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Elisa Bermejo, delante del coche que utiliza para desplazarse. El Norte
«No me arrepiento de mi decisión de emprender. Hay trabajo suficiente para los que estamos»
Emprender en el pueblo

«No me arrepiento de mi decisión de emprender. Hay trabajo suficiente para los que estamos»

Elisa Bermejo siempre había tenido claro que su vocación veterinaria se dirigiría a los caballos. Los atiende en la provincia de Segovia y está a punto de mudarse al campo para tenerlos más cerca

rafael de rojas

Segovia

Domingo, 14 de enero 2018, 21:34

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La segoviana Elisa Bermejo (27 años) lo tenía claro desde pequeña: iba a ser veterinaria. Pero ni de gatos ni de perros, de animales grandes y a poder ser salvajes, como tigres o elefantes. Lo más parecido y rentable que encontró en su entorno fueron los caballos, un animal que también le gustaba desde niña. Para cuando se matriculó en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid ya se había decidido e hizo el internado en el hospital en Caballos. «Desde la carrera me decían que el mundo del caballo es muy limitado, hay menos volumen de trabajo. Pero yo, empeñada: quiero caballos, caballos y caballos, aunque tenga que irme a trabajar donde sea», explica.

A juicio de Elisa la medicina de caballos es muy distinta a la de animales domésticos y a la del ganado. «La medicina productiva tiene como objetivo hacer que el animal sea rentable económicamente para carne o para leche. En la de pequeños animales y caballos se busca curar al animal, porque es un animal de compañía. La diferencia con los caballos es que no estás en la clínica esperando a que te traigan el perro o el gato, te llaman a ti para que vayas. Yo me muevo por el campo y trabajo al aire libre», dice.

Elisa lleva trabajando con caballos desde que terminó la carrera en 2013. «Estaba trabajando en una empresa de Ávila y nos dividíamos el trabajo, la mitad lo hacía el jefe y la mitad yo, así que iba sola a muchos sitios. Nos desplazábamos mucho, hasta Extremadura incluso. Eran muchos kilómetros y a veces acababas supertarde. Yo iba y venía desde Segovia y me cansé de tantos kilómetros», resume.

La idea de establecerse por su cuenta le vino a raíz de un curso de autoempleo que comenzó su pareja y que desembocó en su establecimiento como veterinaria independiente en febrero de 2017. «Pensé: voy a hacerlo yo también, a ver cómo podría salirme. Haces números y te da perspectiva. Me animó porque vi que era posible, que con la previsión de lo que podría llegar a trabajar en Segovia era posible mantenerse. Aquí sí que hay veterinarios de caballos, pero tampoco hay muchísimos. Hay trabajo suficiente para los que estamos», señala.

En la provincia encontró una clientela variada. «Hay gente que tiene hípicas o picaderos con muchos caballos para clases, concursos y cosas así. Y luego hay mucha gente que tiene su caballo o su yegua para montarla, para ir de paseo por el campo y sobre todo para ir a los encierros. También hay mucha gente que tiene una o dos yeguas para producción. Crían todos los años un potro y lo van vendiendo», describe.

«Creo que voy a poder vivir de ello. También he tenido suerte con un cliente muy fuerte, el Centro Ecuestre de Castilla y León de Zamarramala. Ahí solo se organizan competiciones y es uno de los centros que convoca más concursos de España. Es el que más campeonatos tuvo el año pasado y este. Todos los fines de semana de marzo a octubre vienen 100 ó 200 caballos y yo estoy allí para cualquier accidente o urgencia, como veterinaria de contacto», comenta. Para Elisa la clave del éxito de este centro segoviano no es tanto la tradición de concursos ecuestres de la provincia como la buena localización. «Si tiene que venir gente de Cataluña y de Cádiz es un buen lugar y a la gente le gusta Segovia», aclara.

Lo que más le piden los clientes son actuaciones relacionadas con la reproducción, como ecografías, sincronización de los celos de las yeguas o inseminación artificial. Pero la veterinaria también atiende urgencias como cólicos, cortes o heridas. Entre las actuaciones más emocionantes que recuerda de este último año figuran un parto distócico –uno en el que el feto viene en una posición anormal– y una «yegua neurológica» –una cuyo sistema nervioso está afectado–. «Esos partos no siempre salen bien, tienes que darle vueltas para sacarlo en la posición correcta. Son momentos de tensión, porque hay veces que, por muy bueno que seas, nadie es capaz de darle la vuelta. Es muy gratificante cuando va evolucionando y ves que lo estás consiguiendo», añade.

Elisa está cumpliendo uno de sus sueños, el de trabajar en contacto con equinos. Pero le falta aún el segundo, que es trasladarse de Segovia al campo para estar más en contacto con ellos y con la naturaleza. Su primer caballo lo adoptó durante la carrera y ahora tiene cuatro: las yeguas Rociera y Eclipse, el caballo para montar Óscar y el potro Athos. «Los tengo en un terreno alquilado en Trescasas, pero estamos mirando una casa con terreno en Palazuelos. Tener caballos al lado de mi casa, en el jardín, eso sí que sería mi sueño», describe.

La segoviana se declara «totalmente satisfecha» con su decisión de emprender. «No me arrepiento para nada. Si ya he conseguido que, por el boca a boca, la gente me vaya conociendo y esté contenta lo que queda ya es ir creciendo, para que el día de mañana pueda contratar gente y tener un equipo», señala.

A lo que no quiere renunciar es al trabajo de campo, en su caso en la doble acepción. En sus rutas por la provincia ha descubierto lugares a los que le resulta «emocionante» ir a trabajar. «En Gallegos hay una yeguada muy grande que no es la típica de un centro con sus boxes. El dueño tiene 60 yeguas sueltas en la sierra. Es un sitio precioso para trabajar. Los caballos viven en libertad, totalmente salvajes, están todo el año sueltos. También me gusta mucho ir a Basardilla, es un pueblo superbonito, todo de piedra y muy antiguo, sin grandes fachadas, pero con casas todas iguales y oscuritas», señala.

«La gente es muy agradecida en el mundo del campo. Tienen su caballo, que es su mayor tesoro y lo ven sufriendo… Luego llegas tú y consigues que se ponga mejor, así que se ponen supercontentos y te lo agradecen mucho. Te dan tomates de su huerta, huevos de sus gallinas, te piden que entres en su casa… Hay gente joven que vive en la ciudad, pero tienen sus caballos en el pueblo, pero la mayoría son jubilados que se dedican a sus caballos y a sus gallinas, gente del pueblo de siempre», relata.

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