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Javier Castaño da la estocada a uno de los toros que le tocaron en suerte en la tarde de ayer.

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Javier Castaño da la estocada a uno de los toros que le tocaron en suerte en la tarde de ayer. Antoraz

Dos soberbios toros del Puerto

Casi cuatro horas de festejo, una hermosa corrida de Lorenzo Fraile, un despilfarro de los dos toros de nota, y una bonita y valerosa prestación de Alejandro Marcos con el único lote difícil de la tarde

Barquerito / Colpisa

Salamanca

Domingo, 17 de septiembre 2017

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En la hermosa y dispar corrida de Puerto de San Lorenzo saltaron dos toros de muy buena nota: un encastado tercero que todo lo hizo de bravo y un séptimo, Bilbalero, de reata infalible, que metió la cara con excelente son. Los dos toros, en el lote del menor de los dos hermanos Adame, Luis David, que, en vísperas de confirmar la alternativa, debutaba en Salamanca. El Adame menor no se entendió de verdad con ninguno de los dos. Con el bravo, porque la solución, tras una aparatosa apertura de cambiados por la espalda en cites de largo, fue una faena precipitada y alterada, llamativamente despegada y de recurrir al tirón cuando el toro, incansable, se puso a embestir en serio por abajo. Muchos desplantes, pasos perdidos, consumada teatralidad. Cuatro pinchazos, el último de ellos con vómito. Una vuelta al ruedo sin la menor exigencia.

Bastante más sencillo, menor la carga de bravura, fue el toro Bilbalero. Un quite de lances del Zapopán, ya a tercio cambiado, se celebró como un volcánico hallazgo. La mayoría estaba con el torero de Aguascalientes, que encontró terreno sembrado para hacer alarde de sus artificios. Sin apenas asiento. Un trasteo de dientes de sierra, algún chispazo suelto. Pero fueron demasiado los muletazos de desplazar el toro sin avenirse con sus templadas embestidas. Una estocada. Se pidió hasta una segunda oreja. En el palco, tan ligero de manos durante toda la semana, se impuso el sentido común.

Fue, como estaba previsto, una corrida literalmente interminable. Más cerca de las cuatro horas que de las tres, que era lo temido. Se probó desdichada la idea de sacarse de la chistera un ultramarino encuentro de toreros charros: dos mexicanos, hermanos y de Aguascalientes- y dos salmantinos, uno de ellos -Javier Castaño-, charro de adopción. De un lado, impensable la rivalidad entre los dos de casa. Castaño, de vuelta de todo, y Alejandro Marcos, de ida y con la hierba en la boca.

De otro, la diferencia de edad y concepto de los Adame no se presta ni a debate, aunque lenguas de doble filo sostengan que el menor de los hermanos es mejor que Joselito. Y no. Joselito toreó muy bien al segundo de corrida con la mano izquierda. Fue, antes de acusar la querencia de corrales, la mano buena del toro, que romaneó de bravo en una larga vara, y, además, descolgó y humilló de salida. Esa nota sobresaliente fue común a seis de los ocho toros del sorteo. A todos salvo primero y cuarto. Fue novedad porque lo propio del toro lisardo-atanasio es la salida fría y de abanto. Se ve que no.

El sexto, jugado ya con trémula luz de ocaso, casi de noche, las ocho y media, galopó. Buen toro. Joselito Adame no lo vio claro y tiró por la calle de en medio sin apenas disimulo. Javier Castaño, convaleciente de una reciente cornada en el cuello, puso su nota de solera y sentido común con un primero toro noble pero apagado y, luego, hizo un esfuerzo notorio con el sobrero, que, alegre y pronto, le puso en apuros. Estuvo a punto de desmayarse, no en la cara del toro, sí en la boca del burladero. Pálido y desencajado, tuvo arrestos para entrar a matar hasta cuatro veces, y acertar con el verduguillo al tercer intento.

Lo de más mérito y brillo corrió a cargo de Alejandro Marcos, pero con los dos únicos toros complicados de la seria corrida del Puerto, de impecables hechuras. Expuso en serio con el cuarto, que, la cara arriba, áspero siempre, pegó cabezazos y punteó. Y fue capaz de torear de salida primorosamente al octavo en verónicas de caro dibujo y manos bajas. No solo eso. Al cabo de tres horas y media de función, le buscó las cosquillas a ese toro del cierre y le acabó aguantando firme pruebas, amagos y regañadas embestidas. Dibujó muletazos excelentes por las dos manos, Notables las tandas breves de dos y el remate, como conviene con el toro rajado. La pelea, después de tanto trajín, llegó a la gente por la emoción. Un torero con calidad.

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