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Huelva, un descubrimiento

Huelva, un descubrimiento

Quien descubre Huelva, descubre también un mundo de ricas tapas y 30 kilómetros de playas: las de Mazagón y Punta Umbría

Guía Repsol

Miércoles, 25 de febrero 2015, 13:56

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Desde que tartesios y fenicios eligieron para vivir la confluencia de los ríos Tinto y Odiel, mil años antes de nuestra era, estas riberas han visto arribar y zarpar miles de barcos, pero ningunos tan famosos como las tres carabelas en las que Colón y los suyos hicieron el primer viaje a América. Famosos son también los lugares donde el navegante anduvo antes y después: La Rábida, Palos, Moguer Menos conocidas son la Huelva inglesa, la que se forjó con el cobre de las minas de Riotinto, y la naturaleza apabullante de las marismas del Odiel.

Primera mañana: Entre minas y carabelas

Un lugar estupendo para empezar a descubrir la ciudad es el muelle del Tinto, donde los onubenses van a caminar o a correr de buena mañana. El muelle no está en el río Tinto, sino en el Odiel, pero le dicen así porque aquí descargaban los trenes de la Rio Tinto Company Limited procedentes de las minas de cobre del norte de la provincia. Construido en 1876, este espectacular mecano de hierro de 1.165 metros de longitud estuvo en activo 99 años y ahora, jubilado, continúa prestando un servicio lúdico y ofreciendo una majestuosa estampa.

El paseo por las dos plantas del muelle se puede prolongar por la calle Presidente Adolfo Suárez y por las avenidas Sur, Italia y Sundheim para ver otras construcciones emblemáticas de aquella edad de oro (o de cobre, más bien). La primera es la estación de Sevilla: de estilo neomudéjar. Su edificación (1875-1888) fue promovida por el alemán Guillermo Sundheim. Al final de la avenida Italia, en la plaza del Punto, encontramos la segunda: la Casa Colón. Se construyó entre 1881 y 1883 como un hotel de lujo, pero hoy es la sede del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

Por la Avenida Sundheim llegamos al barrio obrero Reina Victoria, de inequívoco estilo inglés. Fue construido para los trabajadores de la Rio Tinto Company en varias fases, la primera en 1916. Se quiso mezclar la arquitectura tradicional inglesa con la herencia andaluza. Una de esas encantadoras casitas es ahora el bar La Casa del Guarda, que nos viene perfecto para desayunar.

10.00 Lugares colombinos

Otra edad dorada para Huelva, la de los descubrimientos, se puede rastrear bajando en coche hasta la punta del Sebo, donde se juntan el Tinto y el Odiel. Aquí se levanta desde 1929 el monumento a la Fe Descubridora, un coloso de 37 metros de altura, obra de la estadounidense Gertrude Vanderbilt Whitney.

En la otra orilla del Tinto se encuentra el muelle de las Carabelas, un parque temático donde se exhiben tres fieles réplicas de las famosas naos. Y en la colina que hay detrás del muelle, el monasterio de La Rábida, cuyos frailes acogieron a Colón y convencieron a la reina Isabel de que no estaba loco. Lo más bello del conjunto es el claustro mudéjar, con sus arcos de ladrillo abarrotados de geranios y la sala Vázquez Díaz, revestida en 1930 por este pintor de Nerva con frescos evocadores del viaje de Colón. En Palos, a cuatro kilómetros de La Rábida, se pueden ver la fuente donde se hizo la aguada para la travesía y la casa-museo de Martín Alonso Pinzón.

12.00 Moguer y la playa de Mazagón

A siete kilómetros de Palos, río Tinto arriba, aparece, rodeado de campos de fresas, el impecable caserío blanco de Moguer, en cuyo monasterio de Santa Clara veló una noche Colón, cumpliendo el voto realizado cuando una tempestad estuvo a punto de echar a pique La Niña. Por fuera parece una fortaleza, pero por dentro es el cielo hecho patio, con su claustrillo mudéjar y su claustro grande o de las Madres.

Además de esto, en Moguer vale la pena ver la Casa-Museo Zenobia y Juan Ramón, donde Juan Ramón Jiménez pasó su infancia y juventud y donde se conserva su biblioteca personal, formada por más de 4.000 libros y 7.500 revistas. A Huelva podemos volver por donde hemos venido o, mejor aún, dando un rodeo por Mazagón para conocer su playa y su parador. El Parador de Mazagón está sobre una duna fósil de 40 metros de altura, en mitad de una playa salvaje de 13 kilómetros a la que se baja por una escalera de madera, reservada para huéspedes.

