Secciones
Servicios
Destacamos
Rafael de Rojas
Jueves, 6 de agosto 2015, 20:26
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Frente al viajero que coloca una chincheta en la ciudad que ya ha visitado y pasa a la siguiente, está el que gusta de las relecturas, de regresar a los sitios donde fue feliz un ratito como quien visita a un viejo amigo. Es una manera de reviajar que tiene que ver con la edad, claro, pero también es la de quien considera que nunca se conoce del todo un lugar y que cada visita es nueva, porque nosotros también lo somos. Segovia es la ciudad ideal para esto: siempre a mano, en todo el medio, tan bien comunicada por Ave y con un icono magnético (el Acueducto) que a lo mejor no nos dejó ver el bosque medieval de la Ciudad Vieja, que también es Patrimonio de la Humanidad desde 1985. Tarde o temprano casi todos volveremos a Segovia por el motivo número 10 de nuestra lista, pero también existen otros 9 que tienen que ver con todo lo que ha pasado en la ciudad desde nuestra última visita.
Una marioneta es tan sabia y bella como el tipo que la maneja y la imagina. Si alguien en España se acerca a la categoría de Geppeto a la hora de dar vida a los títeres, ese es Francisco Peralta, el único marionetista español con la medalla de Plata de Bellas Artes. La ciudad donde trabajó y enseñó toda su vida cuenta con un espacio a su nombre, la Colección de Títeres de Francisco Peralta, que exhibe 38 de sus mejores trabajos basados en el romancero, la literatura y los cuentos infantiles. Situado en la restaurada Puerta de Santiago, hace de Segovia, junto con el festival callejero Titirimundi, la capital española de los títeres (titeres.turismodesegovia.com).
Antonio Machado dio clases de francés en el Instituto Mariano Quintanilla de 1919 a 1931. Es fácil imaginarlo paseando por su breve parque romántico. A él y a alumnos ilustres como María Zambrano o Dionisio Ridruejo. Desde sus bancos, se contempla el Acueducto en la parte menos fotografiada, justo donde da la curva y tiene sólo un arco («el Acueducto pequeñito» lo llamaba mi sobrina). La fuente del centro lo refleja y los árboles y las enredaderas lo semioculta. Junto a la fachada modernista forma un conjunto especialmente pacífico al atardecer.
La primera industria de Europa, donde se acuñaba moneda para toda España guarda algunos secretos, como el restaurante Ingenio Chico y el Centro de Interpretación del Acueducto en su interior. Pero el plan más apetecible estos días calurosos es sentarse en una de sus dos terrazas, la que da al Eresma o la que cuenta con ruedas hidraúlicas que remueven a la vez el agua y la canícula.
Hace menos de tres años era un terreno agreste y poco conocido. Tras habilitarlo para el paseo, los segovianos y unos (aún) pocos turistas han redescubierto un paseo tan natural como protoindustrial junto al río Eresma. Discurre por las Fábricas de Loza, de Harinas y de Borra, y por los Molinos de la Hoya, de Cabila y del Portalejo, entre otros puntos en los que abundan las cascadas y los rápidos con los que se entrenan algunos piragüistas.
El edificio donde ahora se sitúa el Colegio de Arquitectos fue el primer convento que fundó Santa Teresa de Jesús en Segovia. Pasa algo desapercibido entre los encantos hacia el exterior de la Ciudad Vieja, pero sus soportales del siglo XVII alrededor de un pozo son un buen ejemplo de la Segovia interior, en la que no faltan patios como éste o el de la Casa de los Picos.
Del 24 al 27 de septiembre este festival literario y artístico cumple su décima edición en la capital, con la mirada puesta en el mundo árabe. Conferencias, conciertos y exposiciones que se trasladan a edificios históricos de la ciudad, algunos de ellos de difícil acceso para el público el resto del año. Para esta edición se han adelantado contenidos que incluyen sesiones de storytelling para niños, cine alemán o eventos en torno a la arquitectura suiza entre otros. La programación se va subiendo a www.hayfestival.com
Desde el lienzo norte de la muralla de Segovia este jardín romántico situado cerca del Alcázar se asoma a algunas de las mejores vistas de la ciudad: el Santuario de la Fuencisla, la iglesia de la Vera Cruz, la Casa de la Moneda o el Monasterio del Parral. Su interior también está lleno de sorpresas y es posible encontrarse con un retoño del olmo seco sobre el que escribió Machado o con un espectáculo de cetrería o títeres.
Uno de los recorridos predilectos de Machado del que escribió en 1919: «En Segovia, una tarde, de paseo / por la Alameda que el Eresma baña, / para leer mi Biblia / eché mano al estuche de mis gafas / en busca de ese andamio de mis ojos / mi volcado balcón de la mirada». Pero no era al único al que le gustaba pasear por el camino al Monasterio del Parral, porque el paseo s la estrella del cinturón verde de Segovia y está siempre sorprendentemente concurrido de runners, turistas y patos. Los que lo recorren se sienten poetas, se ve, y también los segovianos le han escrito unos versos: «de las huertas al Parral, paraíso terrenal».
En el barrio de San Marcos se alza uno de los mayores misterios de la ciudad, la iglesia de la Veracruz. Erigida por la orden templaria, su planta hexagonal y su carácter aislado (está sola, sin ninguna edificación alrededor) la han convertido en pasto de leyendas. Una de ellas dice que la energía que desprende es lo que hace que en ella no se posen las chovas piquirrojas (un ave de pico anaranjado que abunda en la ciudad y la representa), que no suelen ser tan exquisitas cuando se trata de encaramarse a la Catedral o a cualquier otro alto edificio segoviano. Con todo, lo mejor del templo son las vistas de la ciudad, que aquí se contempla en un escorzo raro, desde abajo, pero en todo su esplendor: el Alcázar, que parece casi al alcance de la mano, la Catedral, las murallas y toda la Ciudad Vieja, coloreada de naranjas al atardecer.
Siempre es la razón por la que todos volvemos, tarde o temprano, a Segovia. La del lechón es una eucaristía compartida por los turistas de todo el mundo y por los nativos, que siempre regresan al cochinillo cuando quieren agasajar a las visitas. Los tres tenores clásicos del asado en la ciudad son Cándido, Jose María y Duque, los tres restaurantes más típicos de una ciudad que tiene al cochinillo como su animal místico.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.