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Joan Manuel Serrat, en el escenario del Multiusos Sánchez Paraíso en el que, además de los músicos, solo le acompañó su rúbrica a gran tamaño.
Serrat, nostalgia a borbotones

Serrat, nostalgia a borbotones

El artista catalán repasa en Salamanca sus cincuenta años en la música con un repertorio lleno de sentimiento

Luis Miguel de Pablos

Lunes, 8 de junio 2015, 13:38

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Han pasado más de veinte años desde que cumplió veinte años. Algunos más de veinte desde que dice que hace veinte años que cumplió veinte, y por eso ahora ya solo tiene que disimular delante de sus hijos. «Son ellos los que me lo recuerdan silbando por casa», reconoció ayer. Encima del escenario no le hace falta. Su serenidad, ese acento tan característicamente catalán, y esa parte de tozudez maña que le toca por parte de madre quiso retomar la gira pese a que las secuelas de la laringitis que ha sufrido y que le han obligado a suspender varios conciertos se hacen evidentes hace tiempo que le han convertido en leyenda viva del panorama musical español.

Nunca ha necesitado impostar ni disimular menos él que hubo de vivir un año en el exilio mexicano en tiempos de Franco, y en esta gira con la que viene celebrando sus cincuenta años encima de un escenario no puede evitar destilar nostalgia por los cuatro costados.

Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) la desbordó ayer a borbotones en un desangelado Multiusos Sánchez Paraíso, donde apenas mil personas acompañaron al maestro en su paseo por los añorados 70. Porque su repertorio fue un transitar desde el Poble Sec hasta Salamanca. Desde aquel mocador o la canción de cuna que le mutó el gesto hasta sus famosos Veinte años o los tiempos de Bienaventurados. Desde aquel programa Radioscope que le abrió al mundo un 18 de febrero de 1965 hasta nuestros días. Un largo camino al que ayer volvió la vista para «ver la senda que nunca se ha de volver a pisar», acompasado por sus músicos y acompañado por tantos y tantos poetas como le han aderezado la trayectoria musical por supuesto con Miguel Hernández y Antonio Machado en lugar preferente.

Nunca le han fallado en ninguno de sus conciertos y en esta Antología desordenada, que él mismo reconoce también «mutante», aporta un grado más de melancolía que no escapó al público salmantino. «Dice el refrán que hay que renovarse o morir, y sin embargo yo me pregunto ¿cuántos años tiene la siesta?, ¿cuántos el peine o el dedal? Cuántos la poesía de Miguel Hernández y Machado, y sigue siendo maravillosa porque parece haber sido escrita ayer», exclamó ayer, con la serenidad y templanza que siempre ha transmitido sobre el escenario. Fue el momento en el que sacó del baúl Llanto y coplas a la muerte de Don Guido para elevar al público de su asiento en un sentido más ficticio que real también los asistentes hace más de veinte años que cumplieron los veinte.

Llegado a ese punto, el Nano ya había inyectado al personal una buena dosis de nostalgia con temas como De vez en cuando la vida, De cartón piedra, Mi niñez, y el Hoy por ti, mañana por mí con letra de su hermano Joaquín Sabina. Para entonces, «su padre ya se había hecho viejo sin mirarse al espejo»... Llegado a ese punto, Serrat ya había hecho uso del taburete, guitarra en mano, para subir la temperatura del Multiusos con Algo personal.

Canciones todas que exprimió en los años 70 y 80, y de las que ahora disfruta durante la gira Antología desordenada. «Presento un trabajo ya hecho que viene de antes y que ahora disfruto», reconoció, cómodo como se le vio en todo momento a la hora de rescatar todos aquellos temas que le enseñaron el oficio y que tanto han contribuido a construir el universo Serrat.

También en Salamanca se pudo atisbar ese artista que aunaba lo sofisticado y comercial rompiendo estereotipos en tiempos de tensión franquista. El cantante que nunca ha renunciado a su normalidad dentro de una vocación crítica. El que no duda en tirar de catalán (Canción de cuna y Palabras de amor) aun en territorio hostil, igual que no dudó en renunciar a Eurovisión el año que el festival encumbró a Massiel. En definitiva, el que a los sesentayonce como diría el otro pájaro se ha ganado el derecho a no disimular y sangrar nostalgia a borbotones sobre el escenario. Cincuenta años puede que sean un buen puñado para artistas de otra estirpe, pero para los genios como él, el tiempo se detiene a golpe de notas. Golpe a golpe. Verso a verso.

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