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Sábado, 8 de abril 2017, 11:59
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Hizo una tarde espectacular, como pocas se recuerdan, y el barrio entero lo celebró con entusiasmo. Ha habido años de frío, de lluvia, incluso de nieve... Que salga un Viernes de Dolores como el de ayer es para estar contentos.
Diecinueve años son los que llevan los vecinos de San José Obrero disfrutando de la representación que todos los años hacen de la Pasión de Cristo, un vía crucis viviente que implica a todo el barrio, porque son los habitantes de San José Obrero quienes dan vida a los protagonistas del Nuevo Testamento y escenifican los últimos y angustiosos días de la vida de Jesús de Nazaret. Sin duda, la Pasión según San José es uno de los actos de la Semana Santa segoviana que más espectadores reúne. Solo en la representación toman parte alrededor de 150 personas, de las que medio centenar son actores, pero los espectadores que se agolpan en las calles de los barrios de San José, la Comunidad de Ciudad y Tierra y El Palo-Mirasierra suman varios centenares más.
El cortejo salió de la iglesia parroquial a las ocho de la tarde. En la plaza de San José se representó la Última Cena. El vía crucis descendió después por la calle Tomasa de la Iglesia y enfiló la calle Atenas hasta llegar al Parque Infantil de Tráfico, donde tuvo lugar la escena de la oración en el Huerto. De ahí, a través de las calles París, Dublín y Pinares Llanos, actores y público penetraron en el nuevo barrio de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, donde se desarrolló el resto de las estaciones, el expolio de Jesús y la crucifixión. Tras el regreso, ya bien entrada la noche, el vía crucis concluyó en el templo, donde había de representarse la Resurrección.
La Pasión de San José empezó en 1998 a iniciativa de un grupo de vecinos, miembros de la Cofradía de Nuestra Señora de La Piedad. Y son los propios vecinos los que toman parte en la representación, como es el caso de Miguel Ángel Herranz, que volvió a interpretar el papel más complicado, el de Jesucristo. Después de tantas representaciones, Miguel Ángel domina el personaje a la perfección, tanto como Fernando Marín, panadero del barrio, el de Poncio Pilatos. Y no es fácil hacerlo.
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