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Ana Vázquez, en la avenida del Acueducto. Antonio Tanarro
«Un celiaco tiene dos problemas, el coste de los productos y comer fuera de casa»

«Un celiaco tiene dos problemas, el coste de los productos y comer fuera de casa»

En la provincia de Segovia, la enfermedad afecta a alrededor de 1.500 personas

Carlos Álvaro

Segovia

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Domingo, 27 de mayo 2018, 10:53

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Un año más, la Asociación Celiaca de Castilla y León (Acecale) celebra hoy, 27 de mayo, el Día Nacional del Celiaco, cita que reivindica al enfermo y busca normalizar su vida social. En Castilla y León, más de 25.000 personas son celiacas, pero únicamente el 15% está diagnosticado. En Segovia, alrededor de 1.500 personas no pueden comer productos con gluten. Ana Vázquez, segoviana de 47 años, es una de ellas. Partidaria de dar visibilidad al celiaco, considera que la clave está en la información y el conocimiento.

–¿Cómo es el día a día del celiaco?

–Por resumir, diría que los problemas del celiaco se resumen en dos: el precio de la cesta de la compra y la hostelería, comer fuera de casa.

–¿Cuánto es más cara la cesta de la compra para un celiaco?

–Nunca lo he calculado en mi casa. La asociación nos dice que los productos sin gluten son cuatro veces más caros. Por ejemplo, una vienita de pan te cuesta dos euros, cuando una normal no pasa de cuarenta céntimos. Hay que tener en cuenta que es una enfermedad de origen genético y que en muchas familias hay más de un celiaco. Así que nuestra lucha está en conseguir algún tipo de ayuda, porque somos enfermos, ser celiaco no es una opción. Sabemos que hay países europeos que tienen ayudas, subvenciones, recetas... El único tratamiento que tiene un celiaco es no comer gluten. La asociación está trabajando mucho para que en España se nos faciliten ayudas. Ahora mismo no hay ninguna.

–Uno de los tópicos que conviene desmontar es que la enfermedad celiaca solo afecta a los niños...

–Los celiacos nacemos con una predisposición genética a padecer la enfermedad, pero esto no significa que la vayamos a desarrollar, ni tampoco sabemos el momento. Los médicos dicen que hay dos edades claves: la primera infancia, de los 0 a los 3 años, y entre los 30 y los 40.

–¿A usted cuándo le diagnosticaron la enfermedad?

–A los 39.

–¿Qué notó? ¿Cómo llegó al diagnóstico?

–La enfermedad celiaca no es fácil de reconocer. ¡Comemos pan todos los días! La enfermedad se hace crónica y empiezas a notar cosas: dolores de estómago, estreñimiento, diarrea... Claro, al que tiene un dolor de tripa es raro que le hagan una gastroscopia, al menos en los primeros momentos... Se atribuye a los nervios..., en fin, el diagnóstico se demora mucho. En mi caso, tardé casi cinco años en tenerlo. Y mientras, comía normal... Y llegan las jaquecas, la anemia... Y empiezas a sospechar que es algo digestivo..., hasta que te hacen las pruebas.

–Y no hay más tratamiento que apartarse del gluten.

–Exacto. No hay otro tratamiento.

Vayamos al supermercado...

–¡Uf! La primera vez que vas a comprar productos para celiacos se te cae el mundo. La cosa no se queda en el pan, las pastas o la harina... ¡Hasta una pasta de dientes puede llevar gluten! Todo producto que no es natural, que es elaborado, es susceptible de llevar gluten. Muchas veces, los espesantes, los conservantes, los colorantes se hacen a base de almidón de trigo. Es verdad que hemos mejorado mucho, que en los últimos diez años ha habido una mejoría. Yo soy celiaca desde hace ocho años y he notado ese progreso. Cada vez hay más supermercados, grandes superficies que tienen en cuenta a los celiacos. Se trata de cambiar el almidón de trigo por el almidón de maíz y señalizarlo en los envases de los productos. Esto nos ha facilitado mucho las cosas. Y, con el tiempo, te acostumbras a comprar en unos supermercados, las cosas que te gustan, en fin... Encontrarlo no es el problema, el problema es el coste que tiene.

–¿Limita mucho la dieta?

–No necesariamente. Sustituyes las harinas de trigo, cebada o centeno por otras que puedes tomar: maíz, arroz, garbanzos.

–Por ejemplo, en el desayuno, ¿qué toma?

–Muy fácil. Una tostada de pan sin gluten, con mermelada y mi café con leche. Otra cosa es que quiera desayunar fuera de casa.

–Ese es el otro caballo de batalla.

–Claro.

–¿Es muy grande la limitación?

–Sí, porque comer es también un acto social. Todo lo celebramos comiendo. El problema es cuando vas a un sitio y tienes que decir que eres celiaca, que te adapten la comida. Es verdad que también hemos mejorado, porque la ley obliga a los restaurantes a especificar las cartas...

–¿Eso se cumple?

–No siempre. No en todos los sitios, aunque ha mejorado. Pero la limitación es clara. No en todos los sitios llegan a conocer realmente cuál es tu problema. Luego está la contaminación cruzada...

–¿Qué es eso?

–En una cocina puede que te corten el queso sobre una tabla donde antes han cortado pan. Y el queso se infecta. Otro ejemplo: no puedes freír unas patatas en un aceite con el que antes has frito croquetas. Ese aceite está contaminado. Y la reacción está ahí, es inmediata. El aceite tiene partículas de gluten... Bueno, pues a las personas no celiacas les cuesta mucho entender todo esto. Y, claro, tienes que preguntar: ¿Pero el aceite es limpio? Y en algunos restaurantes te miran hasta mal. Cuesta, cuesta. Yo he vivido situaciones violentas.

–Dice, no obstante, que se está progresando.

–Sí, bastante. La asociación ha ayudado mucho.

–La visibilidad, la concienciación...

–Lo más importante es la información. La gente habla, cree que solo le pasa a los niños... La gente no sabe. Entonces, ¿qué hace el hostelero normalmente? Pues, ante la duda, te pone un filete a la plancha y se acabó, no vaya a ser. Hombre, la gente está más familiarizada ahora. Hay muchos niños celiacos. Hace años, a un celiaco no se le invitaba a los cumpleaños, por ejemplo. Y esto es un problema, porque te aísla socialmente. A mí me vino de adulta y me lo eché a las espaldas, pero si eres niño o adolescente es complicado. Con los niños ha habido verdaderos problemas, incluso depresivos.

–En Segovia son unos 1.500.

–Sí, eso dice la asociación. No conozco a todos, claro. Somos pocos los que participamos. Yo me lo tomo en serio porque estaba muy mal y ahora estoy muy bien. La asociación me ha ayudado mucho. Fue la que me enseñó, porque las instituciones sanitarias tampoco te lo ponen fácil... Te dan un papel en el que te dicen los productos que no puedes comer, que son básicamente trigo, centeno, cebada y avena, y allá te las entiendas. La asociación te guía, te ayuda, te recomienda restaurantes, hoteles... La asociación ayuda. En realidad, no es tan difícil. Ahora, en Segovia, llegan las Ferias y Fiestas y organizan el concurso de tapas, y nosotros no podemos probarlas. Una vez un restaurante hizo una tapa para celiacos, pero nada más. Me da rabia porque no puedo ir. Así que animo a los hosteleros a que lo hagan. Lo ideal es que todos podamos disfrutar de la semana de las tapas.

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