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Cecilia Hernández
Lunes, 30 de marzo 2015, 12:59
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Parecía difícil de igualar el gentío que se congregaba en el centro de la ciudad al paso del Despojado, pero el indulto del preso en el atrio del Museo del Comercio reunió a centenares de personas. Mucho antes de las ocho de la tarde, la hora prevista para la escenificación del indulto del preso de Topas, el público se agolpaba alrededor del edificio del museo, acordonado por la Policía Local. En el centro del patio esperaba una mesa, en la pocos minutos después el subdelegado del Gobierno, Javier Galán, y el hermano mayor de la cofradía del Cristo del Perdón, José Ángel Pérez Ciudad, firmaban el perdón de la condena de este hombre, que no quiso revelar su identidad para poder iniciar así una nueva vida libre de la pena y sin ser conocido por el gran público. Sólo unas cadenas y los pies descalzos demostraban su presencia bajo el hábito y el verdugo blanco, rodeado por hermanos del Perdón y de otras cofradías. Bajo la doliente mirada del Cristo y acompañado por representantes institucionales como el alcalde, Alfonso Fernández Mañueco, y el concejal de Cultura, Julio López Revuelta, el preso, que estaba en tercer grado, recibió su libertad.
Se cumplió así con la tradición instaurada en 1945. Porque en Salamanca desde esa fecha el Domingo de Ramos es día de Perdón, día de «reflexionar sobre uno de los aspectos fundamentales de la vida cristiana», como señaló el historiador e integrante de la tertulia Cofrade Pasión, Javier Blázquez, en la presentación del acto.
Concluida la representación de la liberación del preso, al que se le quitaron las cadenas de sus manos, dio comienzo la segunda parte de la procesión, que este año varió su recorrido para acercarse más al centro de la ciudad. Desde el Museo del Comercio la procesión partió por la calle Príncipe de Vergara, calle Almansa y calle Martínez Siliceo hasta llegar al parque de Nuestro Padre Jesús del Perdón, donde los hermanos rezaron un Via Crucis. Desde allí, y de nuevo por el Camino de las Aguas, el Cristo del Perdón regresó al convento de las Madres Bernardas, donde reside habitualmente.
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