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Parte baja de la ladera del cerro del Otero, en donde se produjo el hallazgo de los restos paleontológicos.
Tortugas gigantes y rinocerontes prehistóricos en Palencia

Tortugas gigantes y rinocerontes prehistóricos en Palencia

La excavación del cerro del Otero para extraer arcillas en 1911 permitió descubrir uno de los yacimientos paleontológicos más importantes de España

josé maría díaz

Domingo, 4 de diciembre 2016, 13:34

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Debió resultar extremadamente sorprendente para la época, y a poco estuvieron a punto de pasar desapercibidos. Porque los primeros huesos que aparecieron se deshacían nada más tocarlos, con lo que casi no se les dio importancia en un primer momento, a pesar de su enorme tamaño. Sin embargo, a medida que avanzaban las excavaciones, el hallazgo de algunos impresionantes molares de mastodonte, uno de esos animales que pueden sonar a cuentos de hadas, pero que en realidad llegaron a habitar estas tierras hace más de 20 millones de años, ya no pasó indiferente y en la cantera todos comenzaban a hablar de ello.

Se trataba de los trabajos de extracción de arcilla para la cercana tejería mecánica de Cándido García Germán, esa fábrica de La Tejera que aún se mantiene en pie y que no para de dar quebraderos de cabeza por su inacabable proyecto de transformación en centro cultural y de congresos.

La continua aparición de restos fósiles, de dientes, de huesos llegó finalmente a oídos del propietario de la fábrica, que tuvo la precaución de ponerse en contacto con algunas de las personalidades más cultas de la Palencia del momento, que no dudaron en dirigirse al Gobierno para hacer público el hallazgo y solicitar su estudio por personal científico, por si se trataba de algún tipo de yacimiento de valor.

Cándido García Germán puso a disposición de los expertos todo el material encontrado, además de otorgar una autorización para que se excavase en sus terrenos, con la cesión al Estado de todo lo que se encontrase. Y así, los investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales llegaron a Palencia en 1911 e iniciaron la excavación, de lo que finalmente se convertiría en uno de los yacimientos paleontológicos de mayor valor de España.

La excavación se encontraba en las faldas del cerro del Otero, en la parte más baja y cercana a lo que se conocía como el Barredo Viejo, un pequeño cerro similar al del Otero, pero que fue recientemente excavado en su totalidad y retirado para la construcción de un parque público y el pabellón de deportes Mariano Haro.

Los trabajos en la base del Otero estaban destinados a la recogida de arcillas para la fabricación de tejas y ladrillos en la cercana fábrica de La Tejera. Los restos se encontraban en un conglomerado del terreno situado entre un banco de arena y otro de arcilla. El propietario de la explotación, consciente del valor científico de los restos fósiles encontrados, ofreció todas las facilidades para la excavación.

Los trabajos continuaron durante los años siguiente, y se retomaron alrededor de un lustro después por parte del prestigioso paleontólogo Eduardo Hernández-Pacheco, que si bien no fue el primer investigador en llegar a Palencia, sí estuvo al frente de los estudios a partir de 1912.

Y así, el yacimiento paleontológico del Cerro del Otero se considera aún como uno de los más importantes de España, a pesar de que en la actualidad se encuentra sellado está sepultado bajo una montaña de escombros y realmente no puede asegurarse que esté totalmente agotado. Sin embargo, su legado sirve aún como fuente de conocimientos para cualquier investigador que quiere conocer más a fondo la época del Mioceno y en especial de la fauna que habitaba entre los 23 millones y aproximadamente 5 millones de años en las llanuras de lo que hoy conocemos como Castilla y León.

Los restos hallados por el profesor Eduardo Hernández-Pacheco en las excavaciones que desarrolló en la ciudad de Palencia entre 1911 y 1915 y posteriormente en torno a 1920 se conservan hoy en la Colección de Paleontología de Vertebrados del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid. Se trata de más de trescientas piezas, que en su mayoría se custodian en la zona de trabajo reservada a la investigación, aunque todavía hoy algunos de estos fósiles de origen palentino pueden contemplarse en la exposición permanente del centro.

La importancia de este yacimiento no se mide solo por la elevada cantidad de piezas y restos fósiles de diferentes especies que habitaron Palencia y sus cuencas fluviales en el mioceno medio, fundamentalmente, sino también porque estos hallazgos han permitido por primera vez la descripción de unos ejemplares fósiles que han definido y dado nombre a una especie. Se trata de un cérvido (un tipo de ciervo primitivo), de astas aplastadas, similares a las de los alces o los gamos. Fue el propio Hernández-Pacheco el que le dio el nombre de Palaeoplatyceros hispanicus, al tiempo que le dedicó numerosos estudios y monografías.

Pero a pesar de su importancia científica, esta especie de ciervo primitivo no es el ejemplar más espectacular de los que el yacimiento paleontológico del Cerro del Otero ha dejado constancia. Muy difundida en el año 1921 fue la aparición de varios caparazones fosilizados de tortugas gigantes conocidas como Titanochelon bolivari, de los que algunos se conservaban prácticamente enteros. El hallazgo conmocionó en aquel momento a toda la sociedad palentina y la propia revista de divulgación científica Ibérica. El progreso de las ciencias y de sus aplicaciones le dedicó su portada en mayo de 1921.

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