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El cerdo sacrificado este año tenía un peso de 215 kilos. Mariano García
Los vecinos de Casla, entre chorizos y torreznos

Los vecinos de Casla, entre chorizos y torreznos

La tradición de celebrar una matanza del cerdo a la antigua usanza cumple ya doce años

a.e.c.

Segovia

Martes, 23 de enero 2018, 13:30

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Una vez más, y ya van doce años consecutivos, la localidad de Casla ha acogido la tradicional ceremonia de la matanza del cerdo, oficiada por un grupo amigos y en la que también han tenido una participación activa varias vecinas del pueblo. De esta manera, se recupera una costumbre ancestral, prácticamente perdida, pero que hasta pasada la mitad del siglo XX servía como principal fuente de alimentación para cada familia rural durante casi todo el año. Esta matanza a la antigua usanza, cuyas labores principales han ocupado dos días, ha servido para traer a la memoria de los matanceros muchos recuerdos de su niñez y juventud, cuando era normal la realización del rito en la mayor parte de las casas del pueblo, con el fin de garantizar la subsistencia de sus habitantes.

De la forma en que se viene realizando en la actualidad, esta matanza popular tiene mucho que ver con el ‘Romance de la matanza’, tal como lo cuenta y lo canta el Nuevo Mester de Juglaría en su CD ‘A ti, querido cochino’.

El primer día, el sábado, después de haber sacrificado al cochino, cuyo peso era de 215 kilos, el grupo de hombres allí reunido se encargó de quemarle el pelo prendiendo helechos y bálago de centeno, para después rasparlo hasta dejar la piel lisa y limpia. Luego se comenzó a despiezar al animal para dejarlo colgado del techo, ya vacío de vísceras.

Tras la preceptiva consulta al veterinario, se comentaron las anécdotas de la mañana en el curso de una comida, celebrada en el restaurante Las Eras y en la que se degustaron judiones guisados con oreja y otros tropezones. A continuación, se mezclaron la cebolla, la sangre y demás condimentos necesarios para elaborar las sabrosas morcillas, que se cocieron más tarde, al calor de un fuego de leña, dejando un jugoso caldo o calducho.

El domingo se terminó de destazar el cerdo, de manera que quedaron separadas las distintas partes de su cuerpo, para ser utilizadas en la preparación de cada uno de los ricos productos resultantes: lomo y costillares adobados, chorizo, torreznos, panceta o tocino, entre otros. La fiesta concluyó en buena armonía, en el mismo restaurante, con el deleite gastronómico que supone saborear una sopa de calducho, asadurilla, somarro, panceta y morcilla. Además, a lo largo de varias semanas, las personas que han intervenido de alguna manera en este rito ancestral tendrán la oportunidad de participar en sucesivas comidas, en las que se irá dando buena cuenta de las restantes partes y de los productos derivados de este generoso animal del cual, como bien se sabe, todo se aprovecha.

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