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La atalaya del faro del Caballo.
Los trece enclaves que optan al Mejor Rincón 2014

Los trece enclaves que optan al Mejor Rincón 2014

Son lugares especiales,rincones que cautivan y que merecen algo más que una escapada para conocerlos

GUÍA REPSOL

Miércoles, 6 de agosto 2014, 12:54

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Palacio de Goyeneche (Madrid)

El magnate navarro Juan de Goyeneche, emprendedor y optimista donde los haya habido levantó, en 1705, el palacio de Goyeneche, y lo rodeó de fábricas de paños, de sombreros, de pieles, de vidrios, de jabones, de papel, de aguardientes, de confites Todo, sobre planos de Churriguera y en el sureste de Madrid, donde no había nada: sólo campo. Luego, el tiempo se llevó las fábricas, pero respetó el palacio, la iglesia y las calles cuadriculadas de esta ciudad barroca. Aún hoy conserva la declaración de Monumento Histórico Artístico, junto a la iglesia anexa de San Francisco Javier, y en 2000 fue declarado Bien de Interés Cultural. En marzo de 2014, terminaron las obras de rehabilitación y se abrieron al público el patio y el vestíbulo, así como una sala de exposiciones y un centro de interpretación donde se explica los detalles y razones que llevaron al navarro a levantar aquí estas construcciones.

Balcones de Madrid (Galicia)

oco antes de morir en el Miño, el río Sil surca un cañón que sobrecoge por lo profundo que es (hasta 300 metros), salpicado de monasterios medievales. Es la Ribeira Sacra. En Parada de Sil está uno de los mejores miradores, los Balcones de Madrid. No es que se distinga desde aquí la capital de España, que casi, sino que era el lugar escogido por las mujeres para ver marchar a sus maridos emigrantes. Muchos eran barquilleros e iban con su canción (¡Al rico barquillo de canela para el nene y la nena!) a las verbenas de Madrid. Así se explica también por qué en el pueblo hay un monumento al Barquillero. Desde esta atalaya conviene asomarse al atardecer sobre la sencilla barandilla de madera para contemplar cómo las aguas del río parecen detenerse, a la vez que se vuelven de un azul oscuro.

Laguna de Garxal (Cataluña)

Estar frente a la laguna del Garxal es contemplar la creación del mundo. Los sedimentos que arrastra el poderoso Ebro ganan terreno incesantemente al mar, formando barras, islas y lagunas como ésta, que recibe la constante visita de gaviotas, gaviotines y otras mil aves. Impresiona pensar que el autor de todo esto, el Ebro, que actualmente desemboca aquí, lo hacía en tiempos de los romanos en Amposta, hoy a 25 kilómetros del mar. Hay un itinerario para ciclistas y caminantes, salpicado de observatorios, que permite bordear el enclave. Dentro está prohibido pasar. La naturaleza es la que manda.

Cascada de Orbaneja del Castillo (Castilla y León)

No hay un nacimiento más fotogénico y aparatoso que el del torrente que surge de la cueva del Agua, justo encima de las casas de Orbaneja del Castillo. Una corriente que, nada más ver la luz, atraviesa el pueblo a toda velocidad y se precipita al Ebro en una cascada de 25 metros, brincando y deshaciéndose en mil hebras sobre la musgosa roca tobácea. Todo esto ocurre, para más maravilla, en un recodo del cañón del Ebro, el gigantesco y serpenteante foso de 200 metros de profundidad que ha excavado el gran río ibérico en los páramos calizos del norte burgalés.

Faro del Caballo (Cantabria)

Al lado mismo de Santoña se yergue el monte Buciero, una península de 600 hectáreas que conserva la mejor mancha de encinar cantábrico del país, entre acantilados de 200 metros, fortificaciones napoleónicas y faros tan increíbles como el del Caballo, de 1863, con una escalera de acceso con más de 700 peldaños. Para que el desafío resulte aún más completo, el único modo de llegar hasta aquí es a pie desde la población. Lo podemos hacer directamente (una hora y media) o rodeando completamente el monte (12 kilómetros / 4 horas), por senderos junto a los acantilados y enormes farallones cortados en la roca, tal como se describe en la web turística de Santoña.

Braña de La Pornacal (Asturias)

La braña de La Pornacal es la mayor y mejor conservada de las que se encuentran en Somiedo, tierra de osos y de vaqueiros de alzada. En una hora, caminando por una pista señalizada desde Villar de Vildas, se llega a este núcleo de 32 (es lo que pone en la web de asturnatura) teitos (chozos de piedra con tejado vegetal). Están organizados en cuatro barrios distintos y eran usados por los pastores en verano, que llegaban hasta aquí buscando con sus vacas los frescos pastos montanos. Cada una de estas chozas sigue aún conservando la división original: una parte, el llar, para el pastor y la otra, para el ganado. Rodeado de prados, hayedos y cumbres, el poblado elemental, como de celtas, es una foto antiquísima, pero aún vivamente coloreada, de los días en que la trashumancia se hacía a pie y no en camiones.

Peña de Arias Montano (Andalucía)

El humanista Benito Arias Montano se retiró para estudiar y trabajar a esta peña de roca caliza con vistas sobre el pueblo de Alájar, la sierra de Aracena e incluso el mar, que está a 80 kilómetros. Eso fue a mediados del XVI. Hoy, además del paisaje, podemos disfrutar de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. Rodeada de grandes pinos piñoneros que cuelgan sobre el abismo, es uno de los lugares de peregrinación más importantes de la comunidad; una portada almohadillada que llaman el arco de los novios porque, dicen, novios que pasan, novios que se casan. Más allá, una espadaña o campanario que se asoma al horizonte, custodiada por dos garitas.

