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Charo López, en el papel de Celestina en ‘Ojos de agua’.
«Sé que arriesgo pero los monólogos son un gran reto para mí»

«Sé que arriesgo pero los monólogos son un gran reto para mí»

La actriz salmantina se mete mañana en el Teatro Liceo en la piel de la Celestina de Álvaro Tato en la obra ‘Ojos de agua’

Luis Miguel de Pablos

Jueves, 12 de noviembre 2015, 11:55

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Vuelve a Salamanca siempre que tiene oportunidad y no es raro verla pasear por el entorno de la Catedral Nueva, uno de sus rincones favoritos. Reconocida por una trayectoria infinita en cine y teatro, su rostro va ligado de forma inevitable a adaptaciones de clásicos de la literatura española como La Regenta, Fortunata y Jacinta, La Colmena y, por supuesto, también en Los gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester.

Charo López (Salamanca, 1943) regresa mañana al Teatro Liceo de la mano de Ojos de agua y otro clásico que hasta ahora no había pasado por su puerta. La actriz salmantina se mete en la piel de la Celestina de Álvaro Tato para rivalizar con aquella Clara Aldán que tantos reconocimientos le reportó.

Ha dicho que este papel es el mejor de su vida.

Es un personaje muy rico, con muchísimo desarrollo dramático y lleno de matices. No sé si es el mejor de mi vida, pero sí está entre los mejores que he hecho.

El texto escrito por Álvaro Tato echa la vista atrás y hace un repaso a la vida de la Celestina, ¿también de Charo López?

Inevitablemente hay algo de mí en este personaje por las conversaciones que tuve con el autor. Algunas anécdotas están en el texto, sin duda. Él quiso revitalizar la Celestina de Fernando de Rojas en Ojos de Agua, pero hay que dejarle claro al espectador que la suya es otra Celestina.

¿Se le llegan a hinchar los ojos en el escenario?

Ésa es una expresión de La Celestina de Fernando de Rojas que ha tomado Tato del texto original y que está presente en la obra, aunque repito que es otra. Es una mujer que se dedica a lo mismo, facilitar las relaciones entre hombres y mujeres y a acercarles el amor en una palabra, pero también que habla de su pulsión sexual, de su vitalidad, de cómo ha vivido,...

Un personaje que ha perdido ya toda la vitalidad que tuvo en su día.

Sí. Pero es que nadie tiene la misma vitalidad cuando llega a esos años. En Ojos de Agua cuenta cómo ha vivido y entendido la vida, y luego dice lo siguiente: Será la vejez y después la muerte, pero tiene dos partes que son alegres y una tercera más triste y melancólica.

En su caso, y al contrario de lo que es habitual, no ha abandonado el primer plano interpretando papeles de protagonista.

¡Por suerte! Ahora voy a empezar a rodar una película con una actriz extraordinaria que no puedo decir su nombre, y estoy encantada. Me considero afortunada. Es algo que tiene que ver con el trabajo de muchos años, porque de lo contrario no llegaría a interpretar estos papeles.

¿Tanto le seducen los monólogos que no se cansa de repetir?

Tuve una experiencia única cuando hice Tengamos el sexo en paz, de Darío Fo. Estuve casi doce años con ese monólogo que era una verdadera maravilla, hicimos dos giras en España y fuimos dos veces a América, y tengo predilección por los monólogos. Sé que arriesgo mucho, pero es un gran reto para mí.

¿Tiene algo que ver con la soledad que se siente en el escenario?

No se tiene esa sensación, de verdad. En este caso, es un personaje que relata su vida, un personaje que pasa por etapas, dramáticamente muy potente, pero que poco tiene que ver con la soledad.

¿Buscaba Charo López un papel como éste cuando entabló contacto con Álvaro Tato?

Surgió un día que fui a ver su función. A la salida nos vimos y me preguntó qué me gustaría hacer. Hablamos de un monólogo y a los tres días me llamó para preguntarme por la Celestina. Le comenté que yo tenía poco que ver con el personaje, pero vino a casa y fuimos comentando y matizando el papel.

¿No se veía en el papel?

Es que no es exactamente la Celestina de Fernando de Rojas, es la Celestina de Álvaro. Nada que ver.

Después de cincuenta años sobre el escenario, ¿aún recuerda cómo fueron sus inicios en Salamanca?

Desde luego. Empecé haciendo teatro en la Facultad de Filosofía y Letras, y después de dar clases un tiempo de español a extranjeros y de Bachillerato a niños y compaginarlo con mis estudios en la Escuela de Cine, me integré en la profesión en Madrid.

Pero el gusanillo se fraguó aquí.

Sí, sí. La primera función que hice en Salamanca fue Final de partida, de Beckett, creo recordar que en un Colegio Mayor. Nos dirigió un estudiante de Medicina alemán y tuvimos mucho éxito. Lo recuerdo como si fuera ayer.

¿De dónde vino ese gusanillo?

Bueno, supongo que me parezco mucho a mi madre, y mi madre era un ser humano extraordinariamente expresivo, muy cómica, que hacía imitaciones muy buenas, y algo de eso heredé de ella. Ella no fue una actriz profesional, pero sí era una persona brillante en la vida. Creo que me parezco a ella en ese sentido, pero la profesión me vino por mí misma. Me gustaba subirme al escenario e interpretar a un personaje.

¿Qué recuerdos guarda con más añoranza de su infancia y adolescencia en Salamanca?

Recuerdo con cariño la Facultad de Filosofía en época de estudios, los ratos en los que paseaba con mis amigas y veíamos Salamanca desde lo más alto de la Catedral. Para mí Salamanca siempre permanece muy viva dentro de mí. Me encantaba toda la parte de atrás de la Catedral Nueva por la paz que transmitía, a veces nos quedábamos mis amigas y yo a merendar en esa zona.

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