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Espectacular cascada del río que atraviesa Orbaneja del Castillo.
El río amable

El río amable

Un gran recorrido permite caminar al amparo del bosque de ribera del Ebro y culminar el paseo con una visita a la monumental Orbaneja

íñigo muñoyerro

Jueves, 13 de noviembre 2014, 18:43

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El Ebro abandona el valle cántabro de Valderredible, amplio y soleado, poco después del monasterio de San Martín de Elines y se interna en Burgos por los páramos de La Lora y de Bricia. Ha cavado a lo largo de millones de años una profunda hoz, con paredones que llegan a los 200 metros de altura, por donde el río, aún joven y caudaloso, fluye entre las parameras calizas y se prolonga hasta el desfiladero de Sobrón.

El GR-99 (gran recorrido) permite seguir a pie el curso el Ebro. Una de sus etapas más otoñales e interesantes es el tramo entre Villaescusa del Ebro (Cantabria) y Orbaneja del Castillo, (Burgos). El gran río atraviesa durante ocho kilómetros un extenso bosque mixto, con parajes donde apenas se nota la mano del hombre, que por estas fechas se cubre de sus mejores ocres.

En Villaescusa hay un puente moderno sobre el Ebro, ya no hay otro hasta Orbaneja. Aparcamos junto a la orilla del río, que baja caudaloso. Grandes nogales sombrean el paraje. El pueblo es pequeño, dividido en dos barrios con casas antiguas, algunas arruinadas, de arquitectura popular montañesa. Encontraremos un panel indicador detallado y señales del GR-99 Camino del Ebro.

La pista se aleja del río y sale a una zona de prados. A la derecha un sendero sube entre árboles a la cascada del Tobazo. Es una caída de agua que resbala sobre la toba pulida hasta una poza de un color azul espectacular que en invierno se congela. Volvemos al camino carrozable que termina poco después (15 minutos, aproximadamente). Allí la senda se estrecha y penetra en el arbolado.

Lleno de vida

Caminamos entre una espesura de avellanos, alisos y robles hasta un claro. Allí se eleva el edificio de una antigua central eléctrica, Electra del Tobazo, que dejó de funcionar hace más de un cuarto de siglo y ahora es propiedad privada. Después de un manantial, la vereda del Ebro se adentra en la arboleda. Es un camino antiguo, bien pisado, que se ciñe al terreno. Siempre entre árboles: avellanos, alisos, arces y álamos; encinas y robles en las solanas; también alguna repoblación de pinos.

La arboleda protege y oculta el cielo, no el cauce del Ebro (izquierda), que unas veces se remansa y otras espumea en rápidos. Cantan los pájaros y los rastros de los corzos y jabalíes, difíciles de sorprender, llegan hasta la orilla.

Un repecho entre hayas con sotobosque de hojarasca donde prospera el brusco nos lleva a una media ladera. Arces, abedules y más robles y hayas antes de que el sendero vuelva a llanear. Vamos por una zona de huertos en barbecho de Orbaneja. Se mantienen los muros. Muchos avellanos, algunos nogales y frutales, la mayoría abandonados.

Salimos a terreno abierto y el sol nos calienta por primera vez en la marcha. La cresta dentada de los riscos, también conocidos como Los Castillos se recorta a la derecha. Cruce (letrero) y puente sobre el Ebro (1h.50m). Subimos a la carretera de Orbaneja (paneles indicadores).

Orbaneja, en Burgos, recibió el título de villa en tiempos de los Reyes Católicos. En aquella época tenía castillo. También contaba con el hospital y convento de San Albín, de la orden del Temple, albergue de los peregrinos que iban a Compostela. Ha desaparecido, como también lo hizo la aljama barrio judío de la Edad Media, época en la convivieron mozárabes huidos del califato, cristianos viejos y hebreos.

Una joya del románico

  • A tres kilómetros de Villaescusa, ya en Cantabria, encontramos la colegiata de San Martín de Elines. Se eleva en el extremo ajardinado de una amplia plaza donde hay buenas casas, alguna con escudo. También hay dos bares y una fuente. El templo, monumental, sorprende por su sobriedad y equilibrio y también por el tamaño, inusual en el siglo X, época en la que fue el monasterio principal de Valderrible. Cuentan que está edificado sobre un templo mozárabe arruinado en 1102. Era de CXL ruit ecclesia Santi Martini de Helines, dice un documento del monasterio de Cardeña. Y por esa fecha se construyó la iglesia románica actual. La visita es corta y corre a cargo del párroco. El templo es de una sola nave de dos tramos cubierta por una cúpula sostenida por cuatro imponentes columnas coronadas por capiteles cilíndricos figurados. Muestran terribles escenas de animales devorando a pecadores, la adoración de los Magos y la matanza de los Inocentes. El ábside estuvo cubierto con pintura mural de finales del siglo XII. El claustro (siglo XVI) es también interesante y reúne una colección de sarcófagos. Uno es especialmente llamativo por la riqueza de sus relieves góticos (siglo XIII). En la tapa aparece tallada una larga espada y la fecha 1231. También la concha del peregrino a Santiago. La entrada cuesta dos euros, que se dedican a la restauración y conservación del templo ()942776343).

El caso urbano , declarado Conjunto Histórico Artístico en 1993, no deja indiferente. Desde lo alto del pueblo coronado por un amenazador torreón restaurado, que fue de los marqueses de Aguilar, hay una magnífica panorámica sobre el cañón del Ebro, oculto entre el arbolado, las cresta quebrada de Los Castillos y el mosaico que forman los tejados de las casas. En 1837 tenía 37 vecinos que vivían con estrecheces del centeno, trigo, alubias y yeros (leguminosa parecida a la algarroba). Quienes lo conocieron hace 40 años cuentan que estaba arruinado y casi despoblado por la emigración. Ahora ha renacido y se ha refundado gracias a locales y foráneos, que lo han llenado de restaurantes. Paseamos por un reducido laberinto de calles estrechas que han conservado el aire medieval.

La población está dividida en dos barrios, La Villa y La Puebla, por el arroyo que nace en la Cueva del Agua (un euro la entrada). El riachuelo cruza el caserío, mueve un molino y se precipita en una cascada de 25 metros sobre unas pozas de toba musgosa. Escalonadas, profundas, de agua congelada de un azul intenso por la alta concentración de carbonato cálcico, que le han dado fama. Corre luego por una zona de nogales y mueve otro molino antes de desembocar en el Ebro.

Abandonamos con pena uno de los conjuntos mejor conservados del entorno natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Nos enfrentamos a otras dos horas de marcha por la orilla del Ebro ahora a la derecha antes de regresar a Villaescusa (cuatro horas y 30 minutos). Es posible trampear y reducir la marcha con un coche de apoyo.

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