Borrar
Julio Michel, director del festival Titirimundi (derecha) con los representantes de el Carrusel D’Andrea en la recepción que les ofreció ayer la alcaldesa de Segovia, Clara Luquero. El Norte
Julio Michel declara «en bancarrota» Titirimundi

Julio Michel declara «en bancarrota» Titirimundi

El director del festival lanza un ultimátum: «O se consolidan las ayudas antes de septiembre o desaparece»

César Blanco Elipe

Viernes, 20 de mayo 2016, 18:49

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El sufrimiento de Julio Michel es el sufrimiento del Festival Internacional de Títeres de Segovia. Su incertidumbre y zozobran son las de Titirimundi. Su hartazgo también es el del acontecimiento. Los dos son uno. Van indisolublemente ligados, padre y criatura. La mente que ideó el popular festival «patrimonio de la ciudad», como lo define el propio organizador está agotada. «El problema es que después de treinta años, en los que se ha demostrado todo lo que se puede demostrar con solvencia y con sobresaliente, tenga que seguir cada año solicitando que se aporten cantidades», comenta indignado.

La última edición pasó con menos espectadores que los previstos por el imponderable de una mala meteorología. Aún así, se ha salvado «con unos resultados excelentes», subraya Michel. El director lo pone de ejemplo para hacer ver a las instituciones públicas que el invento funciona y repercute en beneficio de toda una ciudad, tanto en imagen como en términos económicos.

Por eso, «estoy harto de ir mendigando por algo que ya está adquirido, porque Titirimundi es un bien cultural y también un bien económico de una ciudad». Cree que es injusto e inconcebible que cada vez que se pone manos a la obra para organizar una nueva convocatoria del festival esté el futuro pendiente de un fino hilo, tan fino que el evento está en «bancarrota».

7.000 euros y puede ser peor

La declaración de quiebra expresada por Michel se traduce en que, después de los últimos días de arte titiritero invadiendo las calles y patios de Segovia, a pesar del frío y la lluvia, la losa deficitaria que pesa sobre el evento pesa casi 7.000 euros. Un yugo que aprieta desde que empezara la dichosa crisis. «Así no se puede funcionar», revela el director, al que se nota en el tono el hartazgo que transmite con crudeza en sus manifestaciones.

Sus dardos críticos apuntan sin tampoco explicitarlo en demasía hacia las dianas de la Junta de Castilla y León y del Ministerio de Cultura. La situación, como ideólogo y responsable del festival es «intolerable e insostenible», estalla una y otra vez en una retahíla de quejas que también tocan al ámbito privado segoviano, al que le vuelve a reclamar que se moje económicamente para salvar ese «patrimonio de la ciudad». Hay ejemplos, como el Mercado de La Albuera o algunos establecimientos hosteleros que han creído en este último año en el festival de manera altruista, y Michel aplaude y agradece estos gestos. Pero solo con ello no va a sobrevivir. Ni él, ni su criatura, advierte el fundador.

La bancarrota a la que se refiere aún puede ser mayor. El agujero de Titirimundi puede tener todavía un fondo más oscuro. Y es que la subvención anual que espera del Ministerio de Cultura, a través del programa de ayudas del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música, está por llegar. Julio Michel vuelve a mostrar su intranquilidad y su incomprensión ante un respaldo que se va a conceder a posteriori de haberse celebrado el festival. Si no saliera, «qué hago, me pongo a pedir debajo del Acueducto?»

Lo que sí ocurriría es que el déficit de Titirimundi aumentará, y la bola de nieve que ya asfixia a la dirección crecería. La incertidumbre desespera al responsable, quien llega a preferir que «me digan que no les interesa a que estén diciendo que si ahora sí que si ahora no, que si esta cantidad, que si la reduzco...».

Convenios por escrito

«Pido una política coherente y consecuente» con el significado y el privilegio alcanzados por Titirimundi, apostilla. Y esa demanda equivale a «firmar por escrito convenios» en los que se estipule la cuantía y el tiempo por el que se suscribe la colaboración en la financiación. El organizador recuerda que «hay compañías que se apalabran con dos años de antelación». Por su cabeza no pasa «hacer una chapuza» y sí que le martillea la idea de continuar con un evento «de prestigio y con las dimensiones que lo han construido y convertido en lo que es». «No vamos a admitir que una institución pública nos obligue a reducir esas dimensiones», añade el director.

Lo que quiere de la Junta y del Gobierno de la nación es un comportamiento similar al del Ayuntamiento de Segovia, que rubrica un convenio anual de 100.000 euros.

Ante este panorama y con un enojo considerable, Michel afirma: «o tengo la certeza cuanto antes de que va a haber esa política consecuente de ayudas o Titirimundi desaparece». Insiste estar desgastado por «el castigo y la condena» que supone para la organización no saber a qué atenerse cuando a estas alturas, nada más finalizada la edición, «ya tengo medio programa del año que viene». Es un ultimátum en toda regla, porque el director del festival confía en que la respuesta a favor de su demanda no se demore más allá de septiembre.

A la espera de la contestación de las administraciones regional y nacional, Michel ya piensa en mantener vivo el nombre de Titirimundi. En ningún caso sería trasladar la sede segoviana a otra ciudad, como ya se amagó en oras ocasiones; pero sí en conservar vivo el invento con pequeños acontecimientos bajo la marca en ciudades como Aranjuez, Trujillo o Alcalá de Henares, donde existe interés y tradición en este arte.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios