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alfonso arribas
Miércoles, 10 de mayo 2017, 18:36
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Resulta casi inédito, al menos en la última década, el hecho de que este año la mitad de las compañías participantes tengan el sello español. No significa que Titrimundi renuncie a su esencia internacional, pero sí habla de dos fenómenos objetivos.
Por una parte, las estrecheces presupuestarias (no ha habido crecimiento en los últimos cuatro años) impiden tanto la contratación de grandes formatos como el abono de lejanos desplazamientos, y eso ha afectado fundamentalmente a la otrora rica representación asiática o africana. Pero también, y esta es la parte positiva, esa abultada representación española evidencia que el salto de calidad se ha dado ya hacia dentro, o desde dentro. Observando el programa, aparecen compañías y espectáculos que independientemente de su nacionalidad justifican su inclusión por su brillantez, por trayectorias cada vez más sólidas y, este es el asunto definitivo, también por sus aportaciones innovadoras al género, como siempre ha hecho Francia en el panorama europeo e internacional.
Así, este año Titirimundi mira atentamente al teatro que se está desarrollando desde hace años en el País Vasco con dos propuestas realmente interesantes: Teatro Paraíso, que inaugurará el festival con su estimulante versión de Pulgarcito; y Amour, de la compañía Marie de Jongh, un montaje para adultos que va a sorprender por su puesta en escena y por su enjundia temática..
Dentro de esta muestra de poderío patrio también está La Chana, que se ha encaramado al podio de los clásicos de este festival, del que ha sido pregonero y para el que parece trabajar de embajador. La Gotera de Lazotea, Mutis, el eterno Rodorín y el maestro Federico Martín Nebrás son nombres que suman, como Rocamora y su Solista, la juglaría de Mayalde, la exquisitez de Eugenia Manzanera dedicada especialmente a los más pequeños o el Centre de Titelles de Lleida y Kissu, una tierna historia entre un perro, una niña y su abuelo.
En este terreno, en la irrupción de cada vez más y cada vez más meritorias compañías españolas que trabajan el teatro de títeres, el Festival segoviano tiene sin duda una alta cuota de responsabilidad. Más de 30 años de existencia y una coherencia a prueba de vaivenes, han contribuido no solo a generar público aficionado, sino a reavivar la cantera de profesionales.
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