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Dibujo del autor con una panorámica de Segovia desde Zamarramala.
Un inglés en «la ciudad más humana de Castilla»

Un inglés en «la ciudad más humana de Castilla»

El sello palentino Región Editorial traduce y reedita el libro escrito por Roger Eliot Fry tras un viaje a España en 1922

Miguel Ángel López

Domingo, 14 de mayo 2017, 19:17

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«Aquí, en Segovia, la alegría de vivir es posible y supongo que por ello sus gentes son las más indicadas para ello», escribió hace casi cien años el pintor y crítico de arte Roger Eliot Fry, quien precisó que los segovianos «pensaban que tenían un temperamento más amigable, más expansivo y genial que otros castellanos y no vi nada que probase lo contrario». Fry (Londres, 1866-1934) estuvo en Segovia en 1922. Fue durante un viaje a España en el que recorrió Castilla, entonces la Vieja, que dejó recogido en unas notas casi impresionistas y que publico un año después el padre de Virginia Woolf en Hogarth Press. El artista elogia a la ciudad y a sus gentes, expresa con libertad sus críticas sobre los monumentos y, entre otras cosas, subraya que Cervantes «debería haber estado en Segovia, porque es la ciudad más humana de Castilla y él es el más humano de los escritores».

El sello palentino Región Editorial vuelve a publicar este texto traducido por Eva Gallud y con prólogo de Paula Lizárraga. Fry escribe de una Segovia deslumbrante, de una tarde en La Granja de San Ildefonso y del camino de Segovia a Ávila tras pasar una temporada recorriendo España, comentó el jueves en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce el responsable de la editorial, José Luis Sánchez.

Relevante crítico de arte, el pintor y escritor inglés fue uno de los fundadores del Círculo de Bloomsbury, junto con Virginia Woolf que escribió su biografía en 1940. Fry viajó a España en 1922 y, según dice en la introducción de Viaje a Castilla, al escribirlo se esforzó en no pensar en el lector (por eso no lo consideró un libro de viajes) sino en el momento único que le deparaba el viaje y sus sensaciones. Es un libro «atípico» en la obra de Fry, señala el editor, porque se sale de su ámbito natural, que fue la crítica y la teoría del arte, aunque sus textos están salpicados de ideas que enseñan a ver desde una sensación estética y los ilustra con dibujos, apuntes al carboncillo o lápiz plomo, como las vistas de la ciudad desde el valle del Clamores y desde Zamarramala o el que representa el convento hospital de Sancti Spiritu con la espadaña y, al fondo, la ermita y las cruces de los Altos de la Piedad.

El libro tiene su jugo por lo que escribe Fry de algunos monumentos y de los segovianos de entonces. Del «enorme» Alcázar dice que es imposible no verlo y que «puede que en su momento fuese un edificio elegante», pero matiza que las «vigorosas restauraciones» lo han convertido en «una pieza de medievalismo chabacano» a la vez que recalca que «uno lo perdona por el resto de la ciudad», salvo cuando cualquiera le llama la atención «sobre su belleza, porque todos dan por hecho que es la gloria de Segovia».

A Fry le dejaron huella los botones «casi las únicas personas que muestran ansiedad por anticiparse a los deseos del viajero», y que «hacen recados con una celeridad antiespañola» y limpiabotas de la ciudad, de técnica «brillante», con uno de ellos en particular como «personaje especialmente emprendedor y ambicioso», ejemplo de que entonces existía en España «una democracia real de los modales» porque «el limpiabotas puede levantarse de su humilde posición, pedirse un café y sentarse a tu lado en la mesa».

Relata también su encuentro con una familia, un carbonero admirador de Pérez Galdós y su mujer y sus hijas, heladeras, que vivían en la casa de Diego de Rueda o de los Luna, en la calle Escuderos; y su visita a San Juan de los Caballeros, donde vio el taller en el que los Zuloaga hacían «abominaciones art-nouveau-bizantino-talaveranas» de cerámica.

Le llamó la atención el Acueducto, «honesta y competente pieza de ingeniería», pero le pareció de mayor interés estético la Catedral, «un pastiche deliberado» en «un edificio renacentista con ornamentos y contrafuertes del gótico tardío pegados a él», de la que destacó que se percibe la «soberbia ubicación de la torre» desde cualquier parte. Luego, al entrar en el templo, ya sí sucumbió al genio de Gil de Hontañón por la altura del «interior magnífico» y la «cúpula de proporciones exquisitas».

Estas impresiones, y más, están en el libro publicado por Región Editorial. Recoge el viaje de Fry en 1922. Para leerlo.

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