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Soledad Murillo, ayer en la Casa de las Conchas poco antes de comenzar su conferencia sobre su trabajo en Naciones Unidas.
«No hay un compromiso claro para que las mujeres ejerzan su talento»

«No hay un compromiso claro para que las mujeres ejerzan su talento»

Soledad Murillo Integrante del Comité Antidiscriminación de la Mujer de Naciones Unidas

Cecilia Hernández

Miércoles, 8 de marzo 2017, 00:15

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«Existe un evidente consentimiento de los estados en la discriminación hacia la mujer, porque si tengo subyugada a la mitad de la población, puedo hacer un mejor reparto de recursos, tanto económicos como educativos. Es una apropiación de recursos que termina en apropiación de vida». Soledad Murillo, profesora de la Universidad de Salamanca e integrante del Comité de Naciones Unidas sobre Antidiscriminación de la Mujer, explicó ayer el papel de este organismo y cuáles son sus funciones y alcance dentro de una conferencia que ofreció en la Casa de las Conchas, organizada desde el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de Salamanca con motivo de la celebración, mañana miércoles, del Día Internacional de la Mujer.

Este Comité, el Cedaw según sus siglas en inglés, funciona como un organismo examinador de las políticas de los estados integrantes de Naciones Unidas en lo que a materias de mujer se refiere. «Naciones Unidas no tiene potestad sancionadora, pero sí puede llamar la atención a los países sobre determinados comportamientos o legislaciones que no requieren coste económico para ser modificados», afirmó Murillo.

Los casos que se plantean ante el Cedaw son tan amplios como el mismo planeta, pero están marcados por sangrantes semejanzas en lo que a cuestiones de discriminación y violencia contra la mujer se refiere. Ante Naciones Unidas llegan situaciones como las que se viven en Ciudad Juárez, México, donde el narcotráfico golpea brutalmente y amenaza y utiliza a las mujeres, o en Palermo, Italia, ciudad marcada por la mafia.

Pero también se plantea, por ejemplo, la «falta de visibilidad de las mujeres» en el ámbito europeo. Según Soledad Murillo, en Europa el «discurso habitual» es que las mujeres «no se responsabilizan igual de los cargos públicos y tienen un déficit de compromiso con el trabajo» porque abandonan su carrera profesional para ser madres o cuidar a familiares dependientes. Y se mantiene, además, la idea y el convencimiento en gran parte de la sociedad de que los servicios públicos de cuidado que se ofrecen (guarderías, residencias, etcétera) son un «favor» se hace a la mujer, en vez de una «obligación que beneficia a todos, hombres y mujeres».

Lo que no se tiene en cuenta es, narró Murillo, la pérdida económica que supone para los estados la «inversión en educación» en las mujeres que luego dejan de trabajar para centrarse en la familia. El caso más paradigmático en estas cuestiones es Irlanda, donde existe un índice de natalidad de cuatro hijos por mujer de media. El problema se plantea, asimismo, cuando llega la separación y la mujer queda claramente perjudicada y en situación de dependencia de su ya ex pareja. «Se mantienen políticas regresivas que hacen que la mujer sea vista por su función reproductora y de cuidado, no por su valor como persona, como sujeto de derecho propio», recalcó la experta de Naciones Unidas, quien subrayó como en el mundo en general y en Europa en concreto, «no hay un compromiso claro para que las mujeres ejerzan su talento, no servicios».

Aquí surge inevitable el recuerdo del diputado polaco que la pasada semana hizo unas controvertidas y polémicas declaraciones durante una intervención en el Parlamento Europeo. Para Soledad Murillo la posición de este político no es sorprendente si se conoce bien Polonia, «un país muy conservador en general, donde existen leyes muy regresivas que van en contra de la mujer». Para la experta es «imposible» que países tan conservadores progresen, porque «si eliminas a la mitad de la población, eliminas a la mitad del talento».

Sobre España y el aumento en casos de violencia de género que se ha producido en las últimas semanas, Soledad Murillo afirmó que no se investiga «dónde se ha roto la cadena de protección» y que los gobiernos se limitan a «lamentarse» cada vez que hay un asesinato. «No se toman medidas y por regla general, para ir más allá, se depende siempre de la sensibilidad del juez de turno», añadió la exconcejala del Ayuntamiento de Salamanca y exsecretaria de Políticas de Igualdad en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Para Murillo, al igual que para el resto de expertos en materias de igualdad, lo que falta es precisamente eso, experticia en esa materia. Formación en los responsables de la cadena de atención a la mujer víctima de violencia de género.

«No podemos depender de que el juez sea consciente de que tiene que ir a un curso para formarse en estas materias», recalcó, no sin antes reclamar que se exija que los magistrados de los juzgados de Familia sean expertos esas en esas cuestiones. «Las víctimas siempre están a expensas de algo que no puede medirse, la sensibilidad», recalcó.

Sobreseimientos

Víctimas que existen en todos los ámbitos de la sociedad, aunque, en ocasiones, cueste creer a las autoridades que mujeres de buena posición y formación pueden ser sujetos pasivos de la violencia de género. Esto lleva, subrayó Soledad Murillo, a que existan muchos sobreseimientos «porque no se cree en el testimonio de la víctima ni se piden informes psicológicos».

Y la situación es de extrema urgencia, como atestiguan las más de 15.000 llamadas anuales al teléfono de atención 016 o los frecuentes asesinatos. En este punto Murillo se preguntó «en qué aula se aprende a evitar la violencia», para remarcar que ahora mismo, en España, la ley de Educación no recoge ninguna materia sobre cuestiones de igualdad o respeto entre hombres y mujeres.

«Hay coartadas institucionales que al final cronifican la violencia de género en las mujeres», aseguró en este sentido la experta, quien también centró su mensaje en comportamientos habituales y que pasan desapercibidos, pero que tiene una gran carga negativa en lo que a la igualdad se refiere. «No ha desaparecido el insulto ni los mensajes de control a través de la música, la hipersexualización del cuerpo y esa necesidad que sienten las chicas más jóvenes de agradar, de no molestar».

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