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Grafitis y pintadas afean la Cueva, lugar de celebración de botellones.
La dejadez y la suciedad hacen peligrar la conservación de la Cueva de Salamanca

La dejadez y la suciedad hacen peligrar la conservación de la Cueva de Salamanca

Cecilia Hernández

Domingo, 23 de abril 2017, 11:29

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Ha transcurrido poco menos de un año desde que el estado de deterioro de la Cueva de Salamanca y su entorno llamara la atención de expertos y profanos en materia de patrimonio. En aquel entonces, este enclave histórico, testimonio de la Salamanca de siglos atrás, tuvo que cerrarse al público por desprendimientos producidos en los restos del seminario de Carvajal. Poco después, se realizaron algunas obras de acondicionamiento y limpieza de cara al inicio del programa estival Plazas y Patios, que tiene en la Cueva uno de sus escenarios. Pero el tiempo ha pasado y la situación vuelve a ser la que era, ofreciendo una penosa imagen para la proyección turística de Salamanca. Grafitis, hierbas y suciedad se acumulan en este lugar, uno de los más visitados de la ciudad, por su significancia histórica y mítica.

Y es que la Cueva, protagonista de una de las leyendas más conocidas de Salamanca, sufre las consecuencias del abandono y de los botellones, que dejan incómodos testigos de su paso, como la suciedad o el olor a orina, sin olvidar los grafitis y pintadas de todo tipo que se pueden contemplar en paredes y muros.

En lo que respecta a la cripta de la iglesia de San Cebrián, la piedra arenisca de Villamayor padece las consecuencias de la humedad, su gran enemigo. Expertos consultados determinan que es necesario valorar con exactitud de dónde procede esa humedad para así poder atajar, de una vez por todas, el problema, antes de que los desprendimientos, que ya se han producido, continúen y terminen por tener consecuencias más graves. En parecidas circunstancias se encuentra el tramo de la Cerca Vieja, que se encuentra permanentemente humedecido, ya que los canalones del Aula Arqueológica vierten justo en ese lugar, que además está en sombra de forma permanente y cubierto de vegetación y líquenes negros.

Aula Arqueológica

Otro elemento del enclave turístico de la Cueva es la Torre del Marqués de Villena, presa de la suciedad en su interior y de la falta, en general, de mantenimiento y cuidados. Y el Aula Arqueológica no se encuentra mucho mejor, a merced de la acción de las palomas, que dejan su huella en forma de excrementos por el suelo y todos los rincones. Asimismo, los elementos decorativos, funerarios y constructivos que se exponen se deterioran año tras año por la acción de las inclemencias meteorológicas y de las mencionadas palomas, y también por la mano humana, ya que algunas de las piezas muestran evidentes síntomas de haber sido atacadas con mecheros. Por no hablar de la falta de información acerca del significado e importancia de muchos de esos elementos, que carecen de cartela informativa.

En general, la imagen que ofrece la Cueva de Salamanca al visitante no parece la más adecuada para una ciudad que presume de patrimonio y de foco de atracción de turistas de todo el mundo. La ausencia de un mantenimiento periódico hace que, durante los meses de temporada baja este enclave caiga en el olvido, aunque nunca faltan los curiosos que se acercan a su puerta, sin saber en muchos casos dónde se adentran y qué importancia tiene la Cueva para la historia y leyenda de la ciudad. La llegada de las buenas temperaturas y de las actividades veraniegas organizadas desde el Ayuntamiento, obligan a adecentar cada año el lugar para permitir el desarrollo de las rutas teatralizadas. Pero el ciclo se repite, y finalizado el verano, la dejadez y la suciedad vuelven a acumularse en la Cueva.

Este lugar fue descubierto en el año 1987, tras una serie de excavaciones arqueológicas realizadas en la plaza de Carvajal. Como documentaron los periódicos de la época, esas investigaciones permitieron recuperar los vestigios de la iglesia de San Cebrián, una de las más antiguas de la ciudad en cuya cripta la leyenda sitúa ritos esotéricos, y reuniones mágicas.

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