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Florencio Maíllo en frente a la artística y simbólica fachada de su vivienda.
«Debemos mirar adelante y proyectar el pasado del modo más puro posible»

«Debemos mirar adelante y proyectar el pasado del modo más puro posible»

Es uno de los miembros más jóvenes del Centro de Estudios Salmantinos, al que pertenece desde el 15 de enero de 2009

Jorge Holguera Illera

Lunes, 19 de diciembre 2016, 11:23

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El conocido artista Florencio Maíllo Cascón es el responsable de comunicación en el Centro de Estudios Salmantinos, CES. Además es profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca donde imparte asignaturas que tienen que ver con la cultura visual (expresión artística, artes gráficas, fotografía), y a su vez es director de dos máster, el de Regeneración Urbana y el de Arquitectura y Diseño Interior. Durante esta entrevista estaba en su taller personal, preparando la próxima exposición que inaugurará en Guarda el próximo domingo 18 de diciembre, en la misma expondrá durante dos meses, obras que ya se pudieron ver en la muestra denominada el Jardín del Bosco que se pudo ver en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid y otra parte, que se expuso en Béjar.

Florencio Maíllo ingresó como miembro numerario en el Centro de Estudios Salmantinos el 15 de enero de 2009. Es uno de los más jóvenes integrantes del CES. En su entrada presentó una obra, de las que forman parte de su colección sobre el Fuerte de la Concepción de Aldea del Obispo. Entre las ventajas de ser miembro de esta asociación, considera importante «tener ese vínculo directo con gente interesada por la conservación y la protección de nuestro patrimonio cultural, con una mirada muy amplia y diversa». Esta es también la motivación de Florencio Maíllo, vinculado a la provincia a través de su territorio, «la Sierra de Francia, donde todos los proyectos los tengo asociados a identidad y memoria», cuenta.

Dentro del variado perfil de los miembros del CES, destaca el de Maíllo, por su «mirada más asociada a cultura visual y arte plástico», ya que el resto, son casi todos investigadores teóricos o historiadores.

Maíllo es uno de los principales impulsores del mundo rural en la provincia, sirva de ejemplo su proyecto Retratados, en su pueblo, Mogarraz, que hoy es un museo al aire libre y un homenaje a sus mayores, a la identidad y a la memoria. Para la creación de este proyecto fue esencial otro de los elementos imprescindible en su obra, el archivo pues esta obra nace de uno, el formado por unas fotografías realizadas en 1967, por un militar retirado que tenía cámara fotográfica, al que, por dicho motivo, el alcalde de entonces le solicitó que retratara a cada uno de los 387 vecinos de Mogarraz, mayores de edad para hacer el DNI. Esta obra es una «alegoría a los que se quedaron, los guardianes», que define como «personas mayores, los más conservadores, los que no tenían esas energías para emigrar o quienes tenían medios para quedarse en el pueblo».

Como contrapunto cabe destacar el detalle de Florencio Maíllo a los que emigran, los que tienen que abandonar su tierra. Fue con su tesis doctoral, realizada a base de otro archivo, uno de 1960, de un baúl con 3.500 fotografías que se encontró en la escombrera de su pueblo, otro archivo, «porque ahí van depositando parte de lo que ellos han sido». La escultura asociada a la emigración se denomina Memorias de esta tierra, que «es una alegoría a los que se marchan» y se encuentra en el restaurante Mirasierra.

Este artista se reafirma en su mirada a las raíces, «de hecho casi todos mis proyectos a raíz de la tesis están vinculados con el territorio; Mogarraz, la Sierra de Francia y la provincia en general, pues me interesa mucho todo lo que tienen que ver con lo autobiográfico, con la memoria y con la identidad de lo que conozco y lo que es mi vida», anota.

En su opinión, «estamos obligados a mirar hacia adelante pero no olvidar el pasado, todos en definitiva y éticamente tenemos la obligación de fijar en la medida de nuestras posibilidades nuestro conocimiento con respecto al pasado, y eso es memoria y es identidad», pues reconoce que para él es muy importante este factor, porque «somos los depositarios de un pasado y tenemos que ser los guardianes y los que proyectemos hacia el futuro ese pasado heredado del modo más puro posible, sin la contaminación que surge». Considera que «es importante diferenciar lo que es auténtico del pasado y conservarlo haciendo nosotros las aportaciones necesarias para fijar del modo más auténtico posible ese pasado».

Medio ambiente

La obra de Maíllo cumple con esta premisa, y también con compromisos, como el de trasmitir preocupaciones que le inquietan, una de ellas se plasma en la fachada de su propia vivienda, que tiene una balconada construida con capós de automóviles. Se trata de una alegoría, según explica Maíllo, que es el autor de la misma, «se trata de medio ambiente, medio natural y contaminación vinculada con el consumismo», pues precisamente para él, «el coche es en consumismo el elemento más pernicioso para el medio ambiente». Explica que «el coche se ha elevado a máximo consumo, por su brutal coste de producción, tanto desde el punto de vista de materiales como de energía, e incluso para el medio ambiente». El material que se puede ver en la facha de su vivienda, el capó, o como él denomina «el envoltorio del coche», porque «visualmente es el elemento de atracción para el consumidor y para la ostentación del que lo tiene».

También aparece la naturaleza en su colección de 150 serigrafías hechas en torno al Jardín de las Delicias. Se trata de una colección, donde Maíllo utiliza los herbarios como archivo de la historia, de la memoria. En este caso hace uso de la huella de la planta, «que siempre está acompañada de lo efímero, que es lo que se va», explica Maíllo. Este elemento «siempre es una flor». Maíllo lleva a su terreno incluso las tintas de las serigrafías, para las que recurre a materiales como óxidos de hierro, cenizas, arena, es decir, subproductos vinculados con la naturaleza, como pueden ser polvos de cinc, granito, mármol, silicieas u otra serie de materiales que consiguen en las canteras o empresas que trabajan con estos materiales. El fondo son chapas, elementos de metales, e incluso planchas de las serigrafías que compró a la imprenta del antiguo Tribuna.

La chapa es muy frecuente como soporte de sus pinturas y otras obras y también atiende a su estilo pues es reciclada.

En su pueblo, Mogarraz, ya usaron las chapas, las de los bidones que quedaron en la localidad tras el asfaltado de la carretera hacia Salamanca, con el fin de proteger los hastiales de las fachadas de las viviendas que dan a Portugal para protegerlas de las inclemencias del tiempo, sobre todo las de esas casas que durante casi todo el año estaban vacías a causa de la fuerte emigración.

Maíllo retoma esta constumbre del pasado, la de sacar provecho a esos materiales en desuso y sigue tirando del archivo de la memoria y la identidad de las gentes para extraer lo mejor de las mismas y convertirlo en verdadera riqueza cultural manteniendo la pureza del legado heredado.

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