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Fernando Tejero Salamanca, ‘El Carrocero’, muestra la placa como matancero de honor de La Churrería.
Fernando, ‘El Carrocero’ tranquilo

Fernando, ‘El Carrocero’ tranquilo

Amigos de La Churrería de Nueva Segovia eligen Matancero de Honor al cuellarano Fernando Tejero Salamanca

carlos iserte

Domingo, 29 de enero 2017, 12:43

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Los Amigos de La Churrería de Nueva Segovia han elegido Matancero de Honor 2017 a uno de los hombres más queridos y respetados en este extendido y popular barrio de la Ciudad del Acueducto. Fernando Tejero Salamanca, El Carrocero, como es conocido por todos sus vecinos (aquí el mote cariñoso es ineludible a la hora de entrar a formar parte del clan de la buena gente), se ha hecho merecedor de esta entrañable distinción por razones obvias que señalan a este personaje, nacido hace 62 años en la histórica villa de Cuéllar, a medio camino entre las capitales de Segovia y Valladolid, como un hombre tranquilo pero siempre dispuesto a estar donde la situación lo exija. Y esa disponibilidad y solidaridad le ha valido el cariño de sus amigos, ampliado más si cabe ahora que Fernando atraviesa una situación personal que le exige cuidados y atenciones, y que a buen seguro superará con la soltura que le caracteriza.

Por algo todo aquel que se encuentre bajo la protección velezquiana de la Fragua de Vulcano y tenga de aliados laborales a los cuatro elementos no puede ser otra cosa que un gran hombre. Fernando ha pasado toda su vida domando el estado de la materia, primero en su pueblo natal, Tierra de Pinares, después en la capital, rodeado de fuego con el que templar el hierro, avivado por el aire y asentado por el agua. Los cuatro patrones de la naturaleza que han logrado forjar la personalidad de El Carrocero, nombre que toma de su especialidad profesional del bastimento de carrocerías, desde los primeros talleres donde sus jóvenes manos se enfrentaban por primera vez al metal, pasando por Ballestas Joype, hasta llegar a Iberkit, S3C Carrocerías, o Mantenimiento y Mecanizados Ramiro, estos últimos ya en la ciudad.

Aunque Fernando ha estado transitando entre Segovia y Cuéllar prácticamente toda su vida. De hecho los dos hijos que tiene, Daniel y Ana, nacieron cada uno en una de estas localidades, donde la madre y esposa, Pilar Santiago, ha trabajado en Correos, aunque en honor a la verdad Pilar prefiere su espacio geográfico natal: Los Molinos, pueblo fronterizo de Madrid, pegado al Puerto de Navacerrada. Como se ve, una familia interprovincial, con casa abierta allí donde sus progenitores vieron las primeras luces y que como en el caso de Fernando Tejero recibió su primer mote, El Abuelillo, como así también fue renombrado su padre Martín y su abuelo y el padre delo sus hermanos Rafa y Jesús.

Y es que Fernando es un hombre de costumbres; castellano, austero, que prefiere la alborada de la madrugada a las sombras de la noche, y que no falta a la cita de los encierros de Cuéllar, que se erigen en los más antiguos de España, y donde El Abuelillo opta correr los toros desde la talanquera antes que tener el resuello del morlaco bufándole en el cogote en una carrera interminable con una meta que se antoja cada vez más distante e imposible de alcanzar. No, Fernando es de los que elige llevarse a su perra Kika a buscar en los amplios pinares que circundan su pueblo el solicitado níscalo o setas de cardo, aunque este año la cocina micológica segoviana se ha quedado prácticamente sin encender.

No cabe duda, los Amigos de La Churrería, cuyas planchas para las celebraciones gastronómicas han salido también de las manos de El Carrocero, han elegido al mejor de los matanceros posibles para este año. Ahora, Fernando Tejero Salamanca dispone de 365 días para acreditar su nombramiento y abordar desde la salud y el equilibrio tan campechana designación.

El clan de la buena gente

Hay días que cuando franqueo la imposible y picassiana puerta de La Churrería me recuerda a la entrada del personaje de ficción Norm Peterson, de la serie Cheers, que llegó a la pequeña pantalla en los años ochenta convirtiéndose en un referente en el mundo de los sitcoms. Y pienso que los clientes que por aquí desfilan bien podrían formar parte del reparto de una comedia de situación, y en vez de ¡Normmmmmmm!, exclamación inicial de los parroquianos cuando hacía su entrada triunfal el cervecero personaje de Boston, podríamos sustituirla por esta otra cuando Chiquet (Jose El de la editorial, por aquello que es natural de Anaya) irrumpe en la barra de La Churrería y todos al unísono responde con el sonido gutural: ¡Eggggggggggg!, o algo así. Estamos ante el clan de la buena gente; de todos los colores futboleros, políticos y religiosos, pero el clan del respeto mutuo, del debate sano y de la confrontación pacífica de ideas y posiciones en ocasiones surrealistas que desembocan al final en la carcajada unánime. Y no es fácil con los vientos que soplan encontrar un reducto donde se respira el buen rollo y donde reina un ambiente que te hace sentirte cómodo a pesar del coro de barítonos que en no pocas ocasiones asedia sincronizado al resto desde el fondo sur.

Un clan liderado por Luis, orquestado por Saúl, salpimentado por Jairo, aderezado por Carlos y que cuenta con un nuevo fichaje, Leo, una mujer capaz de llevar la barra con soltura y sin aspavientos. Todo un lujo para los amantes de la sociología emanada de la barra del bar.

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