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La actriz Maribel Verdú.
«Me da igual la ideología, solo hay gente buena o mala»

«Me da igual la ideología, solo hay gente buena o mala»

Maribel Verdú llega este viernes (20:30 horas) al Principal de Palencia con ‘Invencible’, una divertida y corrosiva crítica social con fondo de lucha de clases

Javier Aguiar

Viernes, 17 de marzo 2017, 11:45

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Musa de grandes directores, sex simbol, oscarizada e icono del cine español de una época. Todo eso ha sido Maribel Verdú quien, sin dudarlo, asegura que su pasión auténtica es el teatro. Mirando de soslayo a la cincuentena (47 en octubre) no cesa su actividad artística, varias veces recuperada para la pantalla grande y haciendo siempre un hueco a la escena. Esta última la trae este viernes al teatro Principal de Palencia con una función que habla de las barreras entre clases sociales y las dificultades para superarlas. Escrita por el dramaturgo inglés Torben Betts y calificada como una de las sátiras sociales más corrosivas del teatro reciente, Invencible lleva el sello en la dirección de Daniel Veronese con una versión trasladada a la realidad española por Jordi Galcerán. Verdú, con sus proverbiales frescura y espontaneidad intactas, estará acompañada por Jorge Bosch, Jorge Calvo y Pilar Castro.

Lo que el dinero separe que no lo una el hombre, ¿no es así?

Efectivamente. En la función son dos matrimonios de clases diferentes y los de nivel cultural más alto deciden invitar a tomar un café a los vecinos para conocerles, y lo que ahí se ve es que el gran racismo de esta vida no es por el color, sino por la clase social. Cómo unas personas no aguantan a las otras porque no tienen nada que ver ni en pensamiento, ni en actitud, ni en educación, y entonces termina pasando lo que termina pasando.

¿Qué termina pasando?

Es una obra en la que hay una sorpresa detrás de otra. Cuando crees que has descubierto cuál es el conflicto, resulta que surge otro y hay otra sorpresa más. Está en un tono hilarante y con momentos absolutamente conmovedores también, porque Veronese ha hecho como una montaña rusa de sentimientos donde puedes estar riendo, que se te encoja el corazón en un momento dado y luego volver a reír.

He leído que la versión británica era una comedia más pura.

Allí también tenía sus momentos dramáticos. La obra es la obra y el texto es el texto. Torben Betts vino al estreno en Bilbao, al de Madrid también, y está enloquecido porque dice que le gustó mucho más cómo se ha hecho aquí. Porque aquí tenemos a un señor que se llama Veronese que no es un simple director que le dan un texto y ya está, sino que él hace sus cambios, sus cosas. Hay una escena muy bestia que tenemos mi marido (en la obra, Jorge Bosch) y yo. Una escena de una borrachera que es dramática porque no puede ser de otra manera. Pero lo hace de tal manera que es un drama... pero con comedia. Es que no se pueden explicar las cosas que pasan, hay que verlo, es muy complicado de contar.

Su personaje, Emilia, ¿qué tal anda de humor británico?

Pues en Inglaterra mi personaje ni sonreía. Nada, nada, nada. Era una mujer amargada. Pero esta de aquí no, esta tiene su sentido del humor. Lo que pasa es que luego es insoportable, porque es una mujer que dice que lo único honesto en esta vida es decir la verdad, pero todo el tiempo, pese a quien pese y cueste lo que cueste y, claro, así no se puede ir por la vida, porque vas dejando cadáveres por el camino. Esa gente absolutista... que dices no, perdona, tampoco es eso.

¿Se ha españolizado el texto de Torben Betts?

No, no hace falta, salvo que en Inglaterra el Sur es la parte más pudiente y el Norte no, al contrario que aquí, que el Sur es de una manera y el Norte de otra. Entonces simplemente se habla del pueblo al que han ido a vivir, sin especificar más, ni lugar, ni ciudad. Sencillamente un pueblo del extrarradio de cualquier ciudad.

Lo que deja claro es la imposibilidad de unir los dos extremos de la escala social ¿no?

Sí, pero con un matiz. Obviamente si tú te vas con tu pareja un fin de semana y con unos amigos vas a elegir unos amigos con los que sois afines. Que habléis de las mismas cosas, que os guste lo mismo, que os mueva lo mismo, que tengáis las mismas inquietudes. No te vas a ir con gente con la que no tienes nada que ver. Eso es lo lógico.

¿Entonces?

