura que, al paso al que van, tardarán 7.058 años en pagar lo deben, lo que les sitúa casi en el año 10000 para saldar su déficit.

A pesar de todo, Ricardo aún tiene ánimo para ver el lado bueno. «Por horrible que parezca la situación, podría ser peor. Construyeron 14 urbanizaciones pero hay suelo para otras once que al final se paralizaron. Eso, en un municipio que, antes de la especulación más salvaje de todos los tiempos, solo tenía 300 vecinos».

La prueba de que ya no hay tanta gente con ganas de instalarse en el pueblo es que las inmobiliarias están sembradas de ofertas de chalés, adosados y sin adosar. Por 100.000 euros, se puede comprar uno de 120 metros «a estrenar». Mucho menos de lo que pagó José hace diez años cuando decidió dejar Madrid y mudarse a Pioz creyendo que hacía un buen negocio.

Además de deudas y casas vacías muchas llenas hoy de okupas, poco queda de aquella época de fiesta y prosperidad al calor del ladrillo. Quizá solo lo recuerde ya el mensaje de la centralita del Ayuntamiento: «Está usted hablando con el Ayuntamiento de Pioz. Si quiere hablar con urbanismo pulse el 1. Si no, espere que le atenderemos». Ahora todos esperan.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios