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TRAGEDIA EN EL MARATÓN DE BOSTON

«Ha sido un caos, algo horrible... Ahora la ciudad está tomada por la Policía», relata un asturiano que participó en la maratón

«Las bombas estaban estratégicamente colocadas para causar el mayor daño posible», asegura Mario Marín Otero

REDACCIÓN

Martes, 15 de abril 2014, 14:00

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«Ha sido un caos, algo horrible...». Entre la incredulidad y la consternación, el asturiano Mario Marín Otero trata de asimilar la tragedia con la que finalizó la maraton en la que participaba. Habitual de las pruebas de atletismo asturianas, su palmarés suma casi todas las grandes maratones internacionales. Le faltaba Boston, la más antigua. «Y me apetecía muchísimo tomar parte en esta carrera», recordaba. Aunque había 91 españoles inscritos, entre ellos el también asturiano José Ignacio Alonso, de 50 años y vecino de Salinas, Mario realizó el viaje a Estados Unidos solo. Disfrutó de un recorrido «en el que participaban 27.000 personas» y para el que no resulta fácil lograr una plaza, ya la organización exige acreditar una destacada marca. Cruzó la línea de meta junto a los mejores, casi una hora antes que el amplio pelotón de las miles de personas que cuyo objetivo es simplemente completar los 42.195 metros. Estaba a punto de ducharse. El reloj de meta marcaba marcaba 4 horas, 9 minutos y 43 segundos. En ese momento estalló el primero de los dos artefactos. La bomba estaba colocada prácticamente en la línea de llegada. «Lo hiciera quien lo hiciera, la situó estratégicamente donde podía hacer más daño. Ese lugar ya resulta caótico por sí mismo, porque allí se juntan todos los corredores, está cerca de la tribuna de autoridades y siempre está atestado de gente», explica este corredor de 40 años. «Es como si alguien cometiera un atentado en plena cabalgata de Gijón, en el punto donde más público se reúne, donde están los representantes institucionales y en mitad del bullicio», añade para tratar de dar una idea de la conmoción que ha vivido la ciudad de Boston al sufrir un atentado durante una prueba para cuya celebración se reúne en sus calles hasta medio millón de personas.

Tras esa primera explosión, Mario pudo ver atónito a través de las imágenes de televisión como los participantes en la maratón se desperdigaban tratando de huir. El público saltaba desesperadamente las vallas de protección buscando refugio. Segundos después, una segunda bomba estalló en un lugar próximo, en los alrededores del hotel Fairmont Copley Plaza, donde estaba la base de la organización. El caos se adueñó de la ciudad de Boston. Los servicios de emergencia trataban de evacuar a las decenas de heridos en mitad del pánico. En poco tiempo, comentaba, la ciudad «estaba prácticamente tomada por la Policía». Los primeros datos eran absolutamente confusos. «No dicen nada sobre quién puede ser el autor», añadía con entereza, pero sin ocultar su preocupación por un atentado que ha conmocionado al mundo. Miles de agentes de las fuerzas de seguridad patrullaban las calles, iniciando la investigación y tratando de calmar a los ciudadanos. Los helicópteros vigilaban la ciudad desde el aire. La maratón que cada año hace de la ciudad de Boston la referencia internacional del atletismo, y que ni siquiera las guerras mundiales lograron impedir, se llenó de lágrimas en su 117 edición.

Una de las primeras cosas que hizo Mario fue ponerse en contacto con su familia. Como se imaginaba, ya estaban tratando de informarse de lo ocurrido. Su llamada les tranquilizó. Ahora, su principal preocupación es el viaje de vuelta. Quiere regresar cuanto antes a su casa en Oviedo, si es posible hoy mismo, pero teme que el aumento de seguridad complique su regreso. Tras el atentado, el aeropuerto de Boston suspedió su actividad con el fin de despejar el espacio aéreo. Las autoridades norteamericanas dieron la orden de que ninguna nave comercial sobrevolara la zona urbana. «Es lógico que ahora traten de blindar la ciudad», asumía.

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