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césar blanco
Segovia
Sábado, 24 de marzo 2018, 13:40
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Pasajero presenta hoy, a las 22 horas, en la sala Beat Club, su tercer disco, ‘Antídotos fugaces’, un trabajo en el que los madrileños han dado más protagonismo a la electrónica sin perder su esencia rock. El ciclo Winter Indie City (WIC) ha logrado que la banda haga un hueco para compartir otra velada con el público segoviano, que ya pudo disfrutar de su contundente directo en una anterior edición del festival, que cumple ocho años como altavoz de las bandas alternativas.
–‘Antídotos fugaces’ se presenta como una evolución en su sonido. ¿Hacia dónde va ese rumbo?
–No sabemos muy bien hacia dónde va, creemos que eso es lo bonito de la música y de probar cosas distintas en cada disco. Queremos seguir manteniendo la esencia rock que tenemos, pero evolucionando para seguir creciendo y hacer cosas nuevas en el futuro. En este disco la evolución ha consistido en dar más protagonismo a la electrónica, en componer canciones más luminosas e irónicas, en dedicar más tiempo a cada uno de los procesos y sobre todo de cambiar la producción.
–Si la música es un antídoto, ¿cuál es el veneno que contrarresta?
–Cada uno tiene el suyo. Para nosotros muchas veces son las cosas que nos impiden pasar todo el tiempo que querríamos trabajando en música, las injusticias que vemos todos los días en el telediario, etcétera.
–¿Vivimos en una sociedad fugaz y despersonalizada? Se lo pregunto por su portada. ¿Nos estamos perdiendo cosas por esa velocidad?
–Desde luego. Vivimos en un mundo en el que estamos saturados de estímulos constantes que nos distraen, que nos alejan de lo importante. Las redes sociales, por ejemplo, parece que nos conectan pero en realidad nos vemos menos, compartimos menos momentos reales. En la música también sucede, ya no escuchamos los discos como cuando éramos más jóvenes, con calma y disfrutándolos. Nos perdemos muchas cosas por correr tanto.
–¿La independencia, musicalmente hablando, cómo se logra?
–Siendo fiel a lo que uno siente al margen de lo que imponga la tendencia del momento o la opinión del público o la crítica. Ahí radica lo auténtico, y también lo difícil, porque a veces ir a tu aire se vuelve en tu contra. Sin embargo, cada vez la gente está mostrando mucho más interés en propuestas diferentes.
–¿Cómo llevan compaginar sus trabajos y vidas personales con tener una banda y moverla por el país?
–No vivimos de la música y muy pocos logran llegar a fin de mes con lo que sacan de sus bandas. Nosotros tenemos otros trabajos que llenan la nevera y pagan el piso, y compaginarlo es un ejercicio de malabares. La mayoría de las veces sacrificas tus momentos de descanso para poder llegar a todo.
–Imagino que estarán ya preparando la temporada alta de festivales. ¿No creen que existe una sobreexplotación de la fórmula?
–Los festivales están muy bien, puedes ver a varios grupos en el mismo sitio y día, y hay algunos con carteles muy variados e interesantes; además, cuando tenemos la suerte de tocar en alguno puede vernos mucho público que de otra forma posiblemente no nos vería. Lo malo que tiene es que el circuito de festivales se está empezando a cargar el circuito de salas, porque la gente prefiere el festival antes que ver a su banda favorita en una sala.
–A menudo resurge la polémica de si se debe permitir el acceso a menores a conciertos. ¿Qué opina?
–Si queremos que los más jóvenes se interesen por la música y la cultura en general, debemos darles acceso a todos los recintos donde se haga, entre ellos los conciertos. No debemos anular su curiosidad y futura creatividad con estímulos absurdos que no les aportan nada y les impiden imaginar.
–Leemos noticias sobre condenas recientes relacionadas con la libertad de expresión, ¿realmente hay mordazas en la música?
–Los casos de condenas y censura en la cultura demuestran que sí. No tenemos por qué estar de acuerdo con las cosas que se digan en diferentes medios, canciones, libros, películas, etcétera; pero debemos pelear por el derecho de todos a poder expresarnos en libertad.
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