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Casa en ruinas en la avenida de Italia que se pretende derribar.
La catalogación en el PGOU no garantiza la protección de edificios singulares

La catalogación en el PGOU no garantiza la protección de edificios singulares

francisco Gómez

Domingo, 11 de diciembre 2016, 13:08

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Para estar así, mejor que lo tiren. Está todo lleno de basuras. Solo sirve para que se metan las palomas y las ratas. Así hasta completar un largo etcétera que sintetiza el malestar que en muchas ocasiones produce en el entorno la existencia de un edificio en ruina. Situaciones que en la mayoría de los casos se prolongan años y años en busca de una solución que muy a menudo no pretende otra cosa que el derribo para construir un nuevo edificio sin las restricciones que marcaría el antiguo. En otros, hay todo un abanico de problemas que explican la situación de deterioro, como herencias, múltiples propietarios, alto coste del mantenimiento. Lo que está claro es que las herramientas legales no parecen funcionar. Este mal afecta, y de manera especial aunque no solo, a edificios que fueron catalogados por su interés patrimonial, histórico o arquitectónico en el Plan General de Ordenación Urbana. Tener ficha en el catálogo no parece un buen escudo contra la ruina, ni siquiera la exigencia para las construcciones de mayor antigüedad de someterse a la inspección técnica. Salamanca es un mapa lleno de ejemplos.

En los últimos días se habla de manera especial de la solicitud de declaración de ruina del edificio de la avenida Italia número 36. Se trata de una edificación con aires neobarrocos, testimonio de un modelo constructivo propio de la época del ensanche hacia el Oeste de la ciudad a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Pero tras una larga historia de declive y abandono, para él su nuevo propietario pide la declaración de ruina, es decir, que se permita el derribo total. Los pasos en este caso están marcados, ya que el propietario del edificio lo es también del solar adyacente (donde ya se ha derribado

Pero la consulta al Plan General de Ordenación Urbana redactado en el año 2004 nos descubre la ficha de este edificio. Los técnicos le otorgan una protección estructural (lo que obliga a mantener fachadas y estructura, elementos originales y repetición de las cubiertas actuales), considerando que por «su variedad y retranqueo constituye un hito en su entorno».

En ese momento, año 2004, se considera su estado de conservación como «mediano» y se recomienda actuar ya en la fachada y la cubierta. Es la primera de una sucesión de peticiones de rehabilitación que se cursarían a lo largo de la siguiente década y que fueron ignoradas abiertamente. Ahora el edificio cambia de manos y se pide su ruina.

Con ser el más actual por su riesgo inminente de desaparición, no es ni mucho menos el único caso. Si hay uno particularmente famoso es el del edificio del número 29 del paseo de la Estación. Una villa deshabitada desde hace décadas y protegida estructuralmente en el PGOU por su singular tipología (arquitectura regionalista de inicios del siglo XX). Numerosas han sido las peticiones del Ayuntamiento para intervenir en ella y frenar su deterioro, ejecutando algunas actuaciones de manera subsidiaria, sin que haya un futuro claro para el inmueble.

Abandono que pesa sobre elementos protegidos en las zonas de ensanche pero también en el propio centro de la ciudad. A muy pocos metros de la Plaza Mayor, en el número 4 de la plaza del Mercado, se alza un singular edificio bastante estrecho (dos huecos de ventana) pero muy largo, con su otra fachada en la calleja de Ventura Ruiz Aguilera. Tanto este inmueble como el adyacente, son de comienzos de siglo XX (realizados con ladrillo prensado y con rejería de buena calidad) y cuentan con protección estructural. Sin embargo, su deterioro avanza, presentando ya numerosas ventanas rotas y deficiencias en el tejado que hacen suponer un futuro de dificultades si no se interviene de forma urgente.

Si desde el Mercado remontamos Pozo Amarillo, nos encontraremos con otro de los casos más llamativos de un inmueble catalogado pero totalmente abandonado a su suerte y en franca degradación. En el número 14, se emplaza una notable fachada en chaflán de comienzos del siglo pasado realizada en piedra franca y dotada curiosamente (calle Correhuela) con un patio al que se accede a través de un paso de carruajes. En este caso, el PGOU permitía su vaciado interior, pero eso tampoco ha facilitado ninguna intervención. La antigua ferretería y almacén de tripas permanece apuntalada desde hace años y parte de la cubierta se ha vencido ya, permitiendo que el interior sea tomado por las palomas.

Ejemplos seleccionados de entre una nómina mucho más extensa que también integran aquellos edificios que aunque en teoría siguen gozando de protección en el catálogo del PGOU hoy son en realidad solares vacíos con fachada. El más noble de ellos es el conocido Seminario de Carvajal, construcción del siglo XVII completamente arruinada tras un incendio. A pesar del cambio de uso edificatorio para permitir un aprovechamiento hotelero que salvara los pocos vestigios que quedan, hoy permanece en el olvido.

En otros casos, el apuntalamiento de las fachadas se ha convertido ya en paisaje urbano, prolongándose durante años y años una situación que dista de ser la deseable. Es el caso de los edificios de la Rúa, valiosos testimonios del urbanismo del siglo XIX sobre los que va cayendo con todo su peso el paso del tiempo. El famoso problema del Hotel Universal en el número 13 o el solar del número 49 en el que aparecieron los importantes vestigios de fortificación prerromana.

También, como si de una maldición se tratara, parecen ya formar parte ineludible del paisaje las dos fachadas apuntaladas en la calle Consuelo, ambas de finales del siglo XIX, el interesante edificio decimonónico de arquitectura popular que hace esquina de las calles Serranos y Placentinos o, todo un clásico, el esqueleto del edificio varado en el número 19 de la calle san Justo.

Un listado extenuante en el que conviven edificios afectados con distintos grados de catalogación (algunos protegidos integralmente, otros en la denominada protección ambiental, que exige mantenimiento de la fachada o de algunos elementos singulares) y en el que también hay situaciones distintas de conservación: algunos simplemente permanecen cerrados desde hace años y en aparente buen estado, otros padecen hundimientos de cubiertas, pérdidas de elementos o ya han sido vaciados. Pero todos parecen compartir un lento camino hacia la ruina.

Sin embargo, la legislación sí permite a las administraciones actuar fundamentalmente por motivos de seguridad, pero también para mantener las condiciones mínimas de salubridad y ornato en la vía pública. Por este motivo, los expertos lamentan la falta de voluntad política para buscar salidas a situaciones enquistadas y el mal funcionamiento de mecanismos de control como el catálogo y la inspección técnica, ya que especialmente a través de esta última herramienta, se podría exigir la intervención a los propietarios en los inmuebles antes de llegar a situaciones irremediablemente de ruina.

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