Primera tarde: Entre flamencos y tartesos

14.30 Tapas clásicas y modernas

De vuelta en la ciudad, lo mejor es aparcar en el Mercado Nuevo (o en el solar del viejo) y acercarse caracoleando a la plaza de las Monjas,el corazón de Huelva. En la calle Concepción se amontonan las tiendas. Y en Vázquez López, los buenos bares de tapas. Si apetecen clásicas, el sitio ideal es Azabache: montaditos de ibérico, gambas rebozadas, chocos Si prefieres tapas modernas, La Fonda de María Mandao (673 017 391): salmorejo con chips de berenjena, langostinos en hamburguesa, piruleta de choco, gulas y gambas Macha y Portichuelo también están en la misma calle y también son lugares muy recomendables.

Otra zona idónea para comer es la plaza de la catedral, donde se deben probar el choco al triki triki de Pepe de la Rosa y el pescaíto fritode Paco Moreno. Y otra, la vecina Punta Umbría: es famosa la rodaja de corvina a la plancha del chiringuito El Tabla, en la playa de La Canaleta, pero con unas patatas aliñás y unas sardinas también se queda uno a gusto.

16.00 Punta Umbría y las marismas del Odiel

En Huelva, cuando la gente habla de ir a la playa, se refiere a las playas de Punta Umbría, que son las que caen más cerca, al otro lado del Odiel. A Punta Umbría se va en la Canoa, que parte del muelle de Levante cada dos horas (sólo en verano) y atraviesa las marismas por el canal del Burrillo. O en bicicleta, siguiendo el carril-bici que sale de la ciudad por el puente Sifón. O en coche, claro. Si se elige la vía terrestre, cabe desviarse nada más cruzar el río para visitar las marismas del Odiel.

18.00 El origen tartésico de la ciudad

Para el que se aburre en la playa, y viendo pájaros tampoco se entusiasma, hay tres alternativas culturales: La primera, Las Cocheras del Puerto, sala de exposiciones y espacio escénico en un edificio de arquitectura industrial de 1912 primorosamente rehabilitado. La segunda, el Centro de Interpretación Huelva Puerta del Atlántico, cuyas salas expositivas muestran la relación de la ciudad con el mar y el legado británico. Y la tercera propuesta alternativa es el Museo de Huelva, donde se exhiben los hallazgos tartésicos del cabezo de la Joya. Por cierto, se llama cabezos a las colinas que salpican la ciudad.

19.30 Puestas de sol en el Conquero

En otro cabezo, el del Conquero, tiene su casa la patrona de Huelva, Nuestra Señora de la Cinta. Muchos onubenses suben aquí por devoción, pero otros, sólo para ver cómo el último sol se espea en las marismas y dora la cal del santuario.

21.00 Para cenar, creatividad

Para cenar, regresamos al centro. El gastrobar Ciquitrake es una apuesta por las tapas modernas. Algunas de sus propuestas son las milhojas de bacalao, el cartucho de boquerones fritos sin espinas y macerados en cítricos, el viaje de papas con foie y yema templada Otro establecimiento donde prima la creatividad es La Mirta.

23.00 Una copa con vistas y otra con historia

El único mirador que le hace la competencia al santuario de Nuestra Señora de la Cinta es el Mandala un lounge-bar con decoración oriental y relajante música electrónica que está en el mismo cabezo del Conquero y, por lo tanto, goza de idénticas vistas. También curioso, para tomarse una copa, es el Berdigón 14, que se encuentra en esa céntrica calle y número, en la casa más antigua de la ciudad, del siglo XVI.

Segunda mañana: La arquitectura de Colón

09.00 La única estatua de Colón

Esta mañana vamos a pasear por las plazas y calles más céntricas de la ciudad. Y comenzamos en la plaza de las Monjas, que ocupa unos terrenos desamortizados al vecino convento de las monjas agustinas. En un extremo se levanta, desde el 20 de enero de 2011, un monumento en el que aparece Cristóbal Colón señalando hacia el océano. Resulta chocante que, antes de esa fecha, en la capital onubense no hubiese ninguna estatua del descubridor Pensando en ello, salimos por este lado de la plaza, por la avenida de Martín Alonso Pinzón, también conocida como la Gran Vía. A 50 metros están la plaza de la Constitución y el Ayuntamiento. De estilo neoherreriano, fue construido en 1949.

