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El Cristo de la Humildad cargado por un grupo de ocho hermanos, durante su recorrido por el barrio Antiguo.

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El Cristo de la Humildad cargado por un grupo de ocho hermanos, durante su recorrido por el barrio Antiguo. Manuel Laya

El silencio del Cristo de la Humildad pide en la noche una oración por los perseguidos

La Hermandad Franciscana llega al Sábado de Pasión para rogar por la paz y la confraternidad

Eva Cañas / word

Salamanca

Domingo, 25 de marzo 2018, 01:55

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Las siete campanadas que marcaron el inicio de la primera procesión de la Hermandad Franciscana eran por cada país que comparte la custodia de Tierra Santa. Una noche de Sábado de Pasión en la que se escuchó una misma oración en todo el mundo, por los perseguidos por sus creencias, no importa su religión. A las diez en punto de la noche, una voz comenzaba a escucharse en un altavoz ubicado junto a la puerta de la iglesia de San Martín. De ese modo, se anunciaba que iba a tener lugar la primera procesión en su historia de la Hermandad Franciscana.

Asimismo, a los allí presentes se les recordó que en ese mismo instante, la oración por la paz que realizarían los integrantes de esta hermandad, con su hábito franciscano, también se llevará a cabo en todos los conventos de esta orden de todo el mundo, entre ellos, los de Salamanca, como el de Corpus Christi,Isabeles, Úrsulas, Madre de Dios o las Clarisas Franciscas Descalzas, sede de esta hermandad.

También hubo otro ruego desde ese mismo altavoz. Que la gente no aplaudiera, ni a la salida, ni en ningún momento de la procesión:«Pedimos silencio a nuestro silencio». De forma especial, se quiso recordar a los cristianos que esa misma noche del 24 de marzo de 2018 rezaban en el barrio damasquino de Tabaleh, dentro del recinto franciscano del Memorial San Pablo, en Tierra Santa. Allí está enterrado el germen de la creación de esta hermandad en Salamanca, fray Romualdo Fernández Ferreira.

La imagen a su salida de la iglesia de San Martín.
La imagen a su salida de la iglesia de San Martín. Laya

Porque como también quisieron recordar en una gélida noche, con su gesto ponen a Cristo «frente a las injusticias en el mundo», frente a los que ejercen la violencia y menoscaban la dignidad del hombre. De forma latente, este grupo de cristianos con el hábito franciscano reclaman la «confraternidad humana». E incluso, desde ese mismo altavoz se dirigieron a los que estaban allí de testigos que no eran creyentes, y así los citaron.

Las diez de la noche marcó un momento único, «el principio de su historia...». Y tras sonar las siete campanadas y unirse a Tierra Santa en sus oraciones, nadie aplaudió a la salida de la cruz guía que marcaba el inicio del cortejo, el Cristo de las Batallas que ha tallado el escultor zamorano Ricardo Flecha, y que también salía a la calle por primera vez. Esta pequeña imagen de madera era cargada desde la cintura por un hermano, y a cada uno de sus lados, dos faroles de hojalata de La Alberca.

Y a fila de uno, los hermanos de fila de la Franciscana iban sorteando los cuatro escalones de la iglesia de San Martín , con sus rostros ocultos tras la túnica monacal, inspirada en el hábito original de la Orden Franciscana y que se pueden apreciar en los cuadros de Zurbarán. El cordón que rodeaba su cintura era de color blanco, con tres nudos, símbolo de la pobreza y mortificación ascética. En sus pies llevaban unas sencillas sandalias de color marrón, de cuero.

En la insignia que colgaba del cuello de los hermanos, con un cordón de lana, se hace prevalecer la tau, confeccionada por los artesanos cristianos de Belén en madera de olivo. El cortejo estaba formado por un total de 44 hermanos. Los que portaban antorcha, apoyada en cadera, lo hacían de forma alterna a su izquierda o derecha.

En mitad del cortejo se portaba el Cristo de San Damián, que también se estrenaba este Sábado de Pasión, obra de la artista Paloma Pájaro, y que representa una de las grandes referencias franciscanas, y por eso forma parte de los enseres de esta hermandad, que por primera vez salen a la calle.

Otro hermano portaba una gran bandera con el emblema de la hermandad, del color marrón franciscano, y que conjunta la tau de san Francisco con la cruz griega de la Custodia de Tierra Santa, con las cuatro cruces pequeñas que la rodean. El prototipo fue diseñado por Andrés Alén, en el que la tau de color crudo integra su travesaño en el de la cruz griega de color negro.

Pasados quince minutos de las diez de la noche, asomaban por la puerta de San Martín los pies del Cristo de la Humildad, que llega a la Semana Santa de Salamanca para quedarse, la primera obra de Fernando Mayoral para una cofradía penitencial salmantina. Ocho eran los hermanos encargados de cargarlo, en una estructura atípica en las procesiones de la ciudad, con la imagen inclinada, sin ningún tipo de adorno floral ni de iluminación.

Cuatro hermanos lo sostenían con sus manos (en la parte delantera de la Cruz), y el mismo número lo cargaban en sus hombros. Los escalones de la iglesia de San Martín, en la calle Quintana fueron sorteados con facilidad, bajo las indicaciones del jefe del paso, que golpeaba sobre la base de la Cruz.

Dos tambores destemplados (con el emblema de la hermandad) cerraban el cortejo, y eran tocados de forma alterna para marcar el paso de los responsables de la carga. Detrás, caminaban los dos consiliarios de la hermandad, Tomás Gil y Juan Andrés Martín, que salieron del templo junto al escultor del Cristo de la Humildad, Fernando Mayoral, visiblemente emocionado por ver su talla en la calle por primera vez. Después prosiguieron por las calles del barrio Antiguo.

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