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Aquellos pueblos que tuvieron que cambiar de nombre en 1916

Una treintena de municipios salmantinos modificaron su originaria denominación por mandato del Gobierno nacional con el fin de evitar «la confusión»

Paula Hernández Alejandro

Sábado, 31 de diciembre 2016, 16:13

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Ocurrió hace un siglo. Ni más ni menos. Y fue que 35 pueblos salmantinos cambiaron de nombre. No era cosa surgida de la voluntad popular, expresada en concejo abierto o en referéndum, sino mandato gubernamental a través de un Real Decreto de Alfonso XIII: apareció en La Gaceta de Madrid (antecesora del Boletín Oficial del Estado) el 2 de julio de 1916, con el político liberal Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, en la presidencia del Ejecutivo. Fue un bautismo laico. Mudaron su piel terminológica: pasaron, en su mayoría, de nombres simples a compuestos (nombre+apelativo). O, en algún caso, se abrevió el rótulo. Para eso, se atendió a criterios geográficos o históricos, con el fin de resaltar su identificación... Y todos prosiguieron una historia que venía de lejos, con gozos y desdichas, fiestas y mortandades, concordias y rencillas.

La pequeña historia, que nutre a la otra (grande por los límites de su campo), revela el pasado de manera más cálida y, sin patrioterismos, llega más pronto a eso que llamamos sentimentalidad. En el principio, la «tribu» (caserío, lugarejo, aldea) se acogió (y refugió) a un nombre. Pero el nomenclátor, con el paso del tiempo, no ha permanecido invariable. El cambio ha sido motivado, a veces, por la natural evolución del término (históricamente, se han producido variaciones en la grafía y degradaciones etimológicas). En otras ocasiones resultó predeterminado por una decisión ajena a la vida de los pueblos. Este es el caso de esa treintena de municipios de Salamanca, que modificaron sus nombres hace un siglo, si bien los naturales mantuvieron sus gentilicios.

La provincia salmantina fue el territorio que más cambios experimentó en el ámbito regional. Ya está dicho: 35. Por el contrario, Zamora solo se vio afectada en 9 casos. La relación nacional «se llamará», se indica en cada modificación incluye a 573 municipios, aunque se consignan 566. La actual Comunidad Autónoma de Castilla y León suma 184 «alteraciones», lo que representa casi un tercio del total. Los cambios afectaron a localidades de distintas comarcas de Salamanca. La coincidencia de nombres daba lugar a confusiones o equívocos, sobre todo en la comunicación postal. Por eso los criterios de los expertos, que se recogían en la Exposición inicial de la Presidencia del Consejo de Ministros, destacaban que la Real Sociedad Geográfica «ha realizado prolijo y meditado estudio para la reforma de la Nomenclatura geográfica de España, por estimar de conveniencia y verdadera utilidad el cambio de denominación de las entidades de población cabezas de distrito municipal», con el propósito «de que desaparezca la extraordinaria y lamentable confusión originada por el hecho de existir, entre los 9.266 Ayuntamientos que constituyen la Nación», más de un millar «con idénticos nombres, y éstos sin calificativos ni aditamento alguno que los distinga».

Los expertos (a la cabeza, Manuel de Foronda y Aguilera, abulense, integrante de la Real Academia de la Historia) buscaron la unidad de criterio, que justificaron así: que la reforma «afectara al menor número de localidades, dejando intacto el nombre actual a las poblaciones de mayor categoría administrativa (), y variando los de aquellas entidades de población cuyo número de vecinos es menor que el de sus homónimas». Es decir, prevalecía el nombre de la localidad de mayor relevancia administrativa o poblacional. Se procuraba que el calificativo asignado «no sea arbitrario, sino el que la tradición, el uso o los afectos de cada localidad vienen consagrando, y teniendo también presentes los antecedentes históricos, circunstancias especiales del terreno, etc., y con especial predilección las palabras que expresan nombre de corriente de agua, de la montaña, del territorio, de la particularidad geográfica, en cuyas cercanías o dentro el cual se halle enclavado el Ayuntamiento o población cuyo nombre propone modificar». Para ese trabajo de reforma, la Sociedad Geográfica consultó a Correos y Telégrafos, Instituto Geográfico y Estadístico, Registros Civil, de la Propiedad y del Notariado, Diputaciones provinciales A pesar del intento de evitar las confusiones, se mantuvieron otras duplicidades de nombres, que perviven en la actualidad.

Las curiosidades aparecen con frecuencia en esa Relación. Así, existían núcleos de población de Salamanca con igual denominación en Castilla y León: Navalmoral (en Ávila), Olmedo y Siete iglesias (Valladolid), Pajares (Ávila y Zamora), Linares, Santa Marta y Villagonzalo (Segovia), Villavieja (Burgos), La Tejeda y Villalverde (de nuevo en la provincia zamorana) Expertos consultados, historiadores y geógrafos, ven en los elementos ambientales y en las migraciones dos causas, principales, de esa reiteración nominal.

¿Cómo fueron acogidos los cambios dictados por el Gobierno «romanonista»? Desconocemos la aceptación por parte de los municipios concernientes. Es de suponer que no fue mala, o tal vez pasiva, dado que no existe documentación en sentido contrario.( Por entonces los mandatos se cumplían a rajatabla, aun con discrepancias, proceder tan distinto al actual en algunos territorios, donde las leyes se incumplen por sistema)... Por aquellos días la capital salmantina superaba ligeramente los 30.000 habitantes, según los censos históricos del INE, y su mayor preocupación era la huelga de los «obreros panaderos» (había que comer, aunque los patronos dijeran otra cosa) y el malestar de los incipientes sindicatos agrarios, que asimismo llegaba a la calle. Era el pan de cada día. La provincia (352.486 almas en 1910 y, también oficialmente, 321.615 una década más tarde) participaba de la decadencia de Castilla y León.

Si poco se sabe de la repercusión popular de los cambios (si existieron, o no, reacciones de cualquier signo en los pueblos afectados por la medida; tal vez alguna anotación registrada en los Libros de Actas municipales, y ahí acabó todo), la repercusión mediática fue escasa. El periódico El Adelanto recogió la noticia el día 4 de julio, con este titular: Pueblos que cambian de nombre, a una columna. Era la relación escueta, literal, de La Gaceta de Madrid. En su edición posterior, del 5, ofreció una interpretación amable, entre ocurrente e irónica, en la sección Quisicosas, que aparecía en portada. Se trataba de unos ripios que abordaban, día tras día, la actualidad. En este caso, trataban el asunto del nomenclátor con liviandad y humor.

La historia siguió su curso, y la memoria popular no alcanza a recordar el pasado que vivieron sus ascendientes en aquellos pueblos que mudaron de nombre en 1916 por la reforma gubernamental. (Había sido una importante medida, pues se individualizaba cada entidad. Y nadie se había atrevido a realizar modificaciones de tal calibre con anterioridad en España). Es tiempo de globalizaciones, y la memoria es ajena a hechos como ese, pegado a la tierra, o quizá es ajena a la pequeña historia.

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