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Bolsas de procesionaria en pinos de la urbanización de Marugán. Antonio Tanarro
La procesionaria amenaza el futuro de las urbanizaciones de Marugán

La procesionaria amenaza el futuro de las urbanizaciones de Marugán

En siete años las orugas han causado en el pueblo decenas de heridos y varios animales domésticos han muerto

Claudia Carrascal

Marugán

Lunes, 19 de marzo 2018

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Entre febrero y abril se extiende la época más peligrosa de la procesionaria del pino. Tras la fase larvaria las orugas descienden desde las ramas de los árboles, en las que crean sus nidos, hasta el suelo, y lo hacen en fila india para protegerse, de ahí su nombre común. Finalmente, se entierran en zonas blandas del terreno y pasan a la fase de pupa o crisálida, que eclosiona en verano y da lugar a las mariposas de corta vida. Los vecinos de Marugán conocen al dedillo cada una de las fases de la vida de este lepidóptero (Thaumetopoea pityocampa); también han experimentado sus riesgos y se han convertido en unos expertos en la lucha contra este insecto que lleva conviviendo con ellos desde hace siete años y que constituye la plaga más frecuente e importante en los pinares mediterráneos y del sur de Europa.

Marugán pone en marcha una técnica pionera para el control de los insectos

El vacío legal que existe en el uso de drones para fumigar espacios como este también les ha llevado a plantearse esta alternativa para combatir la procesionaria desde el aire, que se vislumbra como el tratamiento más efectivo, una alternativa que podría contar con el apoyo de la Junta. «Es una opción que estamos analizando, pero primero hay que hacer una buena configuración y asegurar la viabilidad. Es un proceso complejo porque hay que compatibilizar la erradicación de la oruga con el presupuesto y la legalidad vigente», asevera Roque. El delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Javier López-Escobar, explica que años de sequía como el pasado incentivan la proliferación de esta especie invasiva y, aunque considera que la procesionaria es un fenómeno que se produce en montes públicos y privados de toda la comunidad, reconoce que el problema surge cuando se cruzan las poblaciones con estas orugas. En este sentido, López-Escobar confirma que en los montes públicos la situación está «más o menos controlada» y no se puede hablar de plaga. Además, indica que al no haber apenas actividad no se percibe como un problema tan serio, ya que solo afecta a la silvicultura y a la bajada de rendimientos de los pinos. Por el contrario, «en zonas como Marugán la eclosión ha sido importante», apunta el delegado, quien admite que las fumigaciones con pértiga que se autorizan cada año no son los suficientemente eficientes. Por eso, López-Escobar ha mantenido recientemente una reunión con el alcalde del municipio y, tras conocer la situación, se ha mostrado dispuesto a analizar la petición y colaborar con el Consistorio para la erradicación de la plaga. «Hay un proyecto en marcha que pone la tecnología al servicio del control de estos insectos, es una técnica pionera que permitiría superar las barreras actuales. Por eso, la Junta de Castilla y León contribuirá a desarrollarla mediante el asesoramiento por parte técnicos expertos en la materia», avanza.

«La situación es insostenible y se puede decir que existe un problema sanitario en el municipio a causa de la procesionaria», sentencia el alcalde de Marugán, Francisco Roque. En el núcleo del pueblo la plaga está controlada, ya que solo afecta a una pequeña extensión. Sin embargo, las más de 600 hectáreas de las cuatro fases de las urbanizaciones inmersas en el pinar se encuentran infestadas.

52.000 pinos invadidos

Las cifras son desoladoras, hasta el punto de que entre el 40% y el 50% de los pinos resineros de esta zona de la Campiña segoviana se encuentran invadidos por la oruga. Es decir, unos 52.000 pinos, de los más de 130.000 existentes en las 2.200 parcelas la urbanización, han servido de cobijo y alimento a uno o varios de estos nidos, según los cálculos de Francisco Roque.

Los pinos y la procesionaria van de la mano por lo que el problema no es su existencia, si no la eficacia de los métodos para combatirla, explica el alcalde. Esta urbanización comenzó a construirse en los años 80 y desde los inicios los vecinos han sido conscientes de la presencia de este insecto en los árboles que rodean sus viviendas. Sin embargo, tras la prohibición de los métodos de fumigación aérea, en 2012, las orugas se multiplicaron y se convirtieron en un verdadero quebradero de cabeza para todos los habitantes del pinar.

En España, y atendiendo a la normativa europea, se incorporó en 2012, mediante un decreto ley, la prohibición de aplicar de forma aérea productos fitosanitarios en zonas urbanas, aunque estableció que podría aceptarse «en casos excepcionales».

Vecinos y alcalde consideran que el de Marugán ya ha sobrepasado los límites y puede calificarse de caso extremo porque está perjudicando a vecinos y animales. Hasta el punto de que muchos se plantean seriamente la idea de abandonar el pueblo, asegura el vecino y presidente de la cuarta fase de la entidad de la urbanización, Juan Francisco Torres.

