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Charo López, durante una representación teatral.
«El teatro está herido, no muerto, y no van a conseguir matarlo»

«El teatro está herido, no muerto, y no van a conseguir matarlo»

La intérprete se ha vuelto a subir a las tablas con la obra ‘Ojos de agua’, que revisa el texto clásico de ‘La Celestina’ de Fernando Rojas

redacción / word

Martes, 9 de diciembre 2014, 12:57

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Charo López ha vuelto las tablas con Ojos de agua, que revisa el clásico La Celestina en un monólogo de hora y media que en ocasiones «duele», pero con el que la veterana actriz está «disfrutando como nunca», convencida de que el teatro es inmortal: «Está herido, pero no muerto, y no lo van a matar».

«La suerte de este oficio es que, por mucho que quieran que muera, no lo van a conseguir; a pesar de todas las trabas económicas, la gente va al teatro, se hacen obras preciosas y con variedad de géneros enorme», explica en una entrevista con Efe la intérprete, que estrenó el sábado Ojos de agua en San Lorenzo del Escorial (Madrid).

El clásico de Fernando de Rojas revive en la piel de Charo López (Salamanca, 1943) de la mano del dramaturgo Álvaro Tato y el director Yayo Cáceres, de la compañía Ron Lalá, en una suerte de «baño de teatro clásico» en el que se recrean los pasajes más destacados de este personaje «hondo, profundo y divertidísimo al tiempo», apunta la protagonista.

«La Celestina es una mujer que vive al libre de ataduras con el mundo, en absoluta libertad, que se inventa sus propias leyes y no pertenece a nadie», añade sobre la vigencia de este personaje, que ha ensayado durante cuatro meses y que ahora saborea a placer, aunque «en estos primeros días, aún duele», pero al que se irá «acostumbrado».

Lo dice por un texto de 30 páginas al que se ha dado «una agüita de Barroco» y en el que se sitúa a la mítica hechicera y alcahueta escondida en un monasterio tras los hechos relatados por Fernando de Rojas; allí rompe su voto de silencio para recordar los amores de Calisto y Melibea y los tejemanejes de los criados Sempronio y Pármeno, de los que ha logrado, en este texto, escapar con vida.

Un texto «hermoso» que propone al espectador «que se pegue un baño de teatro clásico», añade, y en el que se habla de asuntos siempre actuales y que ha vivido la propia artista, el tiempo despiadado, la libertad femenina y la dureza de la belleza perdida.

«He hecho muchas obras interesantes a lo largo de mi vida y también ricas en contenido, pero aquí tengo las escenas más bonitas que he hecho nunca», apunta la actriz, que recuerda que vivió otro «extraordinario ejercicio actoral» con el monólogo de Dario Fo «Tengamos el sexo en paz», que estrenó en 1996 y representó durante dos años en España y América.

Y habla maravillas del equipo de Ron Lalá, que ante un texto «difícil» de para defender en solitario le han puesto «alas en las escenas, burbujas de champán, vida, alegría y fe en lo que estás haciendo».

Recién distinguida con el Premio Actúa, máxima distinción honorífica que otorga la Fundación AISGE (Artistas e Intérpretes, Sociedad de Gestión), Charo López -protagonista de éxitos como «Una jornada particular» o «Hay que deshacer la casa»- confiesa que el teatro vive «una época dificilísima, pero también de muchos éxitos destacables».

«El cine está más débil», añade López , que ganó el Goya a la mejor actriz de reparto por Secretos del corazón (1997) y que acaba de terminar el rodaje de Rey gitano, de Juanma Bajo Ulloa, una comedia «descarada, graciosa y llena de hallazgos, muy divertida».

La también protagonista de series históricas como Los pazos de Ulloa (1985), Los gozos y las sombras (1982) y Fortunata y Jacinta (1980) tiene más abandonada la televisión, un medio en el que tiene «una propuesta muy buena» que le gustaría compatibilizar con las tablas, porque cree «firmemente en una frase que tiene verdad y contenido: si no sales en al tele no existes».

Pero por el momento, quiere dedicarse de lleno a Ojos de agua, una obra «de mucho compromiso, empeño y responsabilidad», apunta. «Quiero disfrutarla, que crezca y divertirme con ella hasta hacerla mía, mía, mía», repite con la ilusión de una principiante.

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