Farah es el heredero

Durante el Mundial júnior de cross de 2001, en Ostende, los comentaristas de la televisión británica recibieron una visita. Un joven Mo Farah, 18 años, fue a pedir que le entrevistaran. Brendan Foster, campeón del mundo de 5.000 metros en Roma'74, puso cara tierna, le pasó una mano por encima del hombro y le contestó: «Mo, has acabado en el puesto 59... Vuelve cuando ganes algo». Los años pasaron y el británico nacido en Mogadiscio, en Somalia, creció y creció como atleta, y ya en 2010, en Barcelona, se proclamó campeón de Europa de 5.000m y 10.000m. Unos meses después le pusieron el micrófono a Haile Gebrselassie, leyenda de las pruebas de fondo, y le preguntaron si veía a Farah, el mejor en Europa, batiendo a los atletas africanos. El etíope fue rotundo: «No».

Gebrselassie se equivocó. Farah no se contentó con batir a los africanos, sino que se ha acomodado en el trono donde el propio Gebre estuvo sentado durante tanto tiempo. Porque el británico, 30 años, ganó la medalla de oro de 5.000m y 10.000m en los Juegos Olímpicos y lleva camino de hacer lo mismo en el Mundial. Este sábado amarró el de 10.000m y el viernes espera repetir en la otra distancia. Si lo consigue emulará la gesta de Gebrselassie y Kenenisa Bekele, los únicos de la historia que ganaron estos dos títulos el año después de hacerlo en los Juegos.

Farah, que corre con unas zapatillas azules en las que tiene estampado su célebre 'Mobot', el gesto que hace con los brazos sobre la cabeza cuando gana, gastó lo mínimo. Sabe que le espera otra batalla y que necesita reservar sus fuerzas. Por eso se refugió en la cola del grupo al principio y solo asomó por la cabeza para ralentizar el ritmo que, kenianos y etíopes, en una insólita alianza, avivaban, conscientes de que llegar junto al británico a la última vuelta era un suicidio.

El plusmarquista europeo de 1.500m y 10.000m, privilegio que solo alcanzaron el finlandés Paavo Nurmi y el húngaro Sandor Iharos a lo largo de la historia, dominó la carrera como quiso. Farah tomó el mando en el último kilómetro (corrido en 2.26) y en la última vuelta (54.49), mirando la pantalla de reojo, fue apretando el paso hasta que se vio ganador en 27:21.71. No le hizo falta más. La velocidad es una de sus grandes bazas, algo que ha perfeccionado viajando a California para entrenarse unos días, puliendo su técnica, averiguando los secretos de los esprinters, junto a John Smith, entrenador de Mo Greene, Ato Boldon o Carmelita Jeter.

Su dominio es absoluto y ya nadie, ni siquiera Gebrselassie, su ídolo de la infancia, dudan de su reinado. El año que viene dará el salto al maratón. Un nuevo reto, un nueva incógnita. Aunque Renato Cánova, el entrenador italiano asentado en Kenia, tiene la clave para vencerle. «¿Que cómo se puede ganar a Farah? Esperando a que se haga viejo».

Un paseo para Bolt

Usain Bolt, muy reservado, más comedido de lo habitual, debutó en un estadio Luzhniki sorprendentemente vacío. El jamaicano, que espera salir de este enorme recinto con tres medallas de oro, inicio su camino hacia la primera, la de los 100 metros. El Rayo ganó su serie sin despeinarse, dejándose llevar en los últimos 35 metros, con el séptimo mejor tiempo (10.07, -0.4 m/s). Solo dos atletas bajaron de los 10 segundos, Mike Rodgers (9.98) y Justin Gatin (9.99).

La jornada inaugural dejó también el primer positivo por dopaje de estos campeonatos del mundo. Los controles, que empiezan días antes de la competición, han servido para cazar a Kelly Ann-Baptiste, un velocista de Trinidad y Tobago que se entrena en Estados Unidos junto a Tyson Gay, el líder mundial del año que en julio se supo que también había dado positivo.