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El Comedor está situado en un antiguo bar de la calle Juan de Villoria, en el barrio de Garrido.
El Comedor de los Pobres pide un local más grande para seguir con su actividad

El Comedor de los Pobres pide un local más grande para seguir con su actividad

La llegada cada día de nuevas peticiones de ayuda ha desbordado su infraestructura actual

Cecilia Hernández

Miércoles, 29 de octubre 2014, 12:43

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«La vida, que es muy dura». Juan, voluntario en el Comedor de los Pobres de Salamanca, define con atino y crudeza la razón de ser de lugares como este. Cada martes acude a echar una mano en las muchas tareas que se desarrollan en el interior del pequeño local de la calle Juan de Villoria. Con melancolía habla de las ayudas que presta fuera, en su trabajo voluntario, pero también de cómo ha tenido que ayudar «a los de casa» en estos últimos años.

Y es que, como explica Rocío Ledesma, coordinadora social del Comedor, «ahora nos encontramos con gente nueva en el comedor, que hasta hace poco se habían mantenido con el paro o con la ayuda de las familias, pero que se han quedado sin recursos». De ahí que en estos momentos esta asociación se vea «desbordada» por las peticiones de ayuda, en las que trabajan un centenar de voluntarios como Juan, y que se llevan cerca de 6.000 kilogramos de alimentos al mes. «Recibimos una parte del Banco de Alimentos, y el resto lo sacamos de donaciones de particulares o de lo que nosotros podemos ir comprando».

Pero quizás el problema más acuciante para el Comedor de los Pobres sea la falta de espacio. En los pocos metros cuadrados del local de Juan de Villoria un antiguo bar- se concentran una cocina, los baños, la zona de reparto y almacén, una pequeña capilla y las mesas de trabajo de la coordinadora social y la psicóloga. Un auténtico puzle que sale adelante gracias al buen ánimo de los voluntarios, que son un dechado de coordinación y eficacia. No obstante, la asociación reconoce que ha iniciado conversaciones con el Ayuntamiento de Salamanca para solicitar un local más amplio en el que poder atender mejor a las personas que acuden a sus puertas cada día. «Es que no cabemos», insiste Rocío Ledesma. Aunque tienen otro lugar que utilizan como almacén, las necesidades a las que ahora hacen frente ganan con mucho a la infraestructura de la que disponen.

Asimismo, ampliar el espacio ayudaría también a que el Comedor asumiera nuevas funciones, pues ahora mismo no pueden recoger, por ejemplo, grandes donaciones de ropa y enseres por falta de sitio. «En pequeñas cantidades sí que aceptamos ropa, pero no podemos funcionar como ropero porque estamos muy limitados», explica Rocío Ledesma, en el intervalo entre la entrega mensual de alimentos y la entrega, en este caso diaria, de comida preparada.

Para entender bien el cambio sufrido por esta asociación hay que remontarse a sus inicios. Dos décadas se cumplirán el próximo mes de diciembre de la creación de este lugar cuyo nombre exacto es Misioneros Amigos del Silencio- orientado en un principio a atender a los indigentes de la calle. «Ahora seguimos cuidando de ellos, pero su situación ha quedado solapada por toda la problemática que se nos ha venido encima en los últimos años», añade Ledesma.

La coordinadora social del Comedor cifra «en 70 u 80» las personas que se atienden diariamente, «el triple que hace tres años cuando estábamos en 20-30 al día». Fue entonces cuando se cambió el sistema, y en vez de recibir a los usuarios en el propio local para que comieran, se les comenzaron a entregar los platos preparados en tarteras para que las llevaran a casa. Tampoco faltan la fruta o los dulces donados por pastelerías de la ciudad, «que nunca fallan», señalan en el Comedor.

Donaciones

Y entre el ir y venir de personas a la búsqueda de alimentos, es destacable que también aparecen ciudadanos que, enterados de la existencia de este lugar, acuden a ofrecer productos. «El otro día casi se nos acabó el segundo plato, pero justo en ese momento entró una donación de filetes». Quien así habla es una de las voluntarias, Josefa, que destaca de su labor «la empatía» que se desarrolla con las personas. «Acabas conociéndolos e implicándote; para ellos es muy importante que se los trate con amabilidad».

En este punto hay que destacar que el Comedor no se limita a entregar alimentos, sino que realiza un seguimiento estricto de cada una de las personas a las que atiende para que sepan a qué recursos pueden atenerse, qué ayudas pueden solicitar y dónde recurrir. Además, la asociación pone a su disposición a una psicóloga, María Isabel Rapado, para echarles una mano a la hora de encauzar su vida y sus relaciones personales.

«Exigimos que tengan en orden sus papeles, que renueven la documentación con nosotros una vez al mes, que pasen por la psicóloga y que tengan al menos un techo, siempre que tengan ingresos, o que hayan solicitado las ayudas correspondientes», afirma Rocío Ledesma. La intención es «estabilizar» todo lo posible a los usuarios del Comedor, para que se vean con fuerzas a la hora de encarar los retos de la vida.

Recogida el viernes 31

«Hay que tener en cuenta que cuando vienen aquí es su último recurso, porque cuando en una casa no hay comida, es que no hay nada más». Para enfrentarse a las mil personas a las que ahora mismo da servicio el Comedor, y de cara también a la Navidad que se avecina en el horizonte, la asociación ha puesto en marcha una campaña de recogida que se desarrollará el próximo viernes 31 en El Corte Inglés y en el centro comercial El Tormes durante todo el día. La intención es recaudar 12.000 kilos de alimentos, sobre todo aceite, tomate, galletas, leche, legumbres y cereales, que sirvan para las entregas mensuales pero también para la cocina diaria.

Una cocina que, como ayer, dio sus frutos en forma de puré o alubias, ya que había dos primeros platos a elegi. En orden y con tranquilidad, y una vez entregados los carnés que los identifican como usuarios y en los que se especifica cuántos miembros tiene la familia y, por tanto, cuántas raciones deben entregarse, los usuarios acceden al local y se hacen con la comida. Unas manzanas y algunas mandarinas, y algunos dulces completan la entrega. No faltan jamás las gracias ni la amabilidad ni tampoco la alegría en forma de canciones de la radio y de buen rollo entre todos.

«Incluso echamos en falta a aquellos que no vienen», señalan los voluntarios, que, pese a haber sido testigos de «historias de todo tipo» no pierden las ganas de colaborar.

Cada día, de este modo, un equipo de voluntarios se encarga de las tareas básicas en el Comedor, la cocina, la limpieza, el orden, la entrega, etcétera. Es un trabajo intenso, que comienza a las 9:30 horas y se extiende hasta las 13:30, para que el que se requieren más manos. Así, la asociación no se olvida de animar a los ciudadanos de Salamanca a que se acerquen a echar una mano. Todos los que ya lo hacen repiten que merece la pena y que, mientras las tarteras van y vienen, se crean amistades y se pasan buenos ratos.

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