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El paso de ‘La entrada de Jesús en Jerusalén’, llevado por cofrades del Santo Sepulcro, en la procesión del Domingo de Ramos del año pasado.
Imágenes sexagenarias

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‘La Borriquilla’ cumple sesenta años, los mismos que en 2015 lo hicieron los dos pasos titulares de la cofradía de Jesús Nazareno, los tres creados por Víctor de los Ríos

FErnando Caballero

Domingo, 20 de marzo 2016, 13:42

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De los 40 pasos que desfilan en las procesiones palentinas, 19 están firmados en los siglos XX y XXI. Hay otros dos del siglo XX, aunque su autor se desconoce, Las lágrimas de San pedro, de 1918, y la Virgen del Rompimiento, de 1929. Ambas tallas pertenecen a la cofradía de la Vera Cruz. Es decir, más de la mitad de los pasos que recorren las calles palentinas desde el Viernes de Dolores son modernos, lo que evidencia cómo se ha enriquecido el patrimonio penitencial.

Este 2016 se cumplen sesenta años desde que se estrenó uno de los más populares La entrada de Jesús en Jerusalén, más conocido como La Borriquilla, y el año pasado cumplieron la misma edad otros dos pasos muy venerados: Jesús Nazareno con el Cirineo y la Nuestra Madre la Virgen de la Amargura. Ambas pertenecen y son titulares de la cofradía de los nazarenos. Estos tres pasos fueron creados por el escultor Víctor de los Ríos (Santoña, Cantabria, 1909-Santander, 1996), considerado el gran imaginero español del siglo XX. Este escultor trabajó en España para diócesis, parroquias, cofradías, conventos y monasterios. En Palencia, las hermanas nazarenas poseen varias obras suyas: la escultura de cuerpo entero y un busto del obispo Manuel González su fundador, una talla de la Inmaculada, un Cristo Crucificado y el altar de la capilla de la carretera de Burgos. Para las carmelitas de Carrión de los Condes esculpió un Cristo Crucificado, el Sagrario y una Virgen del Carmen. También es el autor del Crucificado de la capilla de la hospedería del monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas.

Colecta popular para comprar un paso que costó 602 euros

  • La cofradía del Santo Sepulcro, que entonces estaba dirigida por el hermano mayor, Anastasio Manuel, organizó una colecta popular para financiar el paso, que costó 100.000 de las antiguas pesetas (6o2 euros). La nueva borriquilla fue bendecida por el obispo Souto Vizoso el 24 de marzo de 1956 y desfiló por primera vez en la procesión de Ramos del día siguiente, en una jornada nubosa que terminó con una fuerte chaparrón.

La cofradía de Jesús Nazareno adquirió a mediados del siglo XX dos pasos a Víctor de los Ríos. En junio de 1940 se derrumbó el local donde los nazarenos guardaban las imágenes, entre otras dependencias de su palacio de la plaza de San Pablo. Algunas imágenes quedaron inservibles, por lo que se inició entre los hermanos un debate sobre la conveniencia de adquirir otras o restaurar las dañadas.

Años más tarde, en 1952, se crea en la cofradía una comisión pro mejora de la procesión del Viernes Santo, la de Los Pasos, que se dedica, entre otros fines, a recaudar dinero para la compra de imágenes. La comisión se planteó adquirir una talla de la Virgen de la Amargura. En el cabildo del 3 de junio de 1954 se presentó la propuesta de Víctor de los Ríos, que cobró 30.000 de las antiguas pesetas por la talla y 55.000 por el trono. El cabildo aprobó la propuesta por unanimidad.

La imagen fue tallada en madera noble, mide 1,80 metros y su estilo se encuadra en la escuela castellana, según las cláusulas del contrato que se firmó en 1954, aunque la obra no llegaría hasta la Semana Santa del año siguiente, 1955, cuando se estrenó. La Virgen de la Amargura es una bellísima talla mariana, coronada, con un imponente manto de color negro con estampados en oro y velo blanco y una mirada profunda, sin una orientación clara más allá del dolor provocado por el destino del hijo.

Víctor de los Ríos la representó sola y con la mano en el pecho. En la representación de la Virgen de la Amargura, Jesús aún no ha muerto, por lo que el escultor ha huido de la expresión dolorosa y patética para ofrecer una sensación sosegada y tranquila el dolor vendrá después. En el rostro de esta talla se advierte, no obstante, un momento de preocupación e incertidumbre por el destino de su hijo.

