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Parte del equipo del grupo PROA del hospital de Salamanca, (Amparo López Bernús, Miguel Cordero, María Inmaculada García, Juan Carlos Ballesteros y Noemí Rebollo, junto a un cartel sobre el uso racional de los antibióticos. MANUEL LAYA
El 60% de los pacientes ingresados tiene al menos un antibiótico puesto a diario

El 60% de los pacientes ingresados tiene al menos un antibiótico puesto a diario

Hace un año se puso en marcha el programa de optimización del uso de estos fármacos para evitar las resistencias

EVA CAÑAS / WORD

SALAMANCA

Lunes, 18 de septiembre 2017, 12:48

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Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten de que en el año 2050 habrá más muertes por bacterias multirresistentes que por cáncer en el mundo.

Esta es una de las razones por las que hace algo más de un año, en marzo de 2016, comenzó a funcionar en el Complejo Asistencial de Salamanca el grupo PROA, el Programa de Optimización del Tratamiento con Antibiótico, con un balance muy positivo al respecto.

El equipo está coordinado por una especialista de Enfermedades Infecciosas, Amparo López Bernús, y en él participan profesionales de los servicios de Microbiología (María Inmaculada García), Farmacia (Noemí Rebollo), Enfermedades Infecciosas (Miguel Cordero), Medicina Preventiva (Paz Rodríguez), Hematología (Lourdes Vázquez), UCI (Juan Carlos Ballesteros y Gonzalo González) y Pediatría (José Manuel Sánchez).

Como su propio nombre indica, el PROA es un programa para optimizar el uso de los antibióticos en el hospital, aunque la intención es ampliarlo a AtenciónPrimaria. «En España consumimos el doble de antibióticos por cabeza que en Escandinavia y Holanda, y no tenemos infecciones distintas, lo que quiere decir que lo usamos mal», añade el jefe de la unidad de Medicina Interna-Infecciosas, Miguel Cordero.

En relación a los antibióticos, este grupo destaca que a diferencia de otros fármacos, que se van actualizando y salen otros nuevos, «es muy raro que salgan antibióticos nuevos al mercado y hay que usarlos muy bien porque los poquitos que tenemos enseguida se crean resistencias y agotamos las opciones terapéuticas para tratar a esos pacientes», subrayan.

El PROA no solo está dirigido a los profesionales sanitarios sino también a la población en general para que sean conscientes del uso que hay que darle al tratamiento antibiótico, «que no hay que tener ni un mal uso ni un abuso», sentencia López Bernús, y saber que estos fármacos en breve se van a terminar y no se cuenta con otros.

Dentro de sus líneas de trabajo en este primer año, su coordinadora subraya las asesorías a los médicos dentro del hospital, «y diariamente se ve el consumo de antibióticos», unos datos que los proporciona Farmacia a través de una aplicación informática.

«Se ve todo el consumo del hospital y lo que hacemos es fijarnos en determinados antibióticos que creemos que son los que tienen un mayor riesgo, sobre todo los ‘carbapenems’, una serie de antibióticos que hay que reservar para los casos más graves y son los que pueden producir resistencia, las peores», señala la coordinadora de PROA. Se trata de los medicamentos de última línea, «después no hay más opciones, no hay nada más, y por eso los queremos restringir».

Los ‘carbapenems’ se emplean en infecciones muy graves y lo que este grupo quiere evitar es que se utilicen en otras infecciones que son menos graves, «y que se pueden tratar con otros antibióticos de menor cobertura».

Amparo López Bernús concreta que en un día normal en el hospital, el 60% de los pacientes ingresados tienen al menos un antibiótico puesto, «lo que hacemos es ver esos tratamientos, nos fijamos en los días que llevan puestos, el tipo de antibiótico, entramos en la historia clínica del paciente, vemos qué microbiología tiene, y en aquellos enfermos en los que pensamos que el tratamiento se puede desescalar, es decir, bajar a algún antibiótico de menor espectro, o bien que se pueda suspender porque la cantidad de días que lleva puesto es excesivo, hablamos con su médico».

Es lo que denominan asesoría, a título informativo y nunca impositivo. Al respecto, desde mayo de 2016 a febrero de 2017, han realizado un total de 430 asesorías, fundamentalmente centradas en los servicios quirúrgicos. «El resultado ha sido muy bueno en todos los servicios, hemos tenido muy buena acogida», sentencia la coordinadora del grupo.

En este sentido, resaltar algunos servicios especialmente sensibles, como la UCI, que es donde más consumen antibióticos, junto a Hematología, «con los procesos y los pacientes más graves, al igual que sus infecciones». Dentro de sus resultados, confirman que en este primer año han obtenido un 82% de aceptación de las asesorías realizadas, «es un éxito», subraya López Bernús.

Después de hacer la asesoría, al día siguiente comprueban en Farmacia si les han hecho caso o no, «y eso lo recogemos». Otro de los datos significativos que han conseguido con la implantación de la optimización del uso de los antibióticos es reducir en un 12% aquellos que están situados en la última línea, es decir, que se utilizan en último lugar porque son los más potentes y después no hay más opciones terapéuticas similares, por ejemplo, los ‘carbapenems’, y que se reserven para pacientes que realmente lo necesiten. El grupo detalla también que en general se está disminuyendo el consumo de todos los antibióticos.

Al respecto, Miguel Cordero argumenta que lo que se persigue es garantizar la seguridad del paciente, «no significa que se les deje de tratar adecuadamente, de hecho supone disminuir las resistencias».

Con iniciativas como la del grupo PROA, entre otros aspectos de mejora, se disminuye la morbimortalidad intrahospitalaria, es decir, las complicaciones hospitalarias que pueda haber; se quitan las vías antes y se puede pasar a un tratamiento oral y mandar a casa; hay descenso de la tasa de bacteriemias, al tener menos vías o catéteres, hay un menor riesgo de una infección de las de dentro del hospital, y disminuyen las multirresistentes, que son las de dentro del hospital. «Es importante al respecto que la estancia hospitalaria sea la justa, la que cada paciente necesite», confirma la coordinadora. «No es que le estemos quitando calidad al paciente, al contrario, se la estamos dando», remarca López Bernús.

Por ejemplo, un paciente ingresado en la UCI, la estancia media sin tener infección nosocomial o intrahospitalaria es de cinco días, pero si se al coge se incrementa a 21. Y su mortalidad pasa del 5% al que no la tiene y sube al 20 o 30% el que sí. «El impacto en la UCI en ese caso es brutal», lamentan.

Por primera vez, Sacyl ha incluido al grupo PROA en el Plan anual de Gestión y por lo tanto, se destina dinero a su funcionamiento.

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