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Santonja muestra el cartel que da la bienvenida a la exposición en la Sala de las Comarcas.
La historia intelectual de la revista ‘El Estudiante’ resurge en una exposición

La historia intelectual de la revista ‘El Estudiante’ resurge en una exposición

Impulsada por Unamuno en la Universidad de Salamanca, fue la primera publicación crítica con la dictadura de Miguel Primo de Rivera en 1925

Luis Miguel de Pablos

Miércoles, 4 de febrero 2015, 12:14

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Ni en Madrid ni en Barcelona. «La primera revista de oposición a la dictadura del general Primo de Rivera surgió en Salamanca», tal y cómo apuntó ayer Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Nació en 1925 al amparo de la Universidad y el empuje de Miguel de Unamuno y de su corta vida se hace repaso a través de una exposición que permanecerá hasta el 1 de marzo en la sala de Comarcas de la Diputación. El Estudiante de Salamanca. La verdad a la vista rinde homenaje a la «historia intelectual» que aportó esta publicación, participada en sus orígenes por estudiantes y profesores con el respaldo de intelectuales de la talla de Gregorio Marañón, Ricardo Baroja, Federico García Lorca, Quiroga Plá o Ramón del Valle Inclán. Precisamente su novela Tirano banderas, publicada en 1926, vio primero la luz por capítulos en esta revista entendida en su día como la conciencia crítica de la sociedad. Bautizada en un principio como Seminario de la juventud escolar, la publicación lanzó su primero número el primero de mayo de 1925 y editó trece número antes de trasladarse a Madrid en una segunda etapa. Fue Unamuno, según recordó ayer Santonja, quien alentó su nacimiento pese al exilio francés. Con el cambio de sede a Madrid se escondían objetivos más ambiciosos como el relanzamiento del movimiento editorial, hasta entonces apocado y en pañales. El Estudiante dio pie, como subrayó ayer el comisario de la exposición, a la aparición de distintas editoriales. «Ni Madrid ni Barcelona. Fue en la ciudad de las piedras doradas» donde se gestó este movimiento, subrayó sobre una publicación que «no murió, sino que dio paso a la postguerra», matizó.

Por último, Gonzalo Santonja avanzó su interés por ahondar en la figura de Quiroga Plá, traductor de Marcel Proust, por tratarse de un «ilustre desconocido» que merece una exposición monográfica a su persona. Entre las razones que le condenaron al relativo anonimato, citó la dedicación a su trabajo como secretario de Unamuno, su precaria economía que le obligaba a ganarse la vida «hipotecando» su capacidad creativa para vivir de la traducción o un carácter «tremendista e insobornable» que no le facilitaba ciertas relaciones sociales.

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