San Juan Xar (Navarra)

Un santuario (espiritual) dentro de otro santuario (natural). Eso es San Juan Xar, una reserva que atesora el único bosque de carpes (Carpinus betulus), también conocidos como abedulillos, de la península. Y, en el corazón de esta selva primigenia, una gruta-ermita con una fuente de tres chorros que se convierte en cuatro los años lluviosos y cuyas aguas, se dice, tienen milagrosos poderes curativos contra afecciones de la piel. Es tradición que se beba primero de cada uno de los caños y que luego se frote con un paño mojado las partes doloridas. Luego, se abandona el pañuelo en los alrededores de la fuente. Evidentemente, antes de que llegara aquí la imagen de San Juan Bautista que habita la cueva, los rezos y las ofrendas eran para las lamiaslamiak, las ninfas que, según la mitología, habitaban esta zona en los albores del tiempo.

Casa de la Julianeta (Aragón)

La casa de la Julianeta, tan inclinada que parece a punto de derrumbarse, es la Torre de Pisa de Albarracín, el monumento más emblemático de uno de los pueblos más bellos de Teruel y de toda España. Data del siglo XIV y se levanta en el ángulo agudo que forman dos calles en cuesta (la del Portal de Molina y la de Santiago), lo que acentúa la sensación de desequilibrio. Construida a base de yeso y madera, tiene algo de cuadro cubista, con una perspectiva caprichosa. Quizá por eso se ha reconvertido tras su rehabilitación en un taller de artistas, aunque sin perder por ello su carácter residencial. Como mejor se ve y se fotografía es a través del portal de Molina, un arco abierto en la muralla larguísima de este precioso pueblo serrano.

Parque Natural de Calblanque (Murcia)

Sólo cuatro kilómetros al sur de las urbanizaciones de La Manga, existe un litoral intacto de afiladas puntas de pizarra, bosques de pinos carrascos y sabinas moras, dunas y grandes playas. Por no haber, no hay ni casas a la vista y las calas recogidas ofrecen la intimidad perfecta para desconectar. Es como si, al doblar el cabo de Palos, se viajara por un túnel del tiempo a la ribera que vio Asdrúbal el Bello, fundador de Cartagena. Otra joya del Parque Natural de Calblanque son sus salinas, donde habita el fartet, un pececillo carnívoro en peligro de extinción y tan difícil de hallar como la soledad en la costa mediterránea. Excepto aquí, claro.

Salto de la Novia (Comunidad Valenciana)

Larga, blanca y radiante, como la cola de un traje de boda, la cscada del Brazal se descuelga desde una cornisa a más de 30 metros de altura y se precipita en la orilla rocosa del río Palancia formando uno de los parajes acuáticos más hipnotizadores de España. Lo de llamarle al lugar el Salto de la Novia, sin embargo, no es por la cascada, sino porque antiguamente se decía que las novias debían saltar el río en este lugar si querían asegurarse un matrimonio feliz y fecundo. La leyenda habla de una que, al ir a saltar, resbaló y se llevó al fondo del río al novio que la quiso ayudar. No hubo boda, claro. Desde la cascada se divisa el monte Rascaña, que acoge en su interior la misteriosa cueva del Reloj. Ésta debe su nombre a la piedra puntiaguda que vigila su entrada y cuya sombra señalaba la hora a los agricultores que trabajan la tierra por la zona.

Motilla del Azuer (Castilla-La Mancha)

Hace 4.000 años, el agua era en La Mancha un bien tan preciado como ahora. Entonces, en plena Edad del Bronce (2200-1400 a.C.), sus habitantes se las arreglaron para construir este poblado fortificado, cuyas murallas esconden como en espiral, a través de muros concéntricos, un pozo profundo, de 16 metros, que está reconocido como el más antiguo de la Península. Destaca además la arquitectura monumental de su interior, donde sobresalen los silos de almacenaje y los hornos para tostar el cereal y producir cerámica El yacimiento está rematado por una torre de planta cuadrada que serviría de segura defensa de ese bien tan preciado como los buenos metales. Fuera de las murallas se encontraba el poblado, que podría albergar algo más de cien habitantes. Es aquí donde se situaban la mayor parte de los enterramientos. Hoy, la Motilla del Azuer es un Bien de Interés Cultural y una de las visitas a no perderse de la comarca de Daimiel.

Vegueta (Islas Canarias)

Aquí se fundó la ciudad, sobre una vega donde había tres palmas y mucho por hacer, mucho por conquistar. En la Casa de Colón, si se escucha con el corazón, resuena la voz del Almirante pidiendo ayuda al gobernador porque se le había roto el timón de la Pinta. Otro lugar especialmente sugerente es la calle Los Balcones, de pulcro empedrado, que enfila hacia el mar entre casas de noble y antigua traza. Nadie diría que detrás de estas fachadas se esconde el Centro Atlántico de Arte Moderno, el principal museo de arte contemporáneo de Canarias. Las casas del barrio esconden tras sus muros de piedra patios conservados prácticamente igual que cuando fueron construidos. Los más antiguos, allá por el siglo XV, cuando los castellanos fundaron la ciudad. Tampoco faltan, claro está, tascas que conservan en sus fogones las tradiciones gastronómicas de todas las culturas que han pasado por esta tierra.

Fuente: Guía Repsol

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