Torres reside en este pinar desde 1996 y explica que al principio era una situación normal y los casos de afectados por la procesionaria eran aislados. Sin embargo, el problema cada vez es más serio y los residentes ya «no viven en paz», lamenta.

Los cuatrocientos vecinos que residen en este complejo de forma habitual saben cómo lidiar con la oruga y están siempre alerta, ya que los pinos afectados por la procesionaria se encuentran en el interior sus propias parcelas. «Tenemos nuestros mecanismos para acabar con ellas y evitar riesgos. En mi casa las cogemos con una pala antes de que se entierren y las echamos en un cubo con agua que tenemos preparado. Aunque durante muchos años las hemos estado quemando», comenta el alcalde.

Sin embargo, los fines de semana la población de Marugán se multiplica por cinco, alcanza los 2.000 habitantes y la situación se complica, ya que desconocen la elevada cantidad de oruga que existe y la exposición real a la que se enfrentan.

También afecta a los pinos en los que anidan y, aunque no suele causar la muerte del árbol, genera daños en sus acículas y provoca la defoliación, haciéndolos más débiles y vulnerables. Un árbol que ha sido atacado por la procesionaria se puede distinguir por la pérdida de ramas enteras y el amarronamiento de sus hojas. No obstante, lo más común es que puedan recuperarse una vez que las orugas abandonan el nido y bajan hacia la tierra.

Hasta 2012 se empleaba un único tratamiento, la fumigación de todo el terreno cada dos años desde una avioneta. A partir de entonces,cuando se prohibió la dispersión de fitosanitarios de forma área, vecinos y Ayuntamiento han tratado de combatir la plaga con fumigación terrestre y feromonas, pero no da los resultados esperados, indica Roque.

Entidades Urbanísticas y Ayuntamiento han invertido este último año entre 30.000 y 40.000 euros en tratamientos para erradicar la procesionaria, pero la eficacia es limitada. La última fumigación se realizó en octubre, fecha recomendada por los técnicos en función del ciclo biológico del insecto. Además, han colocado, en todo el perímetro, numerosas trampas de feromonas.

Uno de los principales problemas es la topología de la urbanización que esta surcada por calles separadas por un mínimo de 160 metros entre sí, cuando los cañones de fumigación terrestre alcanzan un máximo de 50 metros. «Esto supone que unos 100 metros de todas las parcelas quedan sin fumigar, ya que de las 1.800 viviendas cerca de un 50% o no están urbanizadas o sus propietarios no viven habitualmente en ellas, por lo que es imposible acceder al interior para realizar el tratamiento», advierte Torres.

Ante la imparable proliferación de la plaga, el Ayuntamiento ya ha solicitado ayuda a las administraciones para abordar la problemática. El primer paso que plantean analizar que tipo de biocida biológico, de acuerdo con la legalidad, es más efectivo. Otro de los cambios que prevén a corto plazo es situar las trampas de feromonas no solo en el perímetro de la urbanización para evitar que penetren, sino también en el interior.

Llamamiento a la campiña

El alcalde, Francisco Roque, también ha querido hacer un llamamiento a los pueblos cercanos a este pinar como Villacastín, Muñopedro o Lastras del Pozo, entre otros, para que actúen en sus zonas de influencia y traten la procesionaria en su parte del pinar. A su juicio, con una actuación conjunta y masiva los resultados serían más visibles.

Roque, confía que los contactos con las instituciones y la posible coordinación con municipios cercanos den resultados. También insiste en que hará todo lo que esté en su mano para evitar que por la plaga de procesionaria se pierda uno de los pocos pueblos de la Campiña segoviana que está en auge y que más riqueza genera.

Torres comparte esta visión y sostiene que no se puede permitir que una plaga arruine la ilusión con la que más de un millar de vecinos han comprado una vivienda en este enclave privilegiado. «Marugán no se puede convertir en un pueblo abandonado y lucharemos por ello», concluye.

Pelos urticantes, riesgos para la salud

Por el momento, esta temporada dos personas han tenido que ser hospitalizadas, decenas han acudido a urgencias por las reacciones alérgicas ocasionadas, entre ellos algunos niños, y varios animales, sobre todo perros, han fallecido a causa del contacto con los pelos tóxicos y urticantes de la oruga. Este insecto mide entre 4 y 6 centímetros en su fase de oruga, tiene la cabeza y la piel de color negro, mientras que los costados son de un tono grisáceo. Los pelos urticantes son su mecanismo de defensa y causan reacciones alérgicas que se manifiestan en forma de sarpullidos o erupciones en la piel, y también pueden ocasionar irritaciones en los ojos y, en ocasiones, problemas respiratorios.

Un problema más grave supone para las mascotas la procesionaria cuando se acercan a ella para olerla o morderla, ya que los pelos les originan una intoxicación que puede terminar provocando la muerte por envenenamiento del animal.

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