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La saharaui que no nació en el Sahara

Sandra Baz

Martes, 16 de septiembre 2014, 11:00

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Originaria del Sahara Occidental, Lala Sehali Yeslem nació en los campamentos de Tinduf en Argelia en los que viven cientos de miles de personas, -organismos de las Naciones Unidas hablan de 125.000 refugiados, mientras que el Frente Polisario habla de una población de 165.000 refugiados.-

Su familia se trasladó allí tras la Marcha Verde. En 1975, Marruecos invadió el Sahara Occidental lo que originó que miles de personas huyeran hacia Argelia donde se instalaron en unos campamentos provisionales en los que siguen naciendo miles de niños.

«Algunos de estos niños tuvimos la suerte de llegar a España y aquí pudimos curarnos, recibir unos estudios y después un trabajo. En definitiva, recibimos una vida», comenta Lala que asegura que ha nacido dos veces y que tiene dos padres, «los biológicos y los que me dieron la vida», afirma.

Lala tenía seis años cuando llegó a España con un grado severo de desnutrición. «Yo era la imagen del típico niño desnutrido:tenía la tripa hinchada y la piel sobre los huesos». Una ONG la trajo a la península donde la acogió una familia zamorana, concretamente de Toro. «A la familia de aquí le tengo que agradecer toda mi vida que me dieran otra vida».

Los primeros meses en España fueron un ir y venir a los médicos, comenzar con una buena alimentación y «beber agua potable porque allí el agua es de pozos y es malísima».

Al principio solo venía para cumplir el tratamiento pero, la familia la acogió definitivamente y se quedó con ellos que «me dieron todo». Lala estudió un módulo de turismo, otro de secretariado y ahora estudia y trabaja en Salamanca donde está realizando Filología Árabe en la Usal mientras trabaja en Acnur.

Recuerda que lo que más le sorprendió cuando llegó fue el interruptor de la luz, «me pasaba horas encendiendo y apagando la luz porque en los campamentos no hay luz». También se pasaba horas mirando el grifo y pensaba:«está cayendo agua». «Yo no me podía creer que cayera agua y que pudiera beberla o que me pudiera duchar todo lo que quisiera». Otro de los recuerdos que guarda en su retina fue la primera vez que vio una piscina que «era todo agua» y aquel plato de comida que era solo para ella.

Los cubiertos -los tenedores y los cuchillos- le causaron algún problema, «no sabía como utilizarlos porque allí comemos con las manos». También le costó mucho ponerse calzado, «recuerdo que ponerme las deportivas me costó muchísimo. Me las ponía al revés». Otra de las cosas a las que tardó en acostumbrarse fue a dormir en una cama ya que siempre había dormido en el suelo, «me caía muchas veces».

Lo que le resultaba un festín era «abrir la nevera, ver tanta comida y poder cogerla». También le fascinaba que hubiera «chocolate, tarta, caramelos,... yo quería comerlo todo».

Sus padres continúan en el campamento de Tinduf viviendo en una casa de adobe y aguantando temperaturas de hasta 55 grados en verano. «En pleno día no se puede ni respirar del calor. Nos levantamos muy temprano, a las 5 o a las 6, para comer algo y volver a dormir hasta las 8 de la tarde que baja el calor y las niñas salen a cantar y las mujeres van a tomar el té con sus hermanas». También sufren las tormentas de arena que dañan mucho los ojos, «la mayoría de la gente tiene problemas en los ojos por la arena y el sol».

Lala no se ha olvidado de sus orígenes e intenta ayudar a sus compatriotas desde su trabajo en Acnur, «ya que sé gran la labor que hacen en los campamentos de refugiados».

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