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La Giralda, de noche.
Dos días en Sevilla

Dos días en Sevilla

Recorrer Sevilla en 48 horas es visitar monumentos almohades y mudéjares, conventos llenos de zurbaranes y murillos y callejuelas de tiempos de los judíos donde resuenan los pasos literarios de don Juan, de la cigarrera Carmen y de la bella Rosina

GUÍA REPSOL

Jueves, 23 de abril 2015, 17:42

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Recorrer Sevilla en dos días es visitar monumentos almohades y mudéjares, conventos llenos de zurbaranes y murillos y callejuelas de tiempos de los judíos donde resuenan los pasos literarios de Don Juan, de la cigarrera Carmen y de la bella Rosina. También es visitar tabernas centenarias donde la multitud se apelotona para hacerse con un montaíto de pringá. Con eso y una escapada a Itálica, vamos servidos.

Primera mañana - Persiguiendo a Colón y don Juan

9.30 horas - La iglesia gótica más grande

Hagamos una iglesia tan grande que los que la vieren acabada nos tengan por locos, dicen que dijo un canónigo del cabildo cuando en el siglo XV se empezó a construir la catedral de Sevilla. Es el mayor templo gótico del mundo (116 metros de largo por 76 de ancho), un templo por cuya nave central, según otro decir (este, de Mérimée), podría ser paseada a la carrera la catedral de Notre Dame de París. De la mezquita almohade preexistente quedan el patio de los Naranjos (el de las abluciones) y la Giralda, el alminar que Hernán Ruiz transformó en un portentoso campanario renacentista de casi cien metros de altura que el fatigoso ritual del turista escala caracoleando por sus 35 rampas. El rey Fernando el Santo y Cristóbal Colón reposan en el interior de esta montaña hueca (de nuevo, Mérimé), que puede no ser lo más bello de la ciudad, pero sí lo más simbólico y lo primero que todos visitan. En invierno no abre hasta las 11.00 h. No pasa nada. Se visita antes el Real Alcázar y asunto arreglado.

11.00 horas - La iglesia gótica más grande

En 1364 Pedro I el Cruel ordenó construir una nueva residencia dentro de los viejos palacios almohades. En un par de años, artesanos locales, nazaríes y toledanos obraron el Real Alcázar, un conjunto mudéjar de estremecedora belleza, sobre todo la portada, el patio de las Doncellas y el salón de Embajadores, con su bóveda de lacerías talladas en cedro sobredorado. Los reyes posteriores hicieron también sus aportaciones, como la casa de Contratación, creada por Isabel la Católica para dirigir los negocios del Nuevo Mundo, o los salones de Carlos V, ricamente decorados con tapices y azulejos. Al sur y al este del complejo palaciego, se extienden unos magníficos jardines, de un kilómetro largo de perímetro, que hacen que la visita sea todavía más larga y entretenida. En el Real Alcázar se pueden echar tres o cuatro horas y, si nos descuidamos, el día entero e incluso la noche, porque hay visitas nocturnas y, en verano, conciertos.

13.00 horas - Paseo por Santa Cruz

Si vamos bien de tiempo, que es difícil, entraremos a echar un vistazo en el Archivo General de Indias, donde suele haber alguna exposición. Si no, nos iremos directamente a dar un paseo por el barrio de Santa Cruz, antigua judería y el pedazo más pintoresco de Sevilla, un laberinto de cal, rejas y macetas donde se codean los fantasmas de Don Juan Tenorio y Doña Inés con los del rey moro Mutamid y su esclava Rumayquilla, el de la hermosa hebrea Susona (hija de David que traicionó a su padre por amor a un caballero cristiano) y el de Doña María Coronel, la viuda fiel que prefirió abrasarse el rostro antes que la besase Pedro I el Cruel.

El paseo comienza saliendo del patio de Banderas por la calle de la Judería, un encantador pasaje cubierto y en zigzag que daba acceso al antiguo barrio hebreo. La casa que se descubre a la salida, a caballo sobre el pasadizo y fundida con la muralla almenada del Real Alcázar, debe ser una de las más fotografiadas del mundo. La calle de la Judería desemboca en otra llamada Vida y, ésta, a su vez, muere dos pasos más allá en la del Agua. Este callejón, que poco ha cambiado desde la Edad Media, corre pegado a dicha muralla y se llama como se llama porque por dentro iban las conducciones de agua que abastecían al palacio y a la ciudad. Doblando a la izquierda por la calle Pimienta y luego por Susona, se va a dar a la plaza de Doña Elvira, lugar cantado en docenas de coplas, ágora recoleta sembrada de azulejos y naranjos donde estuvo el corral en que representó sus primeras comedias Lope de Rueda. Una simpática tradición, que revuelve lo real y lo inventado sin ningún pudor, asegura que aquí nació Doña Inés de Ulloa, el ángel de amor del Tenorio de Zorrilla. En el número 6, para más señas. La misma tradición afirma que Don Juan vino al mundo en una casa de la plaza de los Venerables, a la que se llega en dos zancadas bajando por la calle Gloria, poco más ancha que un pañuelo.