Talla cotitular

La sensación que produjo esta talla fue tan positiva que la cofradía de Jesús Nazareno la convirtió en cotitular, y en 1955 se creó una procesión específica para la Virgen de la Amargura, que gestionó un grupo de mujeres que se organizó en torno a esta hermandad con la consideración de devotas y no de hermanas, y que sustituyó a la procesión del prendimiento, que se dejó de celebrar hasta 1988, cuando se recuperó con la colaboración de la cofradía de Jesús de Medinaceli.

Aunque la cofradía de los nazarenos ya tenía el paso del nazareno llamado El Viejo, de Tomás de la Sierra, de 1717, una serie de casualidades favorecieron que otra gran talla del nazareno se incorporara a su patrimonio. La historia de la cofradía, escrita por Luis Alberto López Sevilla, relata que a los hermanos que fueron a Madrid a por la Virgen de la Amargura, Víctor de los Ríos les ofreció el paso de Jesús Nazareno con el Cirineo, una obra que él ya tenía hecha para otra ciudad, pero que no llegó a ese destino. El escultor les ofreció el paso por 200.000 pesetas, precio que incluía el trono, con las condiciones de pago que eligiera la cofradía.

La comisión pro mejora de las procesiones propuso que la obra se trajera a Palencia para exponerla a los hermanos antes de adoptar una decisión. El paso, una imponente talla de vestir, gustó tanto que cuando se adoptó el acuerdo de comprarlo, hubo unanimidad. Y más todavía, restó importancia al nazareno de Tomás de la Sierra, cuya titularidad quedó relegada por el nuevo, incluso dejó de desfilar en la Semana Santa palentina hasta que fue recuperado en la procesión del Silencio y Penitencia, en la madrugada del Viernes Santo.

La iconografía representa el nazareno como el Jesús más sufridor, lo que invita a los escultores que lo han plasmado a tallar rostros de dolor, ensangrentados por las espinas de la corona. Esta es la imagen de Víctor de los Ríos, con un rostro sobrio, dolorido y de bella factura, con la cabeza ligeramente inclinada hacia el suelo y los ojos mirando también hacia abajo, buscando el apoyo necesario para tanto sufrimiento del cuerpo. La segunda figura, la de Simón, el cirineo, aparece más tranquila y serena. En él se refleja al hombre que se ve obligado a soportar la cruz del sentenciado a muerte, al que ni siquiera conocía.

Vendida a Barruelo

La Entrada de Jesús en Jerusalén, la popular Borriquilla sustituyó a una imagen con el mismo tema fechado en el siglo XVII que se vendió a la parroquia Barruelo de Santullán y allí se ha perdido. Es un paso muy querido en Palencia y protagoniza uno de los momentos más brillantes de la Semana Santa, la despedida con el batir de palmas en la calle Lope de Vega, además de crear uno de los cuadros también más simpáticos, al desfilar rodeado de niños de todas las cofradías.

Este paso es un grupo escultórico formado por Jesucristo montado en una borrica en posición de bendecir a los fieles y una samaritana con un niño de la mano. Víctor de los Ríos representó esta escena con un mensaje triunfal y majestuoso. El escultor, persona muy religiosa, trasladó con fidelidad los mensajes del Evangelio a sus obras, y La entrada de Jesús en Jerusalén aparece como un momento de gozo por la llegada del Salvador, del hijo de Dios.

Escultóricamente, la figura de Cristo está muy bien lograda. Aparece montado en el lomo izquierdo, con la túnica sujeta con cíngulo y la capa, que destaca por sus pliegues de estilo realista. Víctor de los Ríos tiene otra obra con el mismo tema, la que creó para la Semana Santa de Hellín, provincia de Albacete, en 1959, posterior a la de Palencia. Ambos conjuntos escultóricos son muy similares, prácticamente idénticos, y lo que sí cambia, además de algunos tonos cromáticos, es la imagen de la samaritana y el niño, que en Palencia miran a la derecha y en Hellín, a la izquierda, aunque también puede ocurrir que este desfase sea fruto de la coloración de las figuras por los hermanos cofrades, porque lo cierto e que las imágenes son muy similares.

En estos tres magníficos pasos de Víctor de los Ríos confluyen las características de la producción de este escultor cántabro: corrección formal en el volumen y en la anatomía de los personajes y religiosidad sincera y expresiva, sin llegar al efectismo teatral ni a la excesiva carga dramática. De los Ríos cultivó una imaginería mesurada en la expresión, sin perder la fuerza de pasos potentes.

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