10.00 Buenos tiempos para la arquitectura

Huelva vivió un periodo de gran prosperidad desde que en 1873 se concediera a los ingleses la explotación de las minas de Riotinto. Por eso abundan los suntuosos edificios modernistas y neorrenacentistas. En el número 13 de la calle Vázquez López, que sale de la plaza de las Monjas, está el Gran Teatro. Inaugurado en 1923, su fachada de estilo ecléctico es la más elegante de la ciudad. Enfrente, en la pequeña plaza del Alcalde Coto Mora, se halla la Casa de las Conchas, de inspiración renacentista y que alberga la Oficina de Turismo de la Junta de Andalucía.

11.00 La casa del alcalde

Volvemos por Vázquez López para girar a la izquierda por Palacios. Seguimos adelante y llegamos a la iglesia de la Concepción, que da nombre a la siguiente calle. Fue construida en estilo gótico-mudéjar en 1515 y reconstruida posteriormente al gusto barroco. En la siguiente manzana nos espera el palacio de Mora Claros. De 1912, fue vivienda familiar de Antonio de Mora y Claros, alcalde a principios de la década de los años veinte del pasado siglo. Actualmente es un centro de día, pero se puede visitar. En la fachada admiramos las yeserías y los balcones acristalados y en el interior, las vidrieras y los trabajos en hierro forjado.

12.00 Al salir de clase

Continuamos a la derecha por San José y por el paseo de la Independencia. Son diez minutos hasta la plaza de la Merced. Aquí se levanta la catedral de la Merced. Fue construida entre 1605 y 1612 como iglesia del convento de la Merced, y reconstruida en estilo barroco en 1783. El edificio contiguo es el antiguo convento de la Merced. Hoy aloja la facultad de Empresariales de la Universidad de Huelva y es un buen sitio para tapear.

13.00 La iglesia más antigua y bella

Desde la plaza de la Merced, tomamos la calle de Ramón Menéndez Pidal. A la izquierda empiezan los cabezos que marcan la fisonomía de la ciudad. En uno de ellos está la plaza de San Pedro, donde se yergue la iglesia de San Pedro (959 240 547). Es la más antigua (siglo XV) y bella de la ciudad. De estilo gótico-mudéjar, después se le sumaron detalles barrocos.

Segunda tarde: Visita a la patrona

14.00 Cocina de vanguardia

Nuestra elección para comer es el restaurante Acánthum, al que llegamos después de cruzar el parque de la Esperanza. Tienen platos vanguardistas de gran atractivo. ¿Cómo no sentir curiosidad por su pil-pil de ova de choco y arena de playa, o por la ortiga de mar en rissotto y alioli dulce, o por los chipirones rosas?

16.00 Dar gracias a la patrona

El punto de partida para el paseo de esta tarde (para el que necesitaremos el coche, porque hay algún desplazamiento largo) es el santuario de la patrona, Nuestra Señora de La Cinta, al que ya subimos ayer para contemplar el atardecer. Esta construcción blanquísima, que a pleno sol hace daño a la retina, es gótico-mudéjar, del siglo XV y en su interior podemos ver, entre otras muchas cosas, una serie de azulejos realizados por Daniel Zuloaga en 1920 que relatan diversas historias marianas y de marinería.

18.00 Donde estudió Juan Ramón

Al otro lado de la avenida de Manuel Siurot comienza el parque Moret, que está en proceso de remodelación. Se abrió en 1910 para crear un espacio donde los fieles que peregrinaban al santuario pudieran descansar. Casi al final del descenso hacia el centro, pasamos por delante del instituto La Rábida. Creado en 1856 en el antiguo convento de San Francisco, ocupa este edificio de estilo historicista desde 1933. En sus aulas estudió Juan Ramón Jiménez.

19.00 El falso muerto de la Soledad

Si nos gustan las visitas fuera de lo común, podemos acercarnos al cementerio de la Soledad. En el sector de San Marcos, se halla la lápida de un tal William Martin, oficial inglés que supuestamente murió ahogado en 1943. En realidad fue un montaje de los aliados durante la II Guerra Mundial para hacer creer a los nazis que iban a desembarcar en Cerdeña, cuando realmente lo hicieron en Sicilia. Los servicios secretos ingleses dejaron un cadáver en la playa. Se inventaron su identidad y unos documentos secretos falsos. Funcionó. El cuerpo enterrado es al parecer de un vagabundo galés que se había suicidado.

Fuente: Guía Repsol

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