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Entrada de la Filmoteca Regional, con el lema de la exposición ‘Cines en el recuerdo’.
Salas que proyectaron nuestras vidas

Salas que proyectaron nuestras vidas

La Filmoteca de Castilla y León repasa en una exposición la historia de algunos cines ya desaparecidos en la región. La muestra ‘Cines en el recuerdo. La última sesión’ se puede visitar hasta el 21 de abril

Luis Miguel de Pablos

Miércoles, 3 de febrero 2016, 12:39

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Los más antiguos eran herederos de los corrales de comedia, espejos del Siglo de Oro donde autores como Tirso de Molina, Lope de Vega o Calderón de la Barca acercaban sus textos al pueblo llano. Es el caso del Bretón, en Salamanca, antiguo patio de comedias que antes de tomar su nombre original (1890) fue llamado Teatro del Hospital por el objetivo que perseguía de recaudar fondos para llenar las arcas del hospital de la Santísima Trinidad. O del originario Liceo, levantado en 1843 sobre las ruinas del convento de San Antonio el Real y recuperado por el Ayuntamiento en 2002 después de superar varios cierres y reformas.

Otros más recientes, como el Roxy en Valladolid (1936) o el Barrueco en Zamora (1943), nacieron en tiempos convulsos y acabaron muriendo por inanición. Unas y otras forman parte ya del imaginario de varias generaciones que crecieron pagando una peseta para ver estrenos como el Amarcord de Fellini, el Duelo de titantes entre Burt Lancaster y Kirk Douglas, o a Gary Cooper en Solo ante el peligro.

Un imaginario del que forman parte muchas más salas, que hoy son historia y cuyos nombres aún resuenan como si se tratara de la banda sonora de no pocas generaciones. En ese recuerdo se cuelan la sala Coliseum, el Cinema Taramona, o el Teatro Moderno, además del Bretón en Salamanca; el histórico Matallana, los Babón, el Lafuente, Vistarama o los Coca en Valladolid; Las Huertas en Palencia; o la sala Zuloaga y los Miró en Segovia.

Son cines en el recuerdo a los que la Filmoteca de Castilla y León dedica en estas fechas, y hasta el 21 de abril, una exposición que se ha alimentado de distintos fondos y colecciones cedidas por distintas familias vinculadas a estas salas. Material que aún conservan cinéfilos como Tomás Rivas, hijo del jefe de sala del Coliseum: Ángel Barrueco, de la familia propietaria de los cines Gran Vía (Salamanca), y Barrueco y Pompeya (Zamora); Basi y Manuel Sánchez, hijas de Boni Sánchez, que fuera portero del Teatro Bretón entre los años 1958 y 1989; el fotógrafo Paco Suárez; la familia Núñez San Francisco; o Chema Álvarez, superviviente al frente de los cines Casablanca. Apellidos que vivieron en primera persona el cine en doble sesión y que saben lo que supone luchar contra las nuevas tecnologías para mantener abierta una sala deficitaria.

Joaquín Fuentes es un buen ejemplo de esta raza de cinéfilos en extinción. Dueño en la actualidad del cine Calderón en Peñaranda de Bracamonte, hubo de cerrar en su día el San José en Guijuelo, abierto en 1958, por falta de audiencia. Ni corto ni perezoso, es de los últimos de Filipinas que aún sigue llevando, pantalla en ristre, el cine de verano a distintos municipios de la provincia salmantina.

La suya es una de las voces del documental 24 cines por segundo de Mariela Artiles que viene a ilustrar y completar todo el material recogido en la exposición Cines en el recuerdo. La última sesión de la Filmoteca de Castilla y León. Una cinta en la que productores, exhibidores y espectadores cuentan sus vivencias vinculadas al mundo del cine, en las que han desafiado los tiempos y han conectado pasado, presente y futuro. La experiencia de Juan Antonio Pérez Millán es una de ellas. «Me lo prohibieron de pequeño, y de ahí mi pasión por la gran pantalla», reconoce el exdirector de la Filmoteca Regional.

«Entrabas a las cuatro y salías a las diez, y por una peseta veías dos sesiones y media en cines de programas dobles», recuerda González Macho, antes de mencionar su propia experiencia en los cines Chamberí.

Cine en blanco y negro que deja imágenes en la memoria como la que relata Álex de la Iglesia en el mismo documental. «La primera película que recuerdo haber visto en televisión es King Kong. Y Godzilla en el cine. Está claro que de pequeño tenía un problema con los monstruos», relata el director de El día de la bestia.

La cinta reflexiona sobre la desaparición de los cines en pleno apogeo de la crisis. «Hubo una época en la que solo se abrían salas», apunta Enrique González Macho, «y 4.200 pantallas es una barbaridad, son demasiadas. Cuando no se puede, no se puede, y cuando llevas siete u ocho años de pérdidas, no hay nadie que lo pueda aguantar», añade el expresidente de la Academia del Cine.

Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), Castilla y León despidió el año 2014 con 43 cines y 209 salas de exhibición, lejos de los 78 y 258 salas con las que arrancó el año 2003. Traducido en número de espectadores, el INEcifra en 6 millones las personas que acudieron a una sala en la región en 2003 por solo 3,7 en 2014.

A juicio de Álex de la Iglesia, «tener hoy un cine en un edificio de Gran Vía cuesta dinero, sin embargo tenerlo en un centro comercial provoca dinero».

La cinta 24 cines por segundo pone voz a la exposición que propone estos día la Filmoteca, una muestra que invita a conocer la evolución de todo tipo de artilugios utilizados para proyectar películas a lo largo de la historia del cine, y en la que se pueden ver imágenes antiguas de algunos de los cines con más pasado de la Comunidad. Así, de los artilugios para fascinar como denomina la propia exposición a aparatos como el zootropo (1834), praxinoscopio (1877), kinetoscopio (1894) o mutoscopio (1898), el espectador puede saltar a la cámara fotográfica de Agustín Pazos (1880-1949). Tiempos en los que salas como el Coliseum, el Moderno o el Taramona programaban Se necesita un rival, Una aventura en Polonia o El monstruo al acecho en doble sesión al precio de una peseta en 1938.

A la entrada de la exposición, el visitante se puede encontrar todo un surtido de carteles, fotocromos, libros de recaudación y programas de mano, además de imágenes del propio Coliseum, inaugurado en 1931 con Tomás Rivas como jefe de sala y destruido a causa de un incendio en 1980; del teatro Bretón, clausurado en 2004 y derribado hace ahora cuatro años; o del cine Barrueco en Zamora anunciando sesión continua (desde las 5.30 hasta la 1,15 horas) de la película del momento, Lo que el viento se llevó. Como aspecto destacable, cabe reseñar la documentación que aporta la exposición para explicar la censura que había en la época, y que limitaba según qué proyecciones e imágenes.

Además de las colecciones cedidas por particular, la exposición Cines en el recuerdo. La última sesión se ha nutrido de fondos cinematográficos del archivo Alphaville-Musidora de Madrid, las colecciones de Benito Bellota, Antonio San Román y María del Mar González de la Peña, así como fotografías de Venancio Gombáu, Ángel Esteban, Lus González de la Huebra y los archivos Carvajal (Valladolid) y Foto Duero (Zamora).

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