De lo que para mí habla esta función, por lo menos de lo que yo me he dado cuenta con la vida, es de que los prejuicios son lo peor que existe. Porque nos perdemos cosas importantes y nos perdemos conocer a gente muy interesante. Al final lo importante es ser buena o mala persona. Es lo que para mí diferencia a las personas, punto. Me da igual la ideología, me da igual todo, porque te encuentras gente de izquierdas que es superchunga y otra maravillosa y gente de derechas que es superchunga y otra maravillosa. Solo hay gente buena y gente mala.

Habrá algo mas...

Bueno, puedes pensar, con esta gente no puedo hablar de Hayden, pero bueno es una gente tan rica y tan honesta y tan buena y yo qué sé, van a estar ahí siempre si un día les necesitas. En fin, que no todo es blanco o negro. Lo que pasa es que, claro, yo no solo no me iría un fin de semana con esta pareja, es que no querría aguantarlos en casa una tarde. Es que te quieres cortar las manos. Pero ellos piensan lo mismo de nosotros. Porque ella es una panfletaria que no para de decir que todo debería pertenecer al pueblo y, madre mía, aguanta eso.

O sea que usted no iría con ninguna de las dos parejas...

Lo que pasa es que son muy extremos los cuatro personajes.

Entre ser buena o mala persona, ¿dónde sitúa a Emilia?

Lo que pasa es que yo conozco a muchas personas que son buena gente pero muy pesados. Que yo no digo que vaya asesinando gente por ahí, pero que es muy pesada. Y luego gente que tu sabes que no es nada buena, pero que para pasar un rato con ellos tienen una acidez y te ríes de todo. Emilia de mala gente no tiene nada en absoluto, lo que pasa es que ella es muy radical en su manera de pensar, con la educación, con la moral, y los extremos nunca son buenos ni para una cosa ni para la otra.

Un dechado de virtudes...

También hay que decir que a ella le ha pasado una cosa muy fuerte en la vida que se averigua a mitad de la función. Entonces entiendes por qué de alguna manera es así. Pero es insoportable, vamos, lo que pasa es que yo la quiero mucho porque me da mucha ternura. La gente se parte con Emilia porque, claro, es tan imposible, que dicen ¿pero qué es esto? Tiene mucha comicidad, con el toque del orden, de la limpieza...

Y algo de valentía y autenticidad también hay en su actitud.

Claro, aparte de por la crisis ella ha ido a un barrio obrero porque quiere que sus hijos no vivan en una burbuja, quiere que estén rodeados de gente normal, común y que conozcan la realidad. Y mi marido lo único que quiere es que vayan a un colegio privado.

Un texto cada día más de actualidad por la desigualdad creciente, ¿no cree?

Absolutamente. Eso es lo terrible, que cada día son mayores las desigualdades, efectivamente. Y eso es lo que molaría que un día acabara, pero sabemos que eso es imposible. Es así.

Y esa incomunicación de la que habla Betts cada día será más difícil también.

Absolutamente. Estoy convencida. Porque esto ha existido siempre, siempre, siempre. He leído un libro de una autora colombiana, Memoria por correspondencia, de Emma Reyes, basado en un echo real, de una niña que la dejaron viviendo en un convento de monjas y cuenta cómo la trataban en comparación con otras niñas de familias bien, a las que daban toda clase de cuidados mientras a ella la hacían limpiar todo el día. Eso seguirá siempre así. ¿Qué pasa, que la justicia es igual para todo el mundo? Esto es así y luego, de vez en cuando, se ejemplariza con alguien. Al final todos somos víctimas de la diferencia de clases sociales.

Se tardó mucho en conseguir ciertos derechos que ahora se están perdiendo. Es un paso atrás.

Sí, yo creo que hay una importante involución. Se ha evolucionado en muchos aspectos pero se involuciona en otros. Yo es así como lo veo.

Desde Los hijos de Kennedy no hacía teatro, ¿cómo ha sido su regreso?

Yo adoro hacer teatro. Adoro el contacto con el público, esa sensación de que estás en directo, de que cada día, cada función, está sucediendo en un lugar concreto, en un sitio, a una hora determinada y no hay copias por ahí danzando. Es eso y ya. Es mi pasión, lo que más me gusta hacer.

¿Algún otro proyecto en perspectiva?

Yo cuando hago teatro hago teatro. Ahora mismo llevo desde agosto con esta función, el uno de abril terminamos y luego ya me esperan proyectos de cine, pero todavía no puedo contarlos.

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