Primera tarde - De montaítos y copas

14.00 horas - Hora de tapear

Si vamos bien de tiempo, que es difícil, entraremos a echar un vistazo en el Archivo General de Indias, donde suele haber alguna exposición. Si no, nos iremos directamente a dar un paseo por el barrio de Santa Cruz, antigua judería y el pedazo más pintoresco de Sevilla, un laberinto de cal, rejas y macetas donde se codean los fantasmas de Don Juan Tenorio y Doña Inés con los del rey moro Mutamid y su esclava Rumayquilla, el de la hermosa hebrea Susona (hija de David que traicionó a su padre por amor a un caballero cristiano) y el de Doña María Coronel, la viuda fiel que prefirió abrasarse el rostro antes que la besase Pedro I el Cruel.

El paseo comienza saliendo del patio de Banderas por la calle de la Judería, un encantador pasaje cubierto y en zigzag que daba acceso al antiguo barrio hebreo. La casa que se descubre a la salida, a caballo sobre el pasadizo y fundida con la muralla almenada del Real Alcázar, debe ser una de las más fotografiadas del mundo. La calle de la Judería desemboca en otra llamada Vida y, ésta, a su vez, muere dos pasos más allá en la del Agua. Este callejón, que poco ha cambiado desde la Edad Media, corre pegado a dicha muralla y se llama como se llama porque por dentro iban las conducciones de agua que abastecían al palacio y a la ciudad. Doblando a la izquierda por la calle Pimienta y luego por Susona, se va a dar a la plaza de Doña Elvira, lugar cantado en docenas de coplas, ágora recoleta sembrada de azulejos y naranjos donde estuvo el corral en que representó sus primeras comedias Lope de Rueda. Una simpática tradición, que revuelve lo real y lo inventado sin ningún pudor, asegura que aquí nació Doña Inés de Ulloa, el ángel de amor del Tenorio de Zorrilla. En el número 6, para más señas. La misma tradición afirma que Don Juan vino al mundo en una casa de la plaza de los Venerables, a la que se llega en dos zancadas bajando por la calle Gloria, poco más ancha que un pañuelo.

16.00 horas - De Velázquez a Murillo

La plaza de los Venerables debe su nombre al hospital de los Venerables Sacerdotes, que fue fundado en 1675 para dar asilo a curas enfermos y ancianos, y hoy alberga el Centro Velázquez, donde se exhiben, entre otras obras del sevillano, el cuadro Santa Rufina, por el que la fundación Focus-Abengoa, que tiene aquí su sede, pagó 12,4 millones de euros.

Por las calles Jamerdana, Reinoso y Lope de Rueda, se llega a la plaza de Alfaro, donde hay un balcón esquinero que a la gente le gusta creer que es el de Rosina, la bella y rica huérfana de El barbero de Sevilla, de Rossini. Al lado están los jardines de Murillo, antiguas huertas del Real Alcázar que fueron donadas a la ciudad en 1911 y que forman, junto con el paseo de Catalina de Ribera, un verde corredor de medio kilómetro. Palmeras y ficus gigantes crean la ilusión de hallarse en un bosque tropical, una jungla, eso sí, con bancos forrados de azulejos. Para dar una cabezadita, ideal.

19.00 horas - Un dulce en Sierpes y una caña en el Salvador

Al final del paseo de Catalina de Ribera, por delante de la Universidad (antigua fábrica de tabacos donde trabajaba la Carmen de Mérimée), pasa un tranvía que nos lleva en diez minutos a la plaza Nueva. Ahí al lado, detrás del edificio plateresco del Ayuntamiento, se halla la archifamosa calle Sierpes, qe no tiene nada de particular, ni es ancha ni larga ni monumental, pero ha sido señalada por el destino como zona de máximo trasiego, punto de encuentro universal y vía comercial pródiga en bares y cafés, tiendas de moda y comercios de toda la vida donde se venden sombreros, abanicos o mantillas. En el número 1, lleva desde 1885 La Campana, confitería idónea para comprar polvorones, cortadillos de cidra y yemas sevillanas. A un minuto de Sierpes, el que se tarda en subir por la calle Sagasta, queda la plaza del Salvador, donde los sevillanos van a tomarse una cañita a mediodía y nosotros antes de cenar.

