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Alfonsp del Álamo, con su libro.
«El 11-M fue el día más difícil para Madrid desde la Guerra Civil»

«El 11-M fue el día más difícil para Madrid desde la Guerra Civil»

Alfonso del Álamo, médico que dirigió la atención a las víctimas y sus familias, presenta en la librería Ícaro de Segovia su libro ‘El honor de servir’

miguel ángel lópez

Jueves, 27 de abril 2017, 06:11

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En los once años que estuvo al frente del servicio de Emergencias del Ayuntamiento de Madrid (hasta octubre de 2014), Alfonso del Álamo vivió experiencias muy duras, difíciles para cualquiera y también para él, curtido durante años en Guinea Ecuatorial luchando contra la tuberculosis, en Chile en un tsunami casi desconocido y olvidado, casi acostumbrado a ver el rostro de la muerte. Pero el 11 de marzo de 2003 fue distinto. Para este médico, especialista en Medicina Comunitaria y máster en Medicina de Emergencias, una llamada fue el inicio de «las 42 horas más difíciles de Madrid después de la Guerra Civil».

Lo sigue diciendo catorce años después de haberlas vivido como protagonista, coordinador de la atención a las víctimas y sus familias de aquella terrible masacre, convencido de que estuvo en «un océano de dolor», de que la situación fue «poco manejable» y de que cumplió bien con su deber, de que tuvo «el honor de servir». Así se titula el libro que ha escrito, 11-M. El honor de servir, que este martes presentó en la librería Ícaro de Segovia.

Alfonso del Álamo, director de Emergencias de Madrid, decidió escribir esta «crónica emocional» del 11 de marzo de 2003 «en presente y en primera persona» para que el libro «pueda leerse de forma sentida». Cada capítulo recoge un tiempo posterior al atentado terrorista, de manera que, asegura Del Álamo, «el lector puede sentir como si fuera detrás de una cámara y el texto le transmite las sensaciones. Y las emociones.

Porque el médico ahora escritor tuvo el convencimiento de que «había que contar el 11-M desde dentro»; es decir, no sobre las causas, los efectos políticos o las consecuencias, sino sobre el «viaje emocional» que fue la «gestión del duelo» en aquella primera vez que en España se organizaba en un único lugar, los pabellones de Ifema, la Feria de Madrid, el reconocimiento de las víctimas y la comunicación a sus familiares.

«Sabíamos que teníamos que tener a las familias próximas a las víctimas, gestionar el dolor y que recuperasen lo más pronto posible a sus deudos», destaca. Es quizá, añade, porque somos latinos, emocionales, pues en otros países y a pesar de la recomendación de la Unión Europea de intercambiar experiencias, «a la hora de la verdad se crean departamentos estancos». Recuerda Del Álamo que el periódico inglés The Guardian escribió al respecto y, al comparar, criticó al Gobierno británico tras los atentados de Londres porque tardaron cinco días en identificar a las víctimas y entregarlas a sus familias, «y en Madrid en 24 horas entregamos 124 cadáveres».

Todo ese proceso se lleva tres cuartas partes del libro, explica. «Dos horas y cuarenta y cinco minutos después de los atentados fue evacuado el último herido, y cuando llegamos al centro de coordinación móvil. Pensábamos que había acabado, pero nos quedaban 37 horas más de coordinación y asistencia a las víctimas». Todo un trabajo después del pánico, del silencio estremecedor de los andenes de las estaciones de tren, de mirar sin ver un espacio desolado, y al margen de las reacciones políticas a los atentados, por supuesto.

«No teníamos un protocolo para atender a tres mil familiares, pero entre las corbatas y los uniformes hubo gente que sí tomó las decisiones correctas, y con la capacidad de gestión de todos los servicios implicados se gestionó aquello», declara.

La carga emocional no le abandonó. Alfonso del Álamo vivió después la gestión de otras catástrofes, como los atentados de la T-4 del aeropuerto de Barajas, el accidente del avión de Spanair o el incendio del edificio Windsord. Pero cada aniversario del 11-M sentía que tenía que narrarlo. «Lo tenía ahí desde aquel día y escribirlo fue una liberación, como un exorcismo; fue ponerle literatura a la narración del 11-M , pero no entro en las causas, y en aquel momento, durante la emergencia, no me planteaba estas cosas». Ahora le parece que «la movida política que generó era otra vez una división absurda ante un suceso que debería haber unido a todos los españoles». Y tiene claro que entonces «los españoles no hablaron de forma unitaria, siguió la pelea».

Con las familias de las víctimas no ha tenido mucho contacto. «Si tardé doce años en escribir sobre ello fue por pudor, porque cada uno, desde sus capacidades, evoluciona de forma diferente y creo que, en general, a las familias no les gusta hablar del tema», reconoce.

El 11-M le cambio «la percepción de la seguridad, el modo de vida, las certezas de que la gente que sube a un tren con el tedio de lo cotidiano puede desaparecer de golpe». Lo expresa recordando que su hija le llamó aquel día y lloró cuando le dijo que había estado a punto de subir a uno de los trenes, y con todo, subraya que el 11-M también supuso para él «una experiencia positiva porque vi que la gente puede dar lo mejor de sí en los grandes momentos». Como hicieron los taxistas de Madrid al llevar gratis a las familias hasta Ifema. Como la respuesta de las familias, «la actitud serena en aquellas 36 horas de espera y angustia». Todo aquello, recalca, «me reconcilió con la naturaleza humana, fue como un medio para recuperar la confianza en el ser humano».

A pesar de que en aquel primer contacto suyo con el asesinato brutal e inhumano se produjo una paradoja: «Por un lado están los malos, los terroristas, y por otro, la bondad brota con fuerza para atender a las víctimas y sus familias».

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