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Paco Plaza dirige la cata celebrada en San Antonio el Real.
Si vas a Calatayud pregunta por ‘La española’

Si vas a Calatayud pregunta por ‘La española’

Paco Plaza trae a San Antonio el Real tres vinos con garnacha aragonesa

carlos iserte

Martes, 22 de noviembre 2016, 19:54

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De encontrarnos en una sesión de terapia grupal norteamericana, de esas que salen en las películas, la cosa sería más menos así. «Me llamo Carlos y soy adicto a la garnacha. ¡Hola Carlos!, bienvenido al club». Y es cierto, por eso tengo que confesar mi derogada objetividad a la hora de hablar de lo que para mí es la gran dama de las uvas, sabiendo como sé, además, que es la única parra internacional, creo recordar que se encuentra entre las tres más cultivadas del mundo, cuyo origen inequívoco es español, aragonés para ser justos con el territorio. No es cuestión patriótica ni chauvinista, pero es que siempre que hablamos de uvas tenemos que referirnos, sí o sí, a Francia (cabernet, merlot, shiraz, malbec, chardonnay, sauvignon, pinot), por eso me encantó que el maestro Paco Plaza trajera a Segovia tres elaboraciones de garnacha, o si prefiere, tres garnacho tinto, tinto aragonés, alicante, navarro, garnatxao por circundar a los gabachos: tres roussillon rouge (nombre que toma en Francia) de Calatayud.

Lo siento por los extraordinarios vinos de Châteauneuf-du-Pape, con la roussillon rouge como absoluta protagonista en el sur del Ródano, pero repito: la garnacha es una uva española que tiene en Calatayud (por eso cuando vayas ano hay que preguntar por La Dolores, sino por La española) su máxima expresión, y en la Familia Juan Gil sus perfectos embajadores a través de su bodega Atteca, donde se crían tres grandes vinos: Honoro Vera, Atteca crianza y Atteca Armas. Los tres degustados por los asistentes a la dominical y vespertina cata ofrecida por Paco Plaza en el apacible espacio de San Antonio El Real, que fue todavía más acogedor, si cabe, gracias a la dulce y frutal voz del dúo Both of Roth.

Plaza presentó los vinos de menos a más, como mandan los cánones dionisiacos, arrancando con un Honoro Vera, un joven con algo de madera, pero con una nariz intensa de frambuesa, balsámico (mi compañero de mesa me comentó que le hacía lagrimar al olerlo), mientras que en boca fue fresco y resultón, casi goloso. El paladar ya estaba preparado para atacar la segunda propuesta, Atteca Crianza, un 12 meses en barrica francesa (en la crianza en madera hay que reconocer que son los mejores), con un cacao y vainillas que me recordó los aromas más desprendidos del vino, además de frutal, mineral y, claro, tratándose de una garnacha, especiado, muy especiado. El broche final llegó con el Atteca Armas, un 18 meses de barrica que le aportó los ineludibles aromas torrefactos y pimientas. Pero me gustó más en boca, ya que en nariz tenía una madera demasiado destacada que tapaba en parte las frutas negras maduras que tanto me gustan en las garnachas de criadera; lo dicho, una boca potente, sabrosa y largaaaa.

Y en cuanto a Cicerone Plaza poco más que decir que no conozcan los amantes segovianos del vino, que ya saben que se trata de un gran comunicador, capaz de hacer una cata amena, entretenida y que cuando acaba sus explicaciones ocurre lo mismo que cuando se termina el buen vino que Paco siempre suele llevar a estos encuentros: Se escucha la coletilla, ¿pero ya se ha acabado? Sí, esto es el final, por hoy, claro.

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