21.00 horas - Terraza con vistas a la Giralda

Cerca de la plaza Nueva, se degustan óptimas chacinas y conservas en la antiquísima Casa Moreno, unosultramarinos con taberna en la trastienda. Abre hasta las 21.30. A dos pasos también, está la Taberna del Alabardero, restaurante emblemático, sede de la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla. El café y la primera copa se pueden tomar en Picalagartos, un bar con un punto entre doméstico y bohemio, donde se charla, se lee y se juega al parchís. Y más copas, en la terraza del hotel EME, donde se va a ver la Giralda y a ser visto.Para hospedarse es también un buen lugar, pegado a la catedral y con interiores de diseño, pero si preferimos algo más auténtico, miraremos antes Las Casas de la Judería y el Hotel Casa 1800.

Segunda mañana - Entre palacios y museos

10.00 horas - En bici por el Guadalquivir

El plan para esta mañana es recorrer la Sevilla ribereña, desde el puente de Triana hasta el parque de María Luisa. Una buena opción para este paseo son las bicis del servicio municipal Sevici, que se pueden conseguir en el puente de Triana, la Torre del Oro y la calle Palos de la Frontera, junto al parque de María Luisa. Bajando desde el puente por la margen izquierda del río, enseguida se llega a la altura de la plaza de toros de la Real Maestranza, famosa por su belleza y porque quien triunfa ante su experta afición se consagra. Su museo atesora una importante colección de pinturas y estampas taurinas, incluidos doce grabados de Goya. Es el tercer monumento más visitado de Sevilla.

11.00 horas - Torre del Oro: la vigilante del río

A 400 metros de la Maestranza, aguas abajo, otro monumento fundamental: la Torre del Oro. Último legado del arte almohade en Sevilla, se erigió en 1220 como torre avanzada de la muralla del Alcázar, para defender el puerto y el puente de barcas que hubo hasta que se construyó el de Triana en 1852. Para ello disponía de una cadena que cruzaba el río y que debía de ser fina. Desde 1944 alberga el Museo Marítimo, donde se repasa la historia naval de Sevilla a través de maquetas, bitácoras, cartas marinas

12.30 horas - El parque-oasis de María Luisa

Al llegar al puente de San Telmo, hay que separarse del río y meterse por la calle Palos de la Frontera, entre el palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, y el palaciego hotel Alfonso XIII. Este último, renovado en 2012, es sin duda la mejor opción para alojarse en la ciudad, y la más cara. La calle acaba en la glorieta de San Diego, donde se halla el acceso principal al parque de María Luisa. Parte de estos grandes y románticos jardines los donó la infanta María Luisa a la ciudad en 1893, de ahí su nombre. Con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, se hicieron en ellos algunas obras notables, como la plaza de España y la de América. La primera se concibió como eje de la muestra y pabellón de España. En la segunda se levantaron, uno frente al otro, el pabellón Mudéjar, hoy sede del Museo de Artes y Costumbres Populares y el de Arte Antiguo, ahora Museo Arqueológico, donde se exhibe el tesoro tartésico del Carambolo. Estos lagos, fuentes y glorietas sombrías son lo mejor contra el calor en Sevilla, aire acondicionado aparte.

Segunda tarde - La Sevilla más auténtica

14.30 horas - Comida y paseo por Triana

Si nos da la pájara recorriendo los jardines, muy cerca de la puerta por la que entramos hay un magnífico restaurante, Oriza. Junto a la Maestranza está el restaurante Puerta Grande, taurino y elegante, donde se hacen excelentes cocidos y tartas de Alcalá. Y en la orilla contraria del río, en la calle Betis, el Abades Triana, con increíbles vistas del Guadalquivir y de la Torre del Oro. Después, para bajar la comida, se puede y se debe dar un garbeo por Triana, el barrio más popular de la ciudad, muy flamenco y muy taurino. Todo es muy de verdad aquí, y muy antiguo, empezando por el nombre, que le viene del emperador Trajano. La iglesia de Santa Ana, fundada en el siglo XIII, fue el primer templo cristiano de Sevilla. Tampoco es de ayer la artesanía del azulejo, que se cultiva en Cerámica Santa Ana desde 1870 o en los pequeños talleres que llenan la calle Antillano Campos. La foto de las casas blancas cuajadas de macetas se hace en la calle Pelay Correa.

17.00 horas - Zurbarán, Pilatos y la Macarena

La tarde la podemos dedicar a visitar tres lugares que quedan fuera (aunque no lejos) de las zonas que hemos recorrido ayer y esta mañana. Uno: el Museo de Bellas Artes, la segunda mejor pinacoteca de España, en el antiguo convento de la Merced Calzada, con salas enteras dedicadas a Murillo, a Valdés Leal y a Zurbarán. Dos: la casa de Pilatos, el palacio más suntuoso de la ciudad después del Real Alcázar, de estilo renacentista. Y tres: la Macarena, barrio tradicional de la zona norte, donde hay iglesias y conventos, viejos bares y calles recónditas. Un camarín de plata alberga laVirgen más guapa y querida por los sevillanos en la basílica de la Macarena.

Fuente: Guía Repsol

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