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david matarranz
Domingo, 16 de abril 2017, 13:40
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Ayer era Sábado Santo, y en Segovia no teníamos procesiones. Pero eso no significa que las cofradías y hermandades estuvieran en su casa quietas. Ayer fue un día de mucho trabajo en cada una de las sedes. Era el día de recoger y limpiar todo el patrimonio. Instrumentos, tronos, trajes y lo necesario para hacer una procesión hay que guardarlo para el año que viene. Y esa labor se prolongará durante los próximos días.
Es un trabajo oscuro e ingrato. Al de preparar las cosas siempre se suman más personas, además está la ilusión porque llegan las fechas señaladas, pero la labor de recoger Es como el día después de la fiesta. Recoger el confeti y las botellas vacías casi siempre se hace en soledad o en minoría.
Por eso es importante esta labor que asumen los incondicionales de cada cofradía, que están al pie del cañón no solo en las grandes jornadas y luciendo medalla o vara de mando, sino cuando hacen falta.
En una cofradía todos son importantes, pero esos que nunca fallan, son imprescindibles. Es una labor de equipo que muchos desconocen cuando ven pasar los pasos en la procesión. Detrás de esta hay mucho tiempo y trabajo no pagado. Y en Segovia no andamos sobrados de recursos, de modo que muchas veces casi siempre sale todo bien porque acabamos pidiendo favores.
La evolución de las cofradías segovianas es evidente, y a mejor. Pero esa labor de crecimiento se debe completar también con el trabajo de consolidación de las mismas. Buscando que siempre haya relevo o gente dispuesta a tomar el timón. Que los cambios por venir no afecten a su futuro.
Hace tiempo leí a un intelectual que escribía: «El Estado es lo que queda entre gobierno y gobierno». Aplico esa reflexión a las cofradías, que un cambio de gobierno no afecte a su futuro. Que se aseguren contar con un Estado sólido, y este, generalmente, suele formarlo esa infantería que siempre acude a la llamada, independientemente de quién sea la junta directiva que esté en ese momento al mando.
Mi aplauso para los cofrades que siempre están ahí dispuestos, sin protagonismo y dedicando tiempo y trabajo. Ellos son los verdaderamente imprescindibles del mundo